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Paz y Ciencia

domingo, 24 de marzo de 2013

Corazón

Hoy, aquí y ahora me gustaría compartir con vosotros algo que me parece importante, fundamental y hermoso. Al mismo tiempo hay matices que me resultan frustrantes.
Vivimos en una sociedad en la que la mente tiene todo el poder, cavilar, pensar, darle vueltas a las cosas, reflexionar, etc.
Incluso existe una terapia especialmente dedicada a tales menesteres como es el psicoanálisis, puede resultar útil.
La mayor parte de lo que pensamos es tóxico y no creativo.
Erich Fromm se separó de Freud y realizó unos aportes esenciales porque integró la sociología. Él decía que la felicidad deviene con el amor y la creatividad. Freud hablaba del amor y el trabajo.
Ahora, los dispositivos estándar de salud mental consideran que la salud mental consiste en estar adaptado a la sociedad, ser funcional, es decir, ser "normal". Sin embargo hay algo verdaderamente importante que no se plantean, un ser humano no es una planta, no se plantean que anhelamos la felicidad, el bienestar.
Bajo mi punto de vista, el potencial humano de una persona es prácticamente infinito, independientemente de la psicopatología. El ser humano es bello, incluso personas antisociales pueden "sorprenderte" con gestos de verdadero cariño.
El núcleo de lo que quiero transmitir es que creo que nos iría mejor si pensáramos más con el corazón, esto es, con lo que sentimos. No hemos sido educados en esa faceta. Claudio Naranjo lo ha denunciado por activa y por pasiva, en conferencias, libros y artículos. La experiencia que supone hablar con una persona desde lo emocional acerca mucho más a los dos seres humanos porque se aparta la basura sideral de la cabeza, es decir, los prejuicios, la desconfianza, los miedos. Cuando hablamos desde el sentir y los sentidos estamos situándonos en un plano diferente porque no existen parapetos y es como acariciar simbólicamente a la persona. Estoy convencido de que podríamos amar mucho más y mejor a nuestros amigos, parejas, vecinos, pacientes, si somos como somos realmente, desde nuestro impulso e instinto.

Rodrigo Córdoba Sanz

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