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Paz y Ciencia

lunes, 9 de marzo de 2015

Psicoterapia Existencial: un enfoque posmoderno

Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo. Albert Camus
Extracto del capítulo 2 del libro: Panorámica de la Psicoterapia Existencial:
un enfoque posmoderno
Yalom (1984) se refiere a los teóricos de la psicología humanista como “nuestros primos estadounidenses”, ya que los distingue de la tradición existencial europea. No obstante, reconoce que hay una diferencia fundamental de acento entre los dos enfoques:
[La perspectiva existencial] siempre ha dado gran importancia a las limitaciones humanas y a las dimensiones trágicas de la existencia. (…) El enfoque europeo se concentra casi siempre en los límites y en la necesidad de enfrentarse a la angustia derivada de la incertidumbre y del no ser. Los psicólogos humanistas, por su lado, se refieren menos a los límites y a las vicisitudes que aldesarrollo de un potencial, hablan menos de aceptación que de conciencia, menos de angustia y más de experiencias culminantes y de integraciones globales; les interesa menos el significado de la vida que la autorrealización… . (Yalom, 1984).
También Schneider (2008) comenta que la visión humanista enfatiza el optimismo, el potencial y el crecimiento individual, mientras que la visión existencial acentúa los dilemas, la tensión y el crecimiento filosófico y social.
Sin embargo, la separación de la perspectiva existencial y la humanista no siempre ha sido clara. De hecho, a los teóricos de la corriente americana se les suele conocer como “existencial-humanistas”, por su cercanía con varias de las posturas características del movimiento del potencial humano. Algunos autores, como Rowan (2001), consideran incluso que no habría por qué hacer la separación entre el pensamiento humanista y existencialista ya que, según él, ambas corrientes se empalman.
Por mi parte, comparto la opinión de Spinelli (2001) de que se trata de dos enfoques claramente distintos en varias cuestiones fundamentales, aunque compartan algunas perspectivas. Por esto, vale tener presente sus diferencias y continuar considerándolas como enfoques separados.
Algunas de estas diferencias son, por ejemplo, las siguientes:
· Sobre la forma de entender la experiencia.- Para varios de los autores de la psicología humanista, la experiencia es algo a lo que se puede tener acceso directamente. Para ellos, la teoría o la razón no son necesarias e, incluso, pueden estorbar a la buena conexión con la experiencia. Este planteamiento no corresponde con la postura fenomenológica de la psicología existencial, donde es imposible la separación entre pensamiento y sentimiento, o entre razón y emoción, de la misma manera que no puede haber separación entre “sujeto” y “objeto”. Para la visión existencial, la experiencia siempre es intencional, y es la expresión de una “interfase” entre la conciencia y el mundo. Cada vez que noto, descubro, me doy cuenta de algo y hablo de mi experiencia realizo un acto de interpretación, de selección y de reflexión. En este sentido, cualquier referencia a una experiencia “pura” es, desde este punto de vista, una falacia (Spinelli, 2001).
· Con respecto a la autorrealización o auto-actualización.- A la mayoría de los autores existenciales el concepto de la autorrealización les parece extremadamente individualista porque no toma en cuenta la realidad inter-relacional e inter-subjetiva. A lo sumo, esta realidad inter-relacional sólo se toma en cuenta como un aspecto secundario, cuando en realidad nos habla sobre las posibilidades de “trascendencia” del ser humano porque esta inter-relacionalidad es la capacidad que la persona posee para salir de sí mismo e ir hacia el otro. Para la perspectiva existencial, la existencia es inter-relacional a nivel básico y es algo que siempre está presente. De hecho, es un nivel de realidad que es anterior a la formación de la identidad y de la sensación de un “yo” independiente. Desde la mirada existencial, no se cuestiona que la perspectiva humanista sea demasiado optimista cuando recurre al concepto de autorrealización. Rigurosamente, lo que se cuestiona es si este concepto merece alguna consideración teórica o experiencial. En realidad, se prefieren los conceptos fenomenológicos e intersubjetivos tales como “apertura al encuentro”, “diálogo”, “comunicación existencial”, “roles intersubjetivos”, “disponibilidad para afrontar los dilemas y paradojas”, etc., porque resultan más útiles para reflejar las distintas características de la experiencia humana (Spinelli, 2001).
· Respecto a la “totalidad” y a la “integración”.- En cuanto al énfasis que la psicoterapia humanista pone en la “totalidad” y la “integración”, el punto de vista existencial considera que este acento es importante, sólo si también se enfatiza el polo opuesto de la inevitable incompletud de cualquier vida humana. La posibilidad polar también requiere ser considerada como una experiencia valiosa de la existencia. Lo mismo sucede con el bienestar, porque la perspectiva existencial lo considera importante cuando también se reconoce la importancia del malestar. Ambos aspectos son parte de la existencia humana y cada uno requiere del otro para experimentarse. La fenomenología nos recuerda la importancia de los opuestos como criterio de contraste y como característica indispensable para la conciencia: sólo conocemos el calor gracias al frío, el arriba por el abajo, la alegría por la tristeza, etc. (Martínez, 2008; Spinelli, 2001).
· Respecto al self.- Quizá la principal diferencia entre la visión humanista y la existencial se encuentre en la forma de entender el self. La psicología humanista ha adoptado la visión del self de la cultura occidental, es decir, la idea de un self singular e intrapsíquico que es más o menos permanente, o que al menos tiende a la permanencia cuando se ha consolidado en la “madurez saludable”. También se considera que el self puede aspirar a ser de carácter “real” y que, por lo tanto, puede distinguirse de un “falso self” o de variosselfs (o selves). Este “self real” puede “encontrarse o alcanzarse” a través del trabajo personal o terapéutico, para lo cual se requiere que la persona mantenga una cierta separación de las “distracciones externas”. Una vez que se ha “encontrado o alcanzado” este “self real”, entonces podrá abrirse a las relaciones auténticas con otros selfs. Para la perspectiva existencial el self se encuentra siempre en proceso de co-construcción, por lo que es cambiante y está siempre en movimiento. Lo anterior significa que no es posible fijarlo de una manera que pueda determinar su realidad, autenticidad o completud, así como tampoco es posible hablar de algún self “falso”. Así mismo, la visión existencial del self lo ubica como algo relacional, interpersonal y contextual, lo cual lo aleja de la perspectiva intrapsiquica. La mejor forma de conocer al self no sería, entonces, promover que la persona se aleje de distracciones de su mundo externo, sino observarlo en su forma de relacionarse con el mundo y con el self de otros.
El intento fenomenológico y existencial de evitar estos dualismos entre el “self real” y el “self falso” promueve una forma distinta de enfocar las relaciones “self—self” y “self—mundo”, lo que influye directamente sobre la manera en que se entiende la relación terapéutica. Como observa Spinelli (2001):
… la mirada existencial desafía a las posturas que conciben al ser humano como aislado, centrado en sí mismo, auto-enfocado o con el foco puesto sobre sí mismo cuando se relaciona; posturasque se encuentran a través de nuestra cultura; y provee algunas ideas iniciales para evaluar y considerar la posibilidad de esforzarnos para colocar al self en un contexto intersubjetivo self—mundo. (Spinelli, 2001).
http://www.psicoterapiaexistencial.com/index.php?option=com_content&view=category&id=48&Itemid=56

postheadericon VÓRTICE


(por Tántalo, el poeta desesperado)
Genialidades disfrazadas con carácter de pensamientos. Aparentes obviedades en descubrimiento eufórico. El corazón desangrado de excitación. Pupilas eclipsadas por la Verdad. ¡Esto es! – me digo. ¡Por supuesto! ¡Soy un dios! – sonrío al pensarlo. Un torrente vehemente me invade. Levanto monumentalmente mis brazos de plomada, como el convaleciente que busca abrazar a su amada por última vez. Yergo mi tronco y miro a lo lejos. Dorado es el campo; uniforme en vastos racimos de centeno; sólo un par de pequeñas elevaciones al fondo, desiguales a la vista, contrastantes y profundas, desvanecidas en un azul desdibujado. El Rey se asoma a lo lejos y enardece su dominio. Y clama… Su palabra es atemporal, soy yo el invitado. Alcanza a sonreírme. Eólica calma entonces. Sólo el calor en mi cuerpo, sólo el torrente ardiente, el acero fundido circulando en mí ser. Es maravilloso.

Y viene la remembranza. Es un todo también, no hay capítulos, ni épocas, simplemente un Ser. Los años del placer, los tiempos draconianos, las preguntas incesantes, la obscuridad desoladora, la rebeldía del inconforme, todo está ahí, tan densamente presente que me olvido del fuego. Es abrumador. ¿En qué momento sucedió? ¿Cómo fue? – pienso. Y todo está ahí. Y capturo el eterno retorno, conteniéndolo en esa vórtice de ideas, alucinaciones y recuerdos, sin querer que escape pues he escuchado del desenlace.

Y el Rey Es. ¿Lo volverías a hacer? – pregunta. Corre un aire consolador y me desprendo de súbito. Y es como un sueño, sin la mirada del otro, sin esa complicidad que nos reconoce. Puedo verme a lo lejos, desnudo, con el sembradío hasta la cintura, avasallado por su pregunta.
Ahora ya nada es, es un momento de creación y libertad. ¿Dónde han quedado todos? – me pregunto. Un vuelco en el estómago. 

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