Lo que se les de a los niños, los niños darán a la sociedad. Karl Menninger
Prisioneros de la Seguridad
La mayoría de los seres humanos solemos compartir una misma aspiración: tener el control absoluto sobre nuestra existencia. En general, queremos que las cosas sean como deseamos y esperamos. Y al pretender que la realidad se adapte a nuestras necesidades y expectativas, solemos inquietarnos y frustrarnos cada vez que surgen imprevistos, contratiempos y adversidades.
De ahí que nos guste crear y preservar nuestra propia rutina, intentando, en la medida de lo posible, no salirnos del guión preestablecido. Estudiamos una carrera universitaria que nos garantice salidas profesionales. Trabajamos para una empresa que nos haga un contrato indefinido. Solicitamos una hipoteca al banco para comprar y tener un piso en propiedad. Y más tarde, un plan de pensiones para no tener que preocuparnos cuando llegue el día de nuestra jubilación. En definitva, solemos seguir al pie de la letra lo que el sistema nos dice que hagamos para llevar una vida normal. Es decir, completamente planificada y, en principio, segura y carente de riesgo. Así, con cada decisión que tomamos, anhelamos tener la certeza de que se trata de la elección correcta, previniéndonos de cometer fallos y errores. Sin embargo, este tipo de comportamiento pone de manifiesto que nos sentimos indefensos e inseguros. Y esto, a su vez, revela que en general no sabemos convivir con la incertidumbre inherente a nuestra existencia. Paradójicamente, si bien tratar de tener el control nos genera tensión, soltarlo nos produce todavía más ansiedad. Por eso muchos estamos atrapados en esta desagradable disyuntiva.
Además, cuanto más inseguros nos sentimos por dentro, más tiempo, dinero y energía invertimos en asegurar nuestras circunstancias externas, incluyendo, en primer lugar, nuestra propia supervivencia física. Es interesante señalar que en muchas ocasiones experimentamos miedo sin ser amenazados por ningún peligro real e inminente. A esta actitud se la denomina "pre-ocupación". Eso sí, para justificar y mantener nuestro temor, solemos inventarnos dichos escenarios conflictivos en nuestra mente. De esta manera, la inseguridad se ha convertido en uno de los cimientos psicológicos sobre los que hemos construido la sociedad contemporánea. De ahí que la "seguridad nacional" sea uno de los conceptos más utilizados por los dirigentes políticos y que los departamentos y ministerios de defensa suelan contar con presupuestos desorbitados...
Así, la búsqueda de seguridad externa es, en esencia, una batalla de antemano perdida. Por más que nos esforcemos, no podemos encerrar el misterio de la vida -cuyo devenir es absolutamente imprevisible e inseguro- dentro de una caja de certezas. Curiosamente, la palabra "seguridad" tiene como raíz etimológica el vocablo latino "securitas", que significa "sin temor ni preocupación". Es decir, que la verdadera seguridad no está relacionada con nuestras circunstancias externas, las cuales están regidas por leyes naturales que nos son imposibles de gobernar y controlar. Se trata, más bien, de un estado emocional interno que nos permite vivir con confianza, liberándonos de nuestra arraigada obsesión por pensar en potenciales amenazas y peligros futuros.
Quien tiene miedo sin peligro se inventa el peligro para justificar su miedo. Alain Emile Chartier.
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