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Paz y Ciencia

jueves, 18 de diciembre de 2014

Elevar la filosofía a andar por casa


Y a eso se agarra Gomá en Razón portería (Galaxia Gutenberg) para —aparte de reunir los artículos que ha publicado periódicamente en Babelia— esparcir como migas de reflexión a pie de acera sus originales y sugerentes diatribas sobre el amor, la vanidad, la costumbre, la fortuna, la gratitud, Europa, el relativismo o la decadencia de un arte y una ciencia como la filosofía que, según él, lleva décadas sin cumplir su misión de ofrecer un ideal cívico.
Que todos los libros, desde la Ilíada aEs fácil dejar de fumar si sabes cómo,pasando por El Quijote son de autoayuda, ya casi ni se discute. Gomá es provocador, picante, paródico y tremendamente profundo. Pero sobre todo es útil. “No se trata de elevar la vida cotidiana a la filosofía, como a veces se dice, sino al revés, elevar la filosofía a la vida cotidiana”, afirma. “No hay mayor cumbre que la vida misma y es lo demás lo que en todo caso debe estar a su altura”.


Portada de 'Razón: portería', el último libro del filósofo Javier Gomá.
Para ello, vale casi todo. Pero es muy necesaria la ironía para acercar el tono de los grandes asuntos que nos angustian y nos dejan perplejos. Él, que ha abordado desde los valores del civismo a la trascendencia de la muerte en ensayos de gran éxito comoEjemplaridad pública o Necesario pero imposible, utiliza esa crucial metodología de la comicidad para destensar intensidades: “La ironía y el humor, en general, son una herramienta civilizatoria de primerísimo orden. Los totalitarismos odian el humor porque, al desacralizar sus verdades absolutas, parece que las empequeñecen y pierden su poder dominador. Y luego el humor sirve para relativizar esa otra gran tendencia al totalitarismo: el totalitarismo del propio yo. El yo es narcisista y ocupa todo el espacio disponible. El humor combate esto”.
Deportivamente, es decir, filosóficamente, comenta Gomá. “Cuando contemplamos el espectáculo de la vida se parece mucho a un juego. Como el juego, la vida no exhibe una finalidad clara. No le preguntes al juego por qué o para qué. El juego se juega y ya está. Tiene unas reglas que nos vienen dadas. Dado que hay que jugarlas, mejor hacerlo con deportividad”, asegura el filósofo.
Una de las carencias que Gomá ha denunciado con respecto a la filosofía es precisamente su incapacidad de proponer un ideal. ¿Se resolverá? “Que la sociedad sea imperfecta no significa que no tienda hacia un ideal. En este periodo democrático de la cultura, se diría que hemos renunciado a ello. Como si dijéramos que la renuncia es el precio que debemos pagar por ser libres, modernos, actuales, lúcidos”.
¿Producto de los tiempos? “Vivimos en tiempos post-utópicos, los grandes relatos son imposibles, las sociedades son multiculturales, las ciencias están demasiado especializadas para un único ideal… Todo esto es verdad. Pero el ideal tiene dos funciones: promueve el progreso moral y es aquello que sirve de contraste con la realidad y fundamenta la sana crítica. Una sociedad sin ideal está condenada a no progresar, a la regresión, y pierde la altura para ejercitar la crítica al presente”.

CULTURA - EL PAIS -

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