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Paz y Ciencia

martes, 4 de mayo de 2010

Adolescentes erráticos

Estamos en una situación de crisis económica-social y de valores. Las empresas se vienen abajo, nuestros hijos cada vez valoran menos el espíritu de sacrificio. Ellos han tenido todo sin necesidad de esfuerzo. Lejos quedan esas viñetas de personas que tenían que trabajar para poder sustentar el hogar, o que a duras penas pudieron tener una formación universitaria, trabajando mucho cuando podían para poder costearse los estudios.
Ahora los padres pagan todo, existen excepciones, pero hay sobreprotección y tal vez una forma de conducta educativa inconsistente, en la que se combina el proteccionismo con el control, la desconfianza hacia el hijo y el castigo antes que la reflexión.
Cada vez es menos frecuente el hablar con los adolescentes, el hablar con los hijos, ellos se suben al sillón de emperador y controlan la situación de la familia gobernando el devenir de su vida, y como inexpertos se diluyen en los estudios e inician conductas problema.
El amor de los padres acaba siendo agotado por repetitivas faltas de respeto, por fracaso escolar o por problemas como drogas y otros.
El espíritu protector de los padres impide que se realice un corte educativo, donde se manifieste claramente que en casa mandan los padres, y que no se permiten chantajes de ningún tipo.
Es duro hablar sobre este tema, están proliferando vía "reality" la situación de jóvenes que tienen graves problemas de relación con sus padres, consumo de drogas y trastornos de conducta como la agresividad hacia los padres.
Los padres deben asumir que ellos son los educadores, que en el colegio o en el instituto no les van a formar como personas, y para eso tiene que haber una transmisión de valores, de normas y también formas de expresar confianza y amor.
Estamos cada vez en una situación casi dictatorial por parte de los hijos y esto es grave para su educación, para su futuro y para prevenir futuros problemas emocionales y comportamentales tales como toxicomanías.
Hay un alto predominio de la búsqueda de sensaciones y una baja tolerancia a la frustración. Por ello los padres tienen que marcar límites para que sus hijos sepan, tengan una referencia de por donde deben dirigirse, no desde la confrontación y el castigo inveterado sino desde la reflexión y el cariño. En casos extremos habría que medir la posibiliad de una mediación para llegar a puntos de encuentro.

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