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Paz y Ciencia

viernes, 9 de noviembre de 2012

Poder Autorreferente y Poder Social: ARTE

A veces hay que estropear un poquito el cuadro para poder terminarlo. Eugène Delacroix Al que tiene el poder le impide hacer muchas cosas el amor a los suyos. Séneca Al negarnos a aceptar un poder superior inmutable que nos supera, hemos colmado el vacío a golpe de imperativos personales y, súbitamente, nuestra vida se ha vuelto espeluznante. Alexandr Isáievich
El objetivo del poder es siempre apoderarse, dominar algo o a alguien. En su soledad, el asceta cristiano o el yogui hindú intentan alcanzar el dominio de su espíritu o de su cuerpo. Se llama libertad a esta posesión de uno mismo por sí mismo. Es, ante todo, autodominio. Pero este poder vertido hacia dentro, que disfruta con la propia conciencia de su ejercicio, puede dirigirse a otras metas, anhelar conquistas. El atleta es un asceta que dirige sus disciplinas a una obra distinta de la libertad. Aspira a lanzar la jabalina o el disco más lejos que nadie, a vencer, no solo a vencerse. Altius, citius, fortius. En la competición se compara con los demás, aparece su condición social. El asceta solo pelea consigo mismo, el atleta se mide con otro. La tarea del artista también comienza con su trabajo interior. Tiene que dominar su técnica, su estilo, sus sistemas de evaluación. Flaubert decía: "Ojalá pudiera escribir con el estilo que tengo en la cabeza". Y Van Gogh nos ha contado sus esfuerzos para dominar la línea. Los artistas crean por su propia satisfacción, pero, al mismo tiempo, a través de sus obras entran en contacto con el público. En este caso, las fronteras entre el poder autorreferente y el poder social se difuminan o solapan. El escritor desea dominar su arte, pero también influir en sus lectores, el profesor aspira a educar a sus alumnos, el enamorado sueña con enamorar a la persona amada. ¿Les mueve el afán de poder? Jose Antonio Marina: "La Pasión del Poder". Anagrama, 2008, Barcelona.

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