“Me llamaron loco y yo los llamé locos. Y maldita sea, me ganaron por mayoría de votos.” (Nathaniel Lee, al ser enviado a una institución mental en el siglo XVII)
He estado muerto. Me he apartado de los demás y me he encerrado en mí mismo. Sé que al hacer esto, en cierto modo he muerto. Hay que vivir en el mundo con los demás; si no, hay algo que muere en ti
El hombre sano es un loco que se ha curado, al menos exteriormente, antes de haber alcanzado la segunda fase de la locura: tal vez siga estando loco (en el sentido de ser un rebelde) pero ha dejado de manifestar los signos externos más comprometedores de la misma. Prefiere manifestar su rebeldía por estos caminos más secretos e indirectos, pero oficiales, canalizados y reconocidos como de utilidad pública que nuestra sociedad todavía no ha cerrado, y que son el arte y la política.
Para ser más exactos: el hombre sano es aquél que ha reconocido la necesidad del "falso yo". Todos tenemos un yo falso, un yo alienado, sometido a las exigencias de la sociedad. "En la vida ordinaria -dice Laing- no parece fácil que las cosas pasen de otro modo".
El esquizofrénico se caracteriza precisamente por rechazar este falso yo. Intenta considerar la totalidad de su existencia objetiva como la expresión de este falso yo. Sin embargo, "si un hombre no es bidimensional, si no tiene una identidad bidimensional basada en la conjunción de su identidad-para-otro y su identidad-para-sí, si no existe a la vez objetiva y subjetivamente, sino que solamente tiene identidad subjetiva, para-sí, entonces no puede decirse sea real" (El Yo dividido, R.D. Laing).
El falso yo es, pues, una concesión indispensable que hacemos a los demás. El psicótico sueña con la transparencia absoluta, con la ausencia de máscaras, en una palabra, con lo irreal. Quiere ser admitido como verdaderamente es. Y sin embargo, cuanto más atrae la atención hacia su verdadero yo, más teme revelarlo, pues tiene miedo de caer en poder de quien descubra su secreto: "Aspira a ser conocido, pero esto es también lo que más teme"
Y paradójicamente, "mientras el yo se parapeta cada vez más en una serie de relaciones imaginarias... el sistema del falso yo invade progresivamente el ser del individuo hasta que prácticamente todo sea concebido como de su pertenencia". Y
"la propia disociación del yo y el cuerpo (...) conduce a una situación psicótica en la que el cuerpo es concebido como algo que actúa no solamente para complacer a los demás y conciliarse con ellos, sino como algo efectivamente poesído por los otros": es pues, el propio loco quien nos invita a definir su locura por medio del concepto de posesión.
En resumen, el esquizofrénioo actúa como alguien
"que intentase curarse de una infección de la piel desollándose vivo". El hombre sano, al contrario, comprende que esta infección -el falso yo- era inevitable; prefiere cuidarla (en todos los sentidos de la palabra), mantenerla para mejor circunscribirla, antes que mutilarse pretendiendo arrancarla. Sabe que es más importante amar que ser amado; aspira más a comprender que a ser comprendido.
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