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Paz y Ciencia

lunes, 9 de marzo de 2015

Entrevista a Irvin Yalom

Entrevista a Irvin Yalom

Por Ma. Teresa Lemus Vanek
Interesante entrevista con el psiquiatra y escritor Irvin Yalom
“La vida demanda ser realistas”
NUEVA YORK.- ¿Puede el llamado “filósofo del pesimismo” ayudar a que la gente tenga una vida más feliz y plena? Para Irvin Yalom, profesor emérito de psiquiatría de la Universidad de Stanford y autor de novelas de psicoterapia devenidas best sellers internacionales como “El día que Nietzsche lloró”, no hay duda. Y lo prueba en su flamante libro “Un año con Schopenhauer” (Emecé), donde cuenta cómo la introducción de las enseñanzas del pensador alemán en la terapia de grupo permitió a sus miembros disfrutar más de lo que ya tenían.
El relato cuenta la historia de un psicoterapeuta que, al descubrir que padece una enfermedad terminal, se cuestiona qué hacer y cómo vivir. Con el propósito de cerrar su ciclo vital, decide incorporar la terapia grupal a su único fracaso como profesional: un hombre solitario y frío que aporta al grupo el pensamiento de Arthur Schopenhauer, a quien considera su guía personal. Y el resto es una historia que Yalom describe con el estilo que The San Francisco Chronicle ha comparado con el de Isaac Bashevis Singer y que lo ha convertido en el exponente más famoso de la mezcla del diván y la pluma.
Yalom, que vive en California con su mujer, Marilyn, especialista en estudios de género y literatura francesa, conversó sobre el libro que acaba de salir a la venta, publicado en la Argentina (país del que asegura que se siente “honrado de tener como colegas a sus extraordinarios profesionales”) aun antes que en inglés. Y en su conocida voz pausada y bajísima llamó a reflexionar sobre la vida y -como es habitual en su obra- la importancia que la muerte juega en ella.
-Primero fue Nietzsche. ¿Por qué ahora escribió una novela sobre Schopenhauer y la terapia?
-Cuando hace muchos años comencé a estudiar a Freud, me di cuenta de cuánto de filosofía había en él. Escribí un libro sobre Nietzsche porque estaba consciente de cuánto era lo que Freud había tomado de él. Pero luego me di cuenta de que mucho más había tomado de Schopenhauer, si bien nunca lo reconoció. Si uno lee a Schopenhauer puede encontrar los comienzos del pensamiento sobre la psicoterapia, fue el primer filósofo que realmente se ocupó de mirar la vida interior, los sentimientos y las pasiones de esa manera, y por eso me pareció que era un pensador importante para traer a la atención de un público general.
-¿Se puede aprender de alguien con una visión tan negativa de la vida como Schopenhauer?
-Es que más que un pesimista yo lo llamaría un realista. Schopenhauer miraba la vida de la manera que realmente es. No se hacía ilusiones vanas sobre la muerte o la infelicidad y trataba de vivir la vida lo mejor posible dentro de sus limitaciones. Nunca cayó presa de ningún tipo de emoción personal respecto de la naturaleza de la vida, y en ese sentido su visión permaneció muy clara y es muy valiosa para nosotros hoy.
-¿Cuál es la principal enseñanza que podemos extraer de él?
-Una de las maneras en que constantemente nos engañamos es creyendo que verdaderamente necesitamos objetos materiales o éxito profesional y cuando los conseguimos la satisfacción dura muy poco. Enseguida nos aburrimos. Schopenhauer quería que saliésemos de ese ciclo. Si estamos satisfechos con lo que somos sin querer o necesitar cosas de otros es un gran paso hacia estar en paz. Schopenhauer nos enseña a no ocupar la vida con búsquedas materiales; en cambio, él creía que uno de los grandes placeres es estético, y escribió mucho sobre el arte y la contemplación de lo bello, que todos podemos hacer.
-De Schopenhauer toma también la importancia de tener conciencia de que la vida es finita. ¿Le parece que personas de 30 o 40 años, que creen que están en la plenitud de la vida, tomen conciencia de la muerte?
-Sobre la base de los pacientes que yo he tratado, creo que sí. Los adolescentes, básicamente, tienen una conciencia bastante aguda sobre estos temas. Tienden a tener una menor negación operando que en otras etapas de la vida. Pero cuando finalmente salen al mundo, otras necesidades, las de éxito económico o empezar una familia, por ejemplo, empiezan a pesar. Y para satisfacer esas necesidades, su temor a la muerte es empujado hacia la oscuridad y el subconsciente. Si los jóvenes de 20 años, por ejemplo, tuviesen una mayor conciencia de la muerte, ¿afectaría eso su ambición o empuje? Me inclino a pensar que sí. Ciertamente haría algo por aquellos que son más duros, y tienden a hacer miserable la vida de los otros. Una mayor conciencia de lo finito de la propia vida y de lo que su tiempo en la Tierra verdaderamente significa, ciertamente podría servirles.
-¿Cómo puede una mayor conciencia de la muerte afectar el amor o la relación de pareja?
-Si uno está más cercano a las propias preocupaciones existenciales inconscientes, la relación con su pareja se vuelve más rica, tolerante y de mayor amor. Cuando vemos a la otra persona como una criatura en la misma situación en la vida, en general le tenemos una mayor apreciación. Se disminuye la posibilidad de que lo usemos o de ser usados, y aumenta la posibilidad de que ambos busquen una comunión profunda.
-¿Y qué hay de la vida laboral? ¿Cómo puede afectarnos estar más conscientes de la muerte?
-Eso ya es más complicado. A veces, una mayor conciencia de la muerte puede ser mala para el trabajo. Por ejemplo, si uno no tiene la alternativa de poder cambiar de trabajo, una acentuada conciencia del propio final podría aumentar la insatisfacción. Pero si uno sí tiene la opción de irse de un trabajo, confrontarse con la muerte puede ser un llamado para buscar algo que lo satisfaga más.
-¿Y cómo le afecta a usted la conciencia de la muerte?
-Ciertamente a medida que han pasado los años he pensado más y más sobre el fin de mis días, que puede no estar lejano. Sé que no me queda un tiempo ilimitado por delante, así que quiero ver qué es lo central para mi vida en este momento. Por ejemplo, no quiero hacer cosas repetitivas; no quiero ser más parte de comités ni seguir enseñando, porque mi campo se está convirtiendo básicamente en farmacoterapia. La próxima generación de terapeutas en Estados Unidos probablemente no se entrene en psicoterapia porque las compañías de seguros no van a pagar por ello. Lo que siento es central para mí en este momento; es ser creativo y ver qué talentos tuve y no utilicé. Básicamente, soy alguien que cuenta historias basadas en ideas que tienen que ver con una perspectiva profunda y existencialista de la viuda. Me siento muy incómodo con la idea de que ese talento no sea utilizado.
-Algo que también se aprende con Schopenhauer, ¿verdad?
-El pensaba que hay que vivir la vida con la muerte en mente, para no dejar al final mucha vida sin vivir dentro de nosotros. Sabía que tenía un gran poder intelectual, y sentía que, con esa herramienta, su objetivo era el de comprender la vida. Cuando murió, dejó tras de sí libros que otorgan a la humanidad una sabiduría mucho mayor que la que tenían antes de su paso por la Tierra. Schopenhauer tenía una misión y la cumplió. Esa es la forma de vivir una vida muy auténtica.

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