¿Cómo podríamos definir el bien y el mal en el siglo XXI? ¿Es posible seguir definiéndolos igual que los filósofos griegos? ¿Siguen vigentes sus teorías más de dos mil años después, o han perdido relevancia con el paso del tiempo? Una de las grandes preguntas, si no la primera, de la filosofía y de la ética es si el hombre es bueno o malo por naturaleza. Filósofos, artistas y escritores han elaborado distintas respuestas.
El tema del bien y el mal es inabarcable y depende del punto de vista desde el que se mire para que, además, se convierta en controvertido y complejo. ¿Quién ha dictado, a lo largo del tiempo, lo que es bueno y lo que es malo? Primero, fue la filosofía clásica; después, las distintas creencias religiosas; luego, la ley y la ética laica. Hoy, ¿quién asume la responsabilidad de definir lo que es bueno o malo? Todos tenemos una noción más o menos generalizada de ello. El bien y el mal son ideas que todo el mundo, o casi todo el mundo, posee, escribe el filósofo Bertrand Russell.
El problema radica en que no es posible dar por válida una sola definición porque ambas nociones son mucho más amplias, complejas y fundamentales que cualquier otra relacionada con la conducta. No es un tema sencillo, ni es un asunto que esté relacionado con «lo deseado» ni con el placer, ni con la cualidad de las cosas que conocemos. Tampoco tiene que ver con la «conformidad con la naturaleza» u «obediencia a la voluntad de Dios». Russell agrega: «El simple hecho de que se hayan propuesto tantas definiciones diferentes e incompatibles entre sí es una prueba de que ninguna es realmente una definición».
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