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Paz y Ciencia

miércoles, 8 de agosto de 2012

El carácter "innato" de Schopenhauer


En el temperamento de Arthur había algo primitivo, innato y tenaz que, incluso desde muy pequeño, provocaba determinadas respuestas por parte de su madre y los demás. Arthur no solía inspirar reacciones de afecto, generosidad o alegría; al contrario, casi todo el mundo reaccionaba de manera crítica y un tanto a la defensiva.

La estirpe Schopenhauer abundaba en ejemplos de desequilibrio psicológico. Durante muchos años, el padre de Arthur había sufrido depresión crónica y ansiedad. Acabó suicidándose.
La madre de Heinrich, el padre  de Arthur era violenta, inestable, y finalmente tuvo que ser ingresada. Entre los hermanos de Heinrich hubo problemas graves. Uno de los tres murió a los treinta y cuatro años "en un rincón, medio loco por los excesos y rodeado de indeseables", según un biógrafo.

La personalidad de Arthur, formada a temprana edad, se mantuvo con notable consistencia a lo largo de la vida. Por ejemplo, Johanna, madre de Arthur escribió:
"Aunque no me gusta la etiqueta, me disgusta mucho más el carácter y los modales rudos y autocomplacientes. Tú tienes algo más que cierta inclinación a ello".
Y su padre: "Ojalá hubieras aprendido a hacerte agradable a los demás".

De manera muy joven asimiló de manera intuitiva la perspectiva "sub species aesternitatis" de Spinoza, ver el mundo y su acontecer desde la perspectiva de la eternidad. La condición humana, decía Arthur, se podía comprender no formando parte de ella sino aparte de ella. De adolescente preveía ya el sublime aislamiento que sería su hábitat:

"La filosofía es una pista de alta montaña [...] una carretera perdida que se vuelve más desolada a medida que vamos ascendiendo. Aquel que quiera seguir esta senda no debe mostrar temor, sino abandonarlo todo y abrirse paso con confianza entre la nieve [...] Pronto ve el mundo allá abajo; playas y pantanos se difuminan ante su vista, los accidentes del terreno parece que no existieran, los sonidos estridentes no llegan a sus oídos. Y el observador capta la redondez del mundo. Mientras él está rodeado del aire puro y fresco de la montaña y contempla el sol, allá abajo la negra noche todo lo cubre".
El mundo como voluntad y representación.

Los grandes padecimientos convierten los menos grandes en algo casi imposible de sentir, y a la inversa, en ausencia de grandes padecimientos hasta la menor contrariedad o molestia nos atormenta.
El mundo como voluntad y representación.

Nada puede ya alarmarlo ni emocionarlo. Ha conseguido cortar los miles de hilos de deseo que nos atan al mundo y nos arrastran y zarandean (llenos de nerviosismo, anhelo, miedo e ira), causándonos constante dolor. Ahora sonríe y contempla sereno este mundo fantasmagórico con la indiferencia de un jugador de ajedrez al término de la partida.
El mundo como voluntad y representación.

La flor respondió: ¡Necio! ¿Crees que broto para ser contemplada? Broto por interés propio, porque eso me agrada, no por el interés de los demás. Mi tarea consiste en ser flor y brotar.
Parerga y paralipómena.

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