Un célebre aforismo de un médico madrileño decía que "no hay paciente sano sino insuficientemente investigado". Si nos ponemos puristas, como invita este médico es cierto que podemos encontrar signos de patología en todas las personas. Ya Freud invitaba a pensar en esa línea. El análisis le puede venir bien a cualquier persona para sentirse más viva, más plena, más creativa, más elástica, a ser más eficaz en su trabajo, en sus relaciones interpersonales, en su familia, en su pareja, en su ocio, en su trabajo.
Ya reflexionaba el fin de semana con ustedes sobre la herencia de la medicina en psicología, esto ha hecho que la psicología mire tradicionalmente al sujeto en cuanto a la parte enferma. Esto no facilita un encuentro pleno entre psicoterapeuta y paciente. La persona es mucho más que un conjunto de signos y síntomas, tiene lo que Jung, Frankl y otros llamaban espíritu, que no es ni más ni menos que la dimensión exclusiva del ser humano que le hace sentir en una dimensión subjetiva. El mundo de los sueños, de las fantasías, de los anhelos, de aquello inaprehensible por la razón. Autores de la psicología transpersonal han trabajado en ello con sensibilidad pero no es un camino que se haya trillado de manera recta, como es de entender, existe multiplicidad de disquisiciones al respecto.
Les hablaba de la salud y la enfermedad. Hay que tratar y analizar los aspectos menos sanos de la persona y potenciar los recursos de salud. Un trabajo sin el otro no tiene sentido. Hay que hacerlo de manera acompasada, respetando el "timing" del paciente, la temperatura de la sesión y el momento preciso. Se trata de decir las cosas adecuadas en el momento correcto puesto que muchos de nuestros pacientes tienen una fina sensibilidad que pueden salir doloridos de la sesión. Esto según el sentido común no parece adecuado, sin embargo, en ocasiones hay que hacer señalamientos, confrontaciones o interpretaciones que puedan dejar desarmado al paciente. Todo ello haciéndolo cuidadosamente para que la persona se de cuenta al cabo de unos minutos o días del mensaje que se le quería transmitir y lo asimile. Siempre digo en tono de broma, por un paciente que tuve, que no se le puede dar morcilla a un niño porque no lo asimila. A través de la palabra se puede hacer mucho bien y curar pero hay que tener mucho cuidado también. En cualquier caso es el tratamiento más eficaz y que menos efectos secundarios tiene, evidentemente.
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