La Diada

He bajado todo Enrique Granados con los ojos rojos. Se supone que hoy es un día de fiesta en Barcelona, se supone.

Volví del centro por la tarde y revisé libretas, montones de libretas amontonadas en cajas, hay tantos poemas por todas partes que veo imposible pasarlos todos un día al ordenador, revisé libretas y al suelo cayó una foto y otra y otra, y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo al vernos estáticos sonriendo hace años...

Vagué por la casa semidesnuda de calor con la música a toda hostia retumbando en el edificio... Al mejor estilo quillaca adolescente, molestando a los vecinos, como Dios manda, con Junco, Los Suaves y Camarón, y todo en casetes porque no me va el cd y no tengo mp3...

Vagué aturdida con ganas de caerme al suelo y no levantarme en días, semanas. Allí dormida, como un feto, hasta que se me pasara esta sensación de no ser, de noche en el día, de risa falsa, de esta felicidad mía que no es cierta cuando cierro las puertas del cuarto y salen fotos y poemas, y calles que recuerdo, y bares, y voces, y lugares...

Toda esta Barcelona es una nave de locos a la deriva y... ¿Dónde ir si todo tiene un olor a algo que amaste y ya no puedes amar, ni oler, ni querer, ni...? ¿Dónde ir más que a mi pequeño silencio de niña con pecas, de niña con pies pequeños, de niña con ojos grandes y miopes, de niña derrotada por lo que no desea recordar? ¿Dónde ir más que a una plaza equívoca donde mirar los árboles, los enfermos árboles de Barcelona, y pensar desde otra plaza otro silencio para curar el agujero, la soledad, de esta ciudad de suicidas?

Poema de la Princesa Inca: "LA MUJER-PRECIPICIO"