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Paz y Ciencia

viernes, 11 de octubre de 2013

Mitología del TLP



Cuando me encuentro con una persona a la que le han otorgado el título de TLP, suelo ver a una persona fundamentalmente incomprendida. Asustada, angustiada, con miedo sobre qué terrible "enfermedad" es esa. ¿Por qué le ha pasado a él/ella? A los terapeutas acomodados en su trono, estos pacientes suelen resultarles molestos. Cambios de opinión, cancelaciones, falta de constancia, suelen ser indómitos y rebeldes.

Esto es una forma de ser que no entra dentro del dispositivo médico, no distinguir el paciente que no encaja en el sistema sanitario, público o privado, con la patología. A menudo se realizan screenings para descartar y señalar patologías, paso previo a entrevistas más estructuradas. Esto es francamente desolador. Una persona no puede ser estudiada, escuchada y entendida por unos cuestionarios, independientemente de los cientos de ítems que tenga.

Esa rebeldía propia del caos que sienten y contagian sacan de quicio a las personas que están a su alrededor, a ellos/as mismos y a los profesionales. No hay receta. Solo sugiero obviar este diagnóstico, registrarlo en el historial y tratar a la persona que sufre como una persona que sufre, no el típico: "es que como tienes TLP". Dejémenos de tonterías y pelotudeces. Evaluación seria, tratamiento humano y con calor. Segundo: dejar de utilizarlo como un cajón de sastre para rara avis
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Zaragoza.

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