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Paz y Ciencia

martes, 6 de enero de 2015

Psicoterapia Integrativa: Amor


Las necesidades relacionales están presentes a lo largo te todo el ciclo de la vida desde la infancia temprana hasta la vejez. Aunque presentes en la niñez temprana, las necesidades relacionales no sólo son necesidades de la niñez o necesidades que surgen en una jerarquía de desarrollo: son componentes reales de la relación que están presentes cada día de nuestras vidas. Cada necesidad relacional puede volverse figura o consciente como un anhelo o deseo mientras las otras permanecen fuera de conciencia o como fondo. Una respuesta satisfactoria por otra persona a la necesidad relacional de un individuo permite a la necesidad urgente retroceder al fondo y a otra necesidad relacional volverse figura como un nuevo interés o deseo. A menudo es en la ausencia de satisfacción de la necesidad cuando un individuo se da cuenta de la presencia de necesidades relacionales. Cuando las necesidades relacionales no están satisfechas es cuando la necesidad se vuelve más intensa y se experimenta fenomenológicamente como anhelo, vacío, una soledad molesta, o un intenso impulso a menudo acompañados por nerviosismo. La ausencia continuada de satisfacción de las necesidades relacionales puede manifestarse como frustración, agresión o enojo. Cuándo se prolongan las rupturas en la relación se manifiesta la falta de satisfacción de la necesidad como una pérdida de energía o de esperanza y se muestra en creencias de guión como “nadie está allí para mí” o “¿De que sirve?” (Erskine & Moursound, 1988/1998). Éstas creencias de guión son la defensa cognoscitiva contra el darse cuenta de las necesidades y los sentimientos presentes cuando las necesidades no reciben una respuesta satisfactoria de otra persona (Erskine, 1980).
La satisfacción de las necesidades relacionales requiere una presencia plena de contacto de otro que sea sensible y esté en sintonía con las necesidades relacionales y que también proporcione una respuesta recíproca a cada necesidad.
La seguridad es la experiencia visceral de tener nuestras vulnerabilidades físicas y emocionales protegidas. Implica la experiencia de que nuestras variadas necesidades y sentimientos son humanos y naturales. La seguridad es un sentimiento de ser simultáneamente vulnerable y estar en armonía con otro.
La sintonía implica el conocimiento empático de la necesidad de seguridad del otro dentro de la relación más una respuesta recíproca a esa necesidad. Incluye transacciones respetuosas que sean no-avergonzantes y la ausencia de daño o peligro real o anticipado. La respuesta necesitada es la provisión de seguridad física y afectiva de modo que la vulnerabilidad del individuo sea respetada y sea preservada. Comunica, a menudo no-verbalmente, “Tus necesidades y sentimientos son normales y aceptables para mí.” La sintonía terapéutica con la necesidad relacional de seguridad ha sido descrita por los clientes como “la total aceptación y protección,” como una comunicación de “consideración positiva incondicional” o “yo soy OK en esta relación.” La sintonía con la necesidad de seguridad implica que el terapeuta sea sensible a la importancia de esta necesidad y se comporte emocional y comportamentalmente de una manera que proporcione seguridad en la relación.
Las necesidades relacionales incluyen la necesidad de sentirse validado, confirmado, e importante dentro de una relación. Es la necesidad de que la otra persona valide la importancia y función de nuestros procesos intrapsíquicos de afecto, fantasía y construcción de significados y de que convalide que nuestras emociones son una comunicación intrapsíquica y interpersonal importante. Incluye la necesidad de tener todas nuestras necesidades relacionales afirmadas y aceptadas como naturales. Esta necesidad es una demanda relacional a la otra persona para esté implicada proporcionando una calidad de contacto interpersonal que valide la legitimidad de las necesidades relacionales, la importancia del afecto, y la función de los procesos intrapsíquicos.
La sintonía con la necesidad de aprobación de un cliente se lleva a cabo a través de la exploración fenomenológica y la presencia plena de contacto del psicoterapeuta. La reciprocidad afectiva del terapeuta con los sentimientos del cliente valida el afecto del cliente y proporciona la afirmación y normalización de las necesidades relacionales del cliente. El fijar la atención del psicoterapeuta en la función psicológica — estabilidad, continuidad, identidad, predecibilidad — de mantener rígidamente creencias o conductas da indicios de la probabilidad de que el cliente experimente vergüenza si se valida la importancia psicológica de las creencias o conductas. Tal validación es un requisito previo necesario al cambio cognoscitivo o comportamental duradero.
La aceptación por otra persona que sea estable, fidedigna, y protectora es una necesidad relacional esencial. Cada uno de nosotros como niños tenía la necesidad de mirar y confiar en nuestros padres, superiores, maestros, y mentores. Necesitamos tener a otros significativos de quienes obtengamos protección, estímulo, e información. La necesidad relacional de la aceptación por otra persona que sea consecuente, fiable, y fidedigna es la búsqueda de protección y guía que puede manifestarse como una idealización del otro. En psicoterapia tal idealización es también la búsqueda de protección frente al efecto intrapsíquico de un ego introyectado controlador, humillante para la vulnerabilidad de los estados del ego niño (Erskine & Moursund, 1988/1 998; Fairbairn, 1952; Guntrip, 1971). También puede ser la búsqueda de protección de las propias escaladas del propio afecto o de exageraciones de las fantasías. El terapeuta protege y facilita la integración del afecto proporcionando una oportunidad de expresar, contener y/o entender la función de tal dinámica. El grado en que un individuo mira a alguien y espera que él o ella sean fiables, consistentes, y fidedignos es directamente proporcional a la demanda de protección intrapsíquica, expresión segura, contención, o insight beneficioso. Idealizar o depender de alguien no son necesariamente patológicos como implicaba en términos de la psicología popular, “codependiente,” o cuando se malinterpretó como “transferencia idealizada” (Kohut, 1977), o como el juego psicológico de Berne de “¡Oh, Usted es Maravilloso, Profesor!” (1964). Cuando nos referimos a las expresiones de esta necesidad de ser aceptados y protegidos de algunos clientes, como “una Víctima que busca a un Salvador,” despreciamos o incluso patologizamos una necesidad humana esencial de relación que proporciona un sentimiento de estabilidad, fiabilidad, y confiabilidad.
En psicoterapia la sintonía implica el reconocimiento del terapeuta de la importancia y la necesidad de idealizar como una demanda inconsciente de protección intrapsíquica. Tal reconocimiento y sintonía por el terapeuta con la necesidad relacional del cliente ocurren a menudo aceptando y respetando la naturaleza del contacto interpersonal y la implicación terapéutica y no necesariamente tienen por que hablarse directamente. Semejante implicación terapéutica incluye tanto el sentimiento del cliente del interés del psicoterapeuta en el bienestar del cliente como el uso del sentimiento integrado del Self del terapeuta como la herramienta terapéutica más eficaz (Erskine, 1982; Erskine & Moursund, 1988/1998). Es esta necesidad relacional de ser aceptado por otra persona estable, fidedigna, y protectora lo que proporciona una razón centrada-en-el-cliente para dirigir nuestra vida y práctica de la psicoterapia ética y moralmente.
La confirmación de la experiencia personal también es una necesidad relacional esencial. Se manifiesta por la necesidad de tener la experiencia confirmada a través del deseo de estar en la presencia de alguien que es similar, que entiende porque él o ella ha tenido una experiencia parecida, y de que la experiencia compartida sea confirmada. Es la demanda de la mutualidad, un sentimiento de andar el mismo camino en vida junto a un compañero que es “como yo”. Es la necesidad de tener alguien que aprecie y valore nuestra experiencia porque él o ella sabe fenomenológicamente como es esa experiencia.
La afirmación de la experiencia del cliente puede incluir que el terapeuta se una o valore las fantasías del cliente. En lugar de definir la historia interior de un cliente que la relata como “sólo una fantasía”, es esencial comprometer al cliente en la expresión de las necesidades, esperanzas, conflictos relacionales, y estrategias protectoras que pueden constituir el centro de las fantasías. La sintonía con la necesidad de afirmación de la experiencia puede lograrse por el terapeuta que acepta todo lo dicho por el cliente, incluso cuando se entrelazan fantasía y realidad, tanto como la narración de un sueño revela el proceso intrapsíquico. Las imágenes de la fantasía o los símbolos tienen una función intrapsíquica y interpersonal significativa. Cuando la función de la fantasía se reconoce, se aprecia, y se valora la persona se siente afirmadas en su experiencia.
Cuando la necesidad relacional de la confirmación de la experiencia personal está presente en la comunicación de un cliente, él o ella puede estar anhelando a un modelo con una experiencia similar. Una psicoterapia sintonizada puede incluir el compartir las propias experiencias del terapeuta: diciendo cómo él o ella resolvieron un conflicto similar al cliente y proporcionando al cliente a un sentimiento de mutualidad. La sintonía es proporcionada por el terapeuta que valora la necesidad de confirmación revelando experiencias personales cuidadosamente seleccionadas, llenas de significado (i.e., pensando en el cliente) compartiendo vulnerabilidades o sentimientos y fantasías similares, y por la presencia y vitalidad personal del terapeuta. El cliente que necesita confirmación de la experiencia personal requiere una respuesta recíproca singularmente diferente que la del cliente que necesita aprobación del afecto o del que necesita ser aceptado por un otro fidedigno y protector. En ninguna de estas dos últimas necesidades relacionales es el compartir la experiencia personal o el crear una atmósfera de mutualidad una respuesta sintonizada a la necesidad del cliente.
La autodefinición es la necesidad relacional de conocer y expresar la propia singularidad de uno y de recibir reconocimiento y aceptación por el otro. La auto-definición es la comunicación de la identidad auto-escogida de uno a través de la expresión de preferencias, intereses, e ideas sin humillación o rechazo.
En la ausencia de reconocimiento y aceptación satisfactorios, la expresión de la auto-definición puede tomar formas inconscientes de oposición como la persona que empieza sus frases con “No” incluso cuando está de acuerdo, o quién constantemente se mete en discusiones o competición. Las personas compiten a menudo para definirse como distintos de otros. Cuanto más parecidas son las personas mayor es el empujón hacia la competición para auto-definirse.
La sintonía empieza con la sensibilidad del terapeuta a y la comprensión de que el adversario y la competición en las relaciones pueden ser una expresión de la necesidad de la auto-definición con reconocimiento y aceptación por parte del otro. La sintonía terapéutica está en el apoyo consistente del terapeuta a la expresión de la identidad del cliente y en la normalización del terapeuta de la necesidad de la auto-definición. Requiere la presencia consistente, pleno contacto, y respeto del terapeuta incluso ante la discordancia.
Otra necesidad relacional esencial es tener un impacto en la otra persona. El impacto se refiere a tener una influencia que afecte el otro en alguna manera deseada. El sentimiento de competencia de un individuo en una relación surge de la agencia y eficacia — atrayendo la atención e interés de otro, influyendo en lo que puede ser del interés de la otra persona, e influyendo en el cambio de afecto o conducta del otro.
La sintonía con la necesidad del cliente de tener un impacto ocurre cuando el psicoterapeuta se permite ser impactado emocionalmente por el cliente y responder con compasión cuando el cliente está triste, proporcionar un afecto de seguridad cuando el cliente está asustado, tomar al cliente en serio cuando está enfadado, y estar excitado cuando el cliente está jubiloso. La sintonía puede incluir solicitar la crítica del cliente de la conducta del terapeuta y hacer los cambios necesarios para que el cliente tenga un sentimiento de impacto dentro de la relación terapéutica.
Las relaciones se vuelven más personalmente importantes y satisfactorias cuando la necesidad de que el otro tome la iniciativa está satisfecha. La iniciativa se refiere al ímpetu por hacer contacto interpersonal con otra persona. Es el conseguir que el otro de alguna manera que reconozca y valide la importancia de uno en la relación.
El psicoterapeuta puede ser sujeto de una contratransferencia teóricamente-inducida cuando aplica universalmente los conceptos teóricos de no-satisfacción, salvación, o absteniéndose de hacer más de 50 % del trabajo terapéutico. Mientras espera a que el cliente comience el psicoterapeuta pueden no estar considerando el hecho de que una conducta que parece pasiva realmente puede ser una expresión de la necesidad relacional de que el otro tome la iniciativa.
La sintonía del terapeuta con esta necesidad relacional requiere una sensibilidad a la no-acción del cliente y la iniciación del terapeuta de contacto interpersonal. Para responder a la necesidad del cliente puede ser necesario que el terapeuta comience un diálogo, que se mueva de su silla y se siente al cerca del cliente, o que haga una llamada telefónica al cliente entre las sesiones. La disposición del terapeuta para comenzar el contacto interpersonal o tomar la responsabilidad de una porción mayor del trabajo terapéutico normaliza que la necesidad relacional del cliente de tener a alguien que ponga energía en extender la mano hacia él o ella. Tal acción comunica al cliente que el terapeuta está implicado en la relación.
La necesidad de expresar amor es un componente importante de las relaciones. Se expresa a menudo amor a través de la gratitud callada, del agradecimiento, dando afecto, o haciendo algo para la otra persona. La importancia de la necesidad relacional de dar amor — sea de los niños a los padres, hermanos, o maestros, o de un cliente a un terapeuta — es a menudo pasada por alto en la práctica de la psicoterapia. Cuando la expresión de amor se bloquea la expresión del sí-mismo-en-relación se frustra. Demasiado a menudo los psicoterapeutas han tratado a la expresión de afecto de los clientes como una manipulación, transferencia, o una violación de un límite terapéutico neutro.
La sintonía con la necesidad relacional del cliente de expresar amor está en la aceptación con agrado por parte del terapeuta de la gratitud del cliente y de expresiones de afecto cortesmente, y reconociendo la función normal del amor en el mantenimiento de una relación importante.
Aquellos clientes para quienes la ausencia de satisfacción de las necesidades relacionales es acumulativa requieren una sintonía consistente y fidedigna y una implicación por el psicoterapeuta que reconoce, valida, y normaliza las necesidades relacionales y los afectos relacionados.

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