El hogar

Tras el destino corre un galgo junto a un alado corcel galopante. A su alrededor un campo verde, la campiña de un pueblo de un lugar ignoto. Un camino se abre en la vereda, piedras blancas llevan a un espacio abierto. Al fondo montañas y un intento de la naturaleza por parecer infinitamente bella.
La piedra parece viva, arropada por el musgo se revela húmeda. Quizá un arroyo moja el vientre de tan hermoso paraje.
En esa escena está una persona, no sé de que sexo. Pero se yergue junto al corcel y un gesto atlético se monta mientras el caballo corre. Un caballo blanco, con el crin dorado y unos fuertes músculos animales.
Del camino saltan hacia los costados piedras blancas que parecen despertar a un grupo de animales del bosque colindante. El misterio de la obra se espera detrás de aquel muro de piedra, alto y grueso, fortaleza inexpugnable de un secreto perdido.
Allí, custodiando la puerta hay una hermosa mujer con una túnica blanca, cuando ve a esa persona en el corcel parece identificar sus intenciones y abre la puerta gigante que se mueve a un ritmo muy lento. Detrás un gran espejo junto a una casita de tejado rojo y piel blanca.