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Paz y Ciencia

domingo, 18 de enero de 2015

Política en un país de necios

Vamos a hacer un inciso en esta entrega número 20 de la serie, dentro de la secuencia argumental que estamos siguiendo, para dedicarla por primera vez a exponer la crítica de algunos intelectuales, filósofos y pensadores del siglo XX hacia el capitalismo. Entendemos que constituyen una interesante aportación, que también nos ayudará a tener las ideas más claras. Por ejemplo, el judío alemán Eric Fromm (1900-1980) nos dice: “en estas sociedades se ha impuesto el concepto que lo que uno realiza lo hace exclusivamente para beneficio personal, esto ha llevado a construir una doctrina del más descarnado egoísmo, precisamente nos dicen que ese es el motor que motiva la producción, mientras el capital se ha convertido en el dueño de los hombres y estos han terminado como mercancía que puede ser vendida y comprada".
   
capitalismo201.jpgAtendamos los argumentos de Erich Fromm: “En el capitalismo, la actividad económica, el éxito, las ganancias materiales, se vuelven fines en sí mismos. El destino del hombre se transforma en el de contribuir al crecimiento del sistema económico, a la acumulación de capital, no ya para lograr la propia felicidad o salvación, sino como un fin último. El hombre se convierte en un engranaje de la vasta máquina económica – un engranaje importante si posee mucho capital, uno insignificante si carece de él-, pero en todos los casos continúa siendo un engranaje destinado a servir propósitos que le son extraños” (Eric Fromm, de su obra “El miedo a la libertad”).

Y continúa: “La tendencia hacia una mayor libertad que surgió con el capitalismo alcanzó su culminación al menos en los países centrales en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, pero esto tuvo un brusco freno al surgir la etapa monopolista. La concentración del capital implicó una evidente limitación para el surgimiento de iniciativas individuales, la independencia económica de muchas personas fue barrida por el capital monopólico. La clase media debió iniciar una confrontación con muy escasas posibilidades de éxito contra fuerzas evidentemente muy superiores, esta situación de inseguridad económica la llevó a altos niveles de desesperación. Un pequeño grupo de grandes capitalistas se fue apropiando paulatinamente de todo el aparato productivo, desplazando a los más débiles”.

capitalismo202.jpgCon el capitalismo liberal el hombre concluyó subordinado por completo a los fines económicos que impusieron un puñado de grandes capitalistas, de esta forma la iniciativa individual quedó reservada para esos pocos, por eso afirmaba Fromm que para revertir este proceso es indispensable que los hombres lleguen a tomar el control del aparato productivo y lo redireccionen hacia el objetivo de satisfacer las necesidades de las mayorías. Sólo si se logra una activa participación en el proceso social se podrá superar la desesperación y el aislamiento que impera entre los seres humanos, producto de haberse convertido en meros engranajes de una maquinaria inmensa.

Y por su parte, John Stuart Mill, en su obra “La revolución de la esperanza”, afirmaba: “Confieso que no me seduce el ideal de vida que defienden aquellos que piensan que el estado normal de los seres humanos es luchar por estar adelante; y que el pisotear, el empujar, el abrirse camino a codazos y el pisarse los talones, que constituyen el tipo actual de vida social, sean el destino más deseable para el género humano, no siendo otra cosa que los síntomas desagradables de una de las fases del progreso industrial… Más conveniente, a decir verdad, es que en tanto que la riqueza sea poder y hacerse lo más rico posible el objeto universal de la ambición, el camino para obtenerla debe estar abierto para todos, sin favoritismo ni parcialidad. Pero el mejor estado para la naturaleza humana es aquel en que, en tanto nadie es pobre, nadie desea ser más rico ni tiene motivo alguno para temer que lo desplacen los esfuerzos de otros por ponerse a la delantera”.

capitalismo203.jpgEn “La condición humana actual”, Eric Fromm afirma: “Los empresarios se han transformado en burócratas que manejan seres humanos de igual manera que si se tratara de cosas, el arte de mandar a la gente se llama relaciones humanas que carecen por lo general de toda humanidad”. Y en “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea” dice lo siguiente: “El ser humano dejó de ser la medida de las cosas en la esfera económica y ese lugar lo ocupan la producción y los negocios, durante el siglo XIX se produjo la explotación más despiadada de los trabajadores, rigiendo la ley de la selva en la economía, incluso la lucha entre capitalistas también podía ser salvaje”.

Fromm parecía prestar más atención al tema de la alienación del trabajo que al de la explotación, por eso escribió: “Creamos máquinas que obran como hombres y producimos hombres que obran como máquinas. El peligro del siglo XIX era que nos convirtiéramos en esclavos; el peligro del siglo XX no es que nos convirtamos en esclavos, sino en robots” (Eric Fromm, en “La condición humana actual”). El carácter sagrado que se le asigna a la propiedad privada en el capitalismo adquiere niveles de paradoja y hasta de absurdo, en razón que son muy pocas las personas dueñas de los medios de producción y que muy raramente se puso en duda la propiedad privada sobre los medios de consumo. Pero la irracionalidad llega al punto que a la institución de la propiedad privada se le otorga una condición lindante con lo religioso. De hecho mucha gente se opondría a la nacionalización de los medios de producción a pesar de carecer en su inmensa mayoría de participación en ellos, por lo que la expropiación legal chocaría con la violenta resistencia que haría imposible recurrir a esa medida al menos que se haga por medio de una revolución.

capitalismo204.jpgEn Marx el trabajo es una expresión genuina del hombre, una manifestación de sus facultades mentales y físicas, no lo consideraba únicamente un medio para obtener un fin, es un fin en sí mismo pues es la expresión de su energía. Su crítica sustancial al capitalismo no se limitaba a requerir una mayor justicia en la redistribución de la riqueza, sino que levantó la voz por la perversión que implicaba el trabajo forzado y enajenado que convierte a los seres humanos en “monstruos tullidos”. Para Marx el proceso de la enajenación del hombre se expresa en la misma actividad y en la división del trabajo, en su concepción el trabajo es la relación activa entre los seres humanos y la naturaleza, y en ese proceso se crea un mundo nuevo y también el hombre se crea a sí mismo. Pero a medida que la propiedad privada y la división del trabajo se desarrollaron, dejó de ser la expresión de la manifestación de las facultades del hombre, tanto el trabajo como el producto de él empezaron a tener una existencia al margen del hombre y de su voluntad, el producto pasó a tener independencia de su productor.

capitalismo205.jpgDecía Marx en los “Manuscritos económicos-filosóficos”: “El trabajador se vuelve más pobre a medida que produce más riqueza y a medida que su producción crece en poder y cantidad. El trabajador se convierte en una mercancía aún más barata cuantos más bienes crea. La devaluación del mundo humano aumenta en relación directa con el incremento de valor del mundo de las cosas. El trabajo no sólo crea bienes, también se produce a sí mismo y al trabajador como una mercancía y en la misma proporción en que produce bienes”. Por su parte, en su obra “¿Tener o ser?”, Eric Fromm afirma: “Este sistema económico produce individuos con una determinada personalidad donde el egoísmo se encuentra omnipresente, es precisamente esa disposición que nos impulsa a querer cada día más cosas, que el poseer nos causa placer y no así el compartir, que nos transformamos en personas avaras, donde lo importante es tener porque cuando más tengo más soy, a mis semejantes los veo como antagonistas que pueden quitarme parte de lo que tengo. Se considera absolutamente normal que muestre envidia por aquellos que tienen más que yo, pero también debo desconfiar de quienes tienen menos. Esa pasión por tener más, sin duda produce una confrontación de clases, aún cuando siempre se culpe a los que menos tienen de querer el enfrentamiento e intencionadamente se muestre a los privilegiados como los pacificadores”.

capitalismo206.jpgY sobre la visión mercantilista del trabajo y de la economía, manifiesta: “Al atribuir al mercado la facultad de fijar las reglas, si se despiden miles de obreros es producto de la mala suerte, a sus propias incapacidades o simplemente a una ley natural, la explotación será justificada por las leyes del mercado no por la avaricia de un individuo o a la incapacidad del propio empresario, en definitiva cuando el culpable es el mercado no existen responsables al menos de parte de los empresarios. En la jerarquía de valores del capitalismo, el capital ocupa un lugar más elevado que el del trabajo, la persona que es poseedora del capital es más importante que aquella que proporciona su trabajo, esto produce una escala de valores que ubica a las “cosas” por encima de las personas”. Lo dejamos aquí de momento, pero en sucesivas entregas de esta serie, retomaremos otras visiones del Capitalismo y del Marxismo difundidas por otros autores, como Antonio Gramsci, Marta Harnecker, Noam Chomsky, Renán Vega Cantor, Manuel Sacristán o Francisco Fernández Buey.

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