Sea cual sea tu situación, tus circunstancias, siempre tenemos derecho a volar como lo hace un niño al extender sus brazos planeando con los pies en la tierra. Él cree que vuela, siente que vuela, puede volar.
¿Dónde dejamos el niño interior?
¿Dónde dejamos la capacidad de jugar?
Crecemos y todo se vuelve solemne. Parece como si fuéramos unos seres reactivos al medio. Esto nos impide, en ocasiones, disfrutar de momentos dulces. Entonces esperamos al momento de tener una criatura dulce, linda e inocente, como un ángel. A partir de ahí, mientras es una linda criatura dependiente de nosotros, sacamos el niño interior. Jugamos y hacemos "chifladuras" juguetonas.
Juguemos sin reglas, olvidemos la competición de la vida y volemos como nuestros niños. Veamos si les alcanzamos. ¿Te animas?
sábado, 10 de noviembre de 2012
Nunca dejes de volar
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