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Paz y Ciencia

lunes, 19 de agosto de 2013

Caperucita Roja: el final de la inocencia



Con "Caperucita roja", los hermanos Grimm ilustran el fin de la infancia. Después de su encuentro con el lobo, la niña pierde su inocencia y deviene un poco más prudente y bastante más juiciosa. João Guimarães Rosa y Chico Buarque escriben sus propias versiones de dicho cuento y nos ofrecen una perspectiva bien distinta del fin de la infancia cuando se la piensa -como el cuento tradicional- como un encuentro con lo casi innombrable. Caperucita Roja de los Hermanos Grimm Fita verde no cabelo de João Guimarães Rosa (versión bilingüe) Chapeuzinho Amarelo de Chico Buarque (versión bilingüe) Tanto "Caperucita Roja" como "Fita Verde no Cabelo" son textos que relatan la trayectoria del ser humano desde una supuesta inocencia infantil hacia el universo adulto y maduro. En el cuento de los Hermanos Grimm, ciertas acciones de personas inescrupulosas -metaforizadas en la figura del lobo- llevan a Caperucita Roja a perder su inocencia. En "Fita Verde no Cabelo", la personaje al presenciar la muerte de la abuela, se transforma, crece y se hace conciente de la realidad que la rodea. Finalmente en "Chapeuzinho Amarelo" notamos una inversión total de la historia originaria (sin duda marcada desde el inicio por el color de Caperucita, amarilla en este caso, por el miedo que tenía). En este texto, también hay una clara referencia a un pasaje muy winnicottiano: desde un estado -el de la niña- que no puede jugar, a otro estado en el que sí puede hacerlo; derrotero saludable en el que la personaje pasa del ser-miedo que le impedía jugar, a hacer del horror un juego compartido con los demás.
 
Caperucita Roja por Hermanos Grimm

  Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo porque le gustaba tanto, que todo el mundo en el pueblo la llamaba Caperucita Roja. Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí un lobo malvado. Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas, los ciervos... De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella. - ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca. - A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita. - No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta. Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles. Inocencia Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo. El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta. La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada. - Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes! - Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela. - Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes! - Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo. - Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes! - Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita. Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba. El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!. Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó. En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.

 

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