Aristóteles dice que la ira es necesaria, pero dominada por la razón. Séneca refuta al gran maestro de Estagira, argumentando que si lo que aparece es ira de verdad, entonces esta es incompatible con la razón. Si es una ira “razonable” ya no es ira. Y descarta también la creencia de que la ira moderada es buena, argumentando que un mal en menor medida nunca puede convertirse en un bien.
Añade Séneca, quien escribió todo un tratado sobre la ira que esta no solo es contraria a la naturaleza del ser humano, sino que es inútil e indeseable. La razón solo es más fuerte cuando está alejada de las pasiones. Cuando las pasiones aparecen, toman las riendas y no pueden ser dominadas por la templanza. Por ello mismo, hay que rechazar los impulsos de la ira en su misma raíz.
Finalmente, dice Séneca que la ira ni siquiera es útil contra el enemigo, porque en la guerra se consigue más con la serenidad, la reflexión y la estrategia, mientras que la ira favorece las derrotas. En el caso de injusticias o atentados contra la familia, en vez de la ira son más útiles la piedad y la virtud, que llevan a actuar con calma y diligencia.
Algunos estoicos admiten hasta cierto punto la expresión de la ira como algo natural. En cualquier momento puede ocurrir algo que te altere el ánimo y te haga mostrarte visiblemente enfadado. Alguien podría ser impertinente, el coche dejar de funcionar en la situación más inoportuna, o una persona de tu equipo cometer un error crítico a pesar de que le hayas dejado muy claro lo que debía hacer. Tu comportamiento instintivo en esas circunstancias puede ser enfadarte con bastante afectación. Y eso puede ser, como decía, hasta
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