Con tan sólo 19 años, Pablo Neruda protagonizó uno de los escenarios más desoladores en la edad adolescente; tras haber respirado los suaves y tiernos aires de la inocencia romántica y la aterciopelada neblina de la ilusión, el poeta chileno nos dio muestra de ese desencanto amoroso vuelto letras y los gritos de dolor que esto significaba. A partir de una atmósfera plenamente melancólica y de tintes eróticos, el emisor de estas palabras muestra el ensordecedor paso del romance (o la idea de éste) a la aflicción deprimente.
Esa postura que explora el sufrimiento producido por un desengaño que sirve como punto final para un recorrido literario llamado
“Veinte poemas de amor y una canción desesperada”
Dibuja esto en tu mente: le tienes tan cerca, que en el momento más insospechado podría inclinarse hacia ti, rozar los costados de tu torso con sus manos, confirmando que sus palmas son el complemento perfecto para tu piel, presionando de una vez y por todas sus labios contra los tuyos para después decirte que esperaba este preciso instante desde el primer minuto en que te conoció. Acariciando tu mejilla con la suya y dejando el suave recorrido de su respirar desde la comisura de tu boca hasta donde inicia tu oído. Le apresas fuertemente con tu abrazo y sabes que nunca se va a ir, porque ya te lo ha dicho con toda su presencia, con el palpitar de su corazón tras haber perdido un poco de oxígeno al besarte.
El lenguaje corporal lo es todo. Si se miran y charlan detenidamente, procura “enganchar” tu mirada con la suya, estimula la charla, intenta no aburrir, conecta tus gestos con los suyos. El cerebro humano avanza rápidamente sobre las impresiones fugaces; no dejes que se escape su atención de lo que dices o escuchas.
Una vez ya iniciada la conversación o el constante contacto, escucha y dale retroalimentación. No caigas en la adulación, pero a todos nos gusta escuchar que alguien aprecia lo que somos, así que congratula sus atributos, emociónate por sus éxitos y dale a entender que no hay nada mejor que verle ganando en la vida. Está totalmente comprobado que esos apoyos hacen que los humanos nos sintamos atraídos por una persona en específico: todo depende de cuanto soporte encontremos
“¿Qué es poesía? dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía… eres tú”.
Gustavo Adolfo Bécquer
Siempre preguntamos como niños llenos de mocos ¿Qué es poesía? Es una pregunta difícil de contestar, y se siguen a ésta algunas como ¿Dónde hay poesía? ¿Cómo es? ¿Se ve?, aún más.
Neruda en su escritorio.
La poesía, es cincel y piedra del tiempo, es lo único que puede desgarrar al tiempo, decirle “no sucedas”. Es testimonio incompleto, pero fiel de lo que sigue siendo, si no aquí… allá. Otro ha cruzado el umbral y no imagina la salida ni la forma de ésta. Por lo pronto, a ti te queda la piedra, que como monolito entre la hierba, te recuerda que alguna vez pasaste por ahí, que cruzaste el umbral y que quizá… sólo quizá, nunca más vuelvas a pasar.
Dejemos de lado los tratados de poesía, y entremos al espacio donde como en el estío que llega, se anuncia que la vida gira en torno a dos cosas: al amor, y a las demás insignificancias que dicen importar en la vigilia del existir. El sueño es amor, la vigilia, la sala de espera para pasar por el umbral que lo condensa todo en unas atiborradas ganas de ser con el otro un fin, donde, como en la muerte, no cambia nada. En la muerte no transcurre nada. El amor es querer que el árbol no mude de prendas, es desear que suceda y cuando pase, morir.
Y como piedras en el camino, la poesía reproduce -sólo por un instante – lo que fue en ella, lo que no pudo salir de otra forma del ser, del cuerpo, de la boca del poeta Pablo Neruda.
Pablo Neruda, Poeta chileno, es uno de los símbolos más grandes de lo que en Latinoamérica significa la poesía. Neruda es poesía.
Neftalí Ricardo Reyes Basoalto – nombre de nacimiento del poeta -, despunta como autor a la edad de 19 años, cuando publica la que sigue siendo la obra más popular de su producción literaria: Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Este libro, es el espacio que vio nacer el texto más recitado de Neruda; para no perder la costumbre, abre esta lista de los 10 mejores poemas de Neruda.
Porque Neruda sigue siendo poesía.
Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
–
Soneto 45
No estés lejos de mí un sólo día, porque cómo,
porque, no sé decírtelo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.
Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,
porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.
–
Si tú me olvidas
Quiero que sepas
una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
–
12
Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
–
15
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
–
Soneto 22
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.
Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angola, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.
Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto
mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
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