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Paz y Ciencia

sábado, 31 de diciembre de 2011

Reflexión sobre una forma de psiquiatría




Existen muchas formas de hacer psiquiatría. Me envían información de alguna página web de psiquiatría y me hace pensar en qué mundos tan distintos están los psiquiatras y los pacientes. En muchos casos, los residentes, impulsados por sus maestros, realizan trabajos de investigación. Por ejemplo he leído uno interesante en el que ponen en entredicho la validez del constructo Trastorno de Personalidad Histriónico, sin embargo reinvindican la faceta exhibicionista de tal trastorno que ellos han inventado. Eso lo trabajan para futuras inclusiones o exclusiones del DSM, manual diagnóstico que hace más bien que mal. Como he dicho en otras ocasiones es difícil, a no ser de un caso puro de libro, que varios profesionales de la salud mental diagnostiquen el mismo trastorno, además hay que decir que la norma es la comorbilidad. Por ejemplo, con respecto a lo citado antes del THP tiene una clara comorbilidad con el TLP y el TNP, trastorno límite y trastorno narcisista.
Ese mundo está muy lejos del trato con el paciente. Se basa en lo que mencionaba en otros post "medicina bsada en la evidencia", decenas de estudios con el sesgo del observador y la profecía autocumplida.
La persona cambia en tratamiento y es típico que a medida que transcurre una psicoterapia deje de cumplir ciertos criterios de un trastorno mental de inicio. Por ejemplo, una persona que acude a consulta con un claro problema evitativo de la personalidad puede escorarse al polo anancástico o al TOC. Lo que importa son las personas no los diagnósticos. Recuerdo que una paciente "combativa" me dijo que esa es una frase muy bonita. Esta persona había acudido a varios profesionales recibiendo información diversa y tratos a veces duros, rígidos podíamos decir.
El encontrar un espacio donde sentirse validado y poder reflexionar sobre lo que está pasando en el mundo interno y externo requiere un esfuerzo como dice "Ana", una comentarista muy participativa. También nos dice ella que a veces, el tratamiento duele, darse cuenta de los puntos ciegos y quizá alguna intervención del terapeuta puede producir cierta cuota de angustia. Hay que diseñar un tratamiento tolerable para cada paciente. Ana emplea la metáfora de la quimioterapia, "que duele pero cura". Al respecto podemos decir que ese tratamiento orgánico no puede ser igual para una persona joven que para un anciano, ni para un hombre que para una mujer y que hay que tener en cuenta variables como el peso, el hematocrito y otras condiciones que miden los médicos. En psicoterapia hay que saber escuchar y observar, en la medida en que el paciente hable mayor será la comprensión del psicoterapeuta y más profundo podrá ser el trabajo. Los límites de la intimidad, tal y como decía en uno de sus "aflorismos", Carlos Castilla, es algo muy personal, a veces el pudor y la vergüenza también hay que tenerlos en cuenta para no violentar a la persona.

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