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Paz y Ciencia

martes, 8 de octubre de 2013

Secuestro amigdalar

 
 
Si nuestra mente se dominada por el enojo, desperdiciamos la mejor parte del cerebro humano: la sabiduría, la capacidad de discernir y decidir lo que está bien o mal. Dalai Lama

En esos momentos la situación nos provoca tal emoción negativa que la amígdala bloquea los lóbulos frontales de nuestro córtex (en ese momento no podemos pensar) y obliga a actuar de forma automática a nuestro cerebro más primitivo con movimientos reflejos o alterando el ritmo cardíaco, por ejemplo. Es como si la amígdala secuestrara una parte de nosotros y nos obligara a actuar como ella quiere. Incluso muchas veces provoca que el cerebro reptiliano responda con movimientos automáticos. Por eso los niños pequeños cuando experimentan un secuestro amigdalar responden con conductas instintivas como morder, dar patadas o pegar. Tan solo recordar que un niño de dos años no puede controlarse y nosotros deberíamos hacerlo y no sobrepasar el límite.

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