Resumen
Este artículo describe la obra y vida de los sociólogos que recogieron la antorcha de Marx. Se estudiarán las aportaciones de los marxistas ortodoxos – deterministas y científicos, para los que sólo había que esperar a que el capitalismo se derrumbara solo - y los marxistas hegelianos – más próximos a la sociología y que atribuían a las personas un sujeto político-.
Summary
This article describes the work and life of the sociologists who collected Marx's torch. It will study the contributions of the orthodox Marxists - determinists and scientists, for whom it was only necessary to wait until capitalism collapsed on its own - and the Hegelian Marxists - who were closer to sociology and who attributed to people a political subject.
Índice
- Marxistas ortodoxos: Engels y Kaustsky
- Marxistas hegelianos
- George Lukàcs
- Antonio Gramsci
Marxistas ortodoxos: Engels y Kaustsky
Después de la muerte de Marx, la teoría marxista quedó en manos de aquellos que veían en su teoría un determinismo económico y científico. El sociólogo norteamericano Inmanuel Wallerstein (1), recientemente fallecido, nombró esta época como la del marxismo ortodoxo.
Friedich Engels (2), amigo y benefactor de Marx, le sobrevivió y puede ser considerado el primer exponente de esta perspectiva y Karl Kautsky (3) su continuador.
Básicamente, el marxismo ortodoxo preconizaba que la teoría científica de Marx revelaba las leyes económicas que regían el mundo capitalista. Estas leyes apuntaban hacia el colapso inevitable del sistema. Y, si el sistema se iba a desmoronar de todas todas, todo lo que había que hacer era sentarse y esperar.
Esto excluía la acción política, una de las premisas principales de Marx. La inevitabilidad de la catástrofe capitalista no necesitaba de la actuación de los individuos, de la lucha de la clase trabajadora.
Este marxismo determinista, regido por leyes indiscutibles, era muy poco sociológico, pues parecía eliminar de un plumazo la relación dialéctica entre los individuos y las grandes estructuras sociales.
Marxistas hegelianos
Claro, esta forma de ver las cosas no se mantuvo mucho tiempo, se produjo una reacción entre los teóricos marxistas que condujo al desarrollo del llamado “marxismo hegeliano” en la primera década del siglo XX.
Los marxistas hegelianos se negaron a reducir el marxismo a una teoría científica que ignoraba el pensamiento y la acción del individuo. Se les llamó marxistas hegelianos porque se esforzaron en realizar una fusión entre el interés de Hegel por la conciencia con el interés de los deterministas por las estructuras económicas de la sociedad: individuo y clase, un enfoque a dos niveles.
En el nivel teórico reafirmaron la importancia del individuo, de la conciencia y de la relación entre el pensamiento y la acción. En el ámbito de lo práctico, subrayaron la importancia de la acción individual para provocar la revolución social.
Los principales autores de esta corriente fueron George Lukács (4) - no, no se trata del director de la “Guerra de las Galaxias”- y Antonio Gramsci.
George Lukács
Para George Ritzer (5), George Lukács es el principal exponente de este enfoque teórico. Fue el padre fundador del marxismo occidental y el autor de “Historia y conciencia de clase”, oficiosamente reconocida como la carta fundacional del marxismo hegeliano.
Lukács comenzó a principios del siglo a integrar marxismo y sociología. A mezclar el marxismo determinista con las teorías de Weber (6) y Simmel(7). Lukács mantenía que no rechazaba totalmente el trabajo de los marxistas económicos y que su intención era continuar su camino, ampliar y extender las ideas de éstos. Esta integración entre la teoría marxista y la sociología alemana se aceleró inmediatamente con el desarrollo de la teoría crítica durante los años veinte y treinta, y que será objeto de un artículo posterior.
La principal aportación de Lukács a la teoría marxista es su trabajo sobre dos ideas principales: la reificación y la conciencia de clase.
En la tradición teórica marxista, la reificación - en alemán, verdinglichung, literalmente "convertir en" o "hacer cosa" - es considerar a un ser humano consciente y libre como si fuera un objeto o cosa ni consciente ni libre; es decir, significa considerar a la persona como una cosa. El concepto se amplía para referirse a la cosificación de las relaciones humanas y sociales, que se transformarían - al reificarse - en meras relaciones de consumo de unas personas respecto a otras.
Lukács partió de lo que para él era el problema estructural central de la sociedad capitalista: el concepto de mercancía según lo entendía Marx. En este sentido una mercancía es básicamente una relación entre las personas que adopta la naturaleza de una cosa.
En la sociedad capitalista, las personas producen productos o mercancías como pan, automóviles, servicios, películas… Sin embargo, suelen olvidar el hecho de que son ellas las que producen estas mercancías, no les dan su valor, sino que la asignación del precio de estas mercancías se lo dejan a un mercado que, en un alarde de abstracción aceptado socialmente, se considera independiente de los actores.
El fetichismo de la mercancía es el proceso por el que los actores otorgan a las mercancías y, al mercado creado para ellas, una existencia objetiva e independiente en la sociedad capitalista. Bien, pues es este concepto de Marx de fetichismo de la mercancía, constituye la base del concepto de Lukács de reificación.
La diferencia crucial entre el fetichismo de las mercancías marxista y la reificación de Lukács se encuentra en el alcance de esos dos conceptos. Mientras Marx circunscribe el primero a la institución económica, Lukács aplica el segundo a la sociedad en su totalidad, es decir, al estado, al derecho y al sector económico. La misma dinámica puede aplicarse a todos los sectores de la sociedad capitalista: las personas llegan a creer que las estructuras sociales tienen vida propia, a resultas de lo cual éstas llegan a adquirir un carácter objetivo.
En segundo lugar, hemos citado entre los intereses de Lukacs el concepto de conciencia de clase que también estaba presente en la teoría original de Marx. Podemos definir la conciencia de clase como un sistema de creencias compartidas por los que ocupan la misma posición de clase en la sociedad, la aportación de Lukacs al concepto marxista estriba en que la conciencia de clase no era ni la suma ni la media de las conciencias individuales, sino que era una propiedad de un grupo de personas que ocupan posiciones similares en la maquinaria de producción capitalista.
Esto no explica por qué, como pasa ahora mismo, las clases – o por lo menos la clase trabajadora porque la burguesía nunca ha tenido problemas de identidad - no tienen conciencia de sí mismas, no tienen por lo general un sentido claro de sus verdaderos intereses de clase.
Y es que la conciencia de clase tiene que materializarse. Para Lukacs la mayoría de las clases sociales a lo largo de la historia no han sido capaces de superar las barreras que imponen las condiciones económicas, históricas y sociales que les impiden llegar a una verdadera conciencia de clase, dejando a las personas en una situación inconsciente de su posición, de su misión y de sus intereses.
Sin embargo, aquí le veo muy optimista a don Jorge, la posición estructural del proletariado dentro del capitalismo, le confiere una capacidad peculiar para desarrollar una conciencia de clase. La base económica del capitalismo se ve con mayor claridad y es más simple. Las personas pueden no ser conscientes de sus efectos, pero al menos se percatan inconscientemente de ellos. Como consecuencia de ello, llega un momento en que la conciencia de clase se hace consciente.
La sociedad entonces se convierte en un campo de batalla ideológico en el que se produce una pugna entre los que quieren escamotear el carácter clasista de la sociedad y los que pretenden divulgarlo. Si las cosas van bien para el proletariado, este pasa de ser una “clase en sí”, es decir, una entidad creada estructuralmente, a ser una “clase para sí”, una clase plenamente consciente de su posición y misión.
Dicho en palabras de Lukacs: “la lucha de clases se elevará del nivel de la necesidad económica al de los objetivos conscientes y al de una eficaz conciencia de clase”. Cuando la lucha alcance este punto el proletariado será capaz de actuar y destruir el sistema capitalista.
Lukács le vino a dar al marxismo un brillante barniz sociológico. Como afirma su tocayo George Ritzer, le preocupaba la relación dialéctica entre las estructuras – fundamentalmente económicas – del capitalismo, la ideología – especialmente la conciencia de clase -. El pensamiento individual y, en última instancia, la acción individual. Su perspectiva teórica vincula de modo significativo a los deterministas económicos y a los marxistas más modernos.
Antonio Gramsci
El señor Gramsci fue un hombre multifacético. Filósofo, político, sociólogo y periodista. Llegó a ser secretario general del Partido Comunista italiano y fue condenado a veinte años de cárcel por el régimen de Mussolini, curiosamente el fiscal del caso, dijo en su alegato que “debemos impedir funcionar a este cerebro durante veinte años”.
Salió muy enfermo de la cárcel y murió de hemorragia cerebral seis días después de alcanzar la libertad completa. Tenía cuarenta y seis años.
Gramsci vino a completar la teoría de Lukacs allí donde éste la había dejado más coja. Dio con una explicación de por qué a la clase trabajadora le cuesta tanto tener conciencia de clase.
En primer lugar, hay que decir que don Antonio censuraba a los marxistas ortodoxos por su determinismo, fatalismo y mecanicismo. Aunque compartía la idea de que existen regularidades históricas, rechazaba la inevitabilidad de los desarrollos históricos según leyes deterministas. No había que esperar sentado a que el capitalismo se hiciera el harakiri en virtud de una ley histórica, sino que las masas debían actuar y llevar a cabo la revolución social.
Pero para actuar, era necesario que las masas llegaran a ser conscientes de su situación – lo que lukacs llamaba conciencia de clase - y de la naturaleza del sistema en el que vivían. Las masas necesitaban desarrollar una ideología revolucionaria, pero no podían hacerlo solas.
Gramsci trabajaba desde supuestos bastante elitistas: eran los intelectuales los que generaban las ideas que después se divulgaban a las masas, quienes las llevaban a la práctica. Sin embargo, una vez que estas ideas influían en la clase trabajadora, las masas podían realizar las acciones que llevaban a la revolución social. En cierto modo, Gramsci dice que la opresión tiene un componente cultural y la revolución había que hacerla desde la cultura.
Pero ¿qué es lo que impide a las masas alcanzar una consciencia bien fundada de su situación? Bueno, pues aquí llega el concepto principal de la teoría gramsciana: la hegemonía.
Gramsci define la hegemonía como el liderazgo cultural ejercido por la clase dirigente. Es la construcción de un consenso social bajo los dictados de un grupo particular. Compara la hegemonía con la coerción, que es – según sus palabras – “ejercida por los poderes legislativo y ejecutivo, y se expresa en una intervención policial”.
Según Srnicek (8) y Williams (9), un proyecto hegemónico al estilo gramsciano construye un “sentido común” que instaura una visión específica de un grupo como si fuera la de toda la sociedad. Para ello se construyen alianzas políticas explícitas, se difunden valores culturales que apoyan una determinada manera de organizar la sociedad. No son ajenos a esta operación los medios de comunicación y la educación. Gramsci citaba específicamente a los intelectuales que trabajaban para los capitalistas.
En una hegemonía se recurre a otros trucos del merenduco, en primer lugar, se constituyen las relaciones sociales de manera que se produce una cierta convergencia intereses de clases, si al capitalista le va bien al trabajador también le irá bien.
En segundo lugar, se construyen infraestructuras y tecnologías que amortiguan los conflictos de clase, por ejemplo, si construimos calles anchas va a ser más difícil que nos hagan una barricada, en tiempos de Franco, se dice que se construyó el campus de la Universidad Autónoma de Madrid a prueba de disturbios estudiantiles. Se ha realizado en algunas instalaciones modificaciones en la infraestructura para realizar segregación entre las clases, más de una vez se han hecho puentes sobre las carreteras a una altura baja de manera que los autobuses – vehículo por excelencia de la clase trabajadora – no pudieran pasar.
Es muy costoso mantener el orden dando palos solamente. Con un sistema hegemónico, se domina la sociedad con más eficiencia, pues consigue que un gran número de personas acepten de buen grado la situación porque lo contrario significa ir en contra del sentido común. Y para las que las malas gentes que no se dejan convencer siempre quedan las medidas coercitivas del sistema legal y policial.
El concepto de hegemonía no sólo sirve para comprender la dominación capitalista, sino que orienta también los pensamientos de Gramsci sobre la revolución. Es decir, mediante la revolución no sólo se debe alcanzar el control de la economía y del aparato del estado; es preciso lograr también un liderazgo cultural sobre el resto de la sociedad. Para conseguirlo, Gramsci otorga un papel clave a la élite intelectual y, cómo no siendo quién era, al partido comunista.
Artículo Externo.
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. Psicólogo Online Y Presencial rcordobasanz@gmail.com Tno. +34 653 379 269
Página Web: www.rcordobasanz.es
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