Limitaciones a la capacidad de amar
Publicado
en la revista en Aperturas Psicoanalíticas nº039
Autor: Domene, Yolanda
Reseña: “Limitations to the capacity to
love”. Otto F.
Kernberg. The International Journal of Psychoanalysis 2011, DOI: 10.1111/j.1745-8315.2011.00456.x
Enamorarse,
establecer relaciones amorosas y mantenerlas, implica disponer de ciertas
capacidades que Kernberg identifica en las relaciones de amor maduro: idealizar
al otro, necesitarlo, confiar en él o en ella, sentirse agradecido por el amor
recibido, saber perdonar y pedir perdón, mantener un ideal común, son algunas de
estas capacidades, que por ausencia o limitación, pueden impedir a una persona
vivir una relación de amor madura.
El autor se adentra
en la exploración del amor, después de una larga trayectoria de lidiar con estas
cuestiones en la práctica analítica. Y es a partir de ahí, de observar las
notables carencias y limitaciones de pacientes bajo condiciones patológicas,
como construye un marco de las funciones implicadas en las relaciones amorosas
maduras. Advierte de los riesgos de tomar su exposición como una receta de lo
que es normal en el amor, presentando su trabajo como un marco teórico a partir
del cual poder explorar áreas donde se evidencian dificultades en la capacidad
de amar.
Describe cómo los
rasgos de personalidad masoquistas, narcisistas y paranoides interfieren
gravemente con la posibilidad de amar y ser amado en una relación recíproca, e
ilustra su análisis con material clínico procedente de pacientes en
psicoanálisis con una frecuencia de 4 sesiones
semanales.
Limitando sus
conclusiones a las parejas heterosexuales, abre la puerta a futuros estudios de
las relaciones homosexuales.
Enamorándose
En esta primera fase
de la relación se espera encontrar una idealización del otro, de su
personalidad, su físico y sus valores, acompañada de un intenso anhelo por
compartir la intimidad sexual y emocional. Una idealización que evolucionará del
primer enamoramiento, a un “estar enamorado”, fase que implica ya una relación
de amor estable. Sostiene el autor que esta evolución conlleva el tomar
conciencia de algunos defectos de la pareja, e incorporar a esa primera imagen
idealizada, los aspectos negativos del compañero y de la relación, integrándolos
en una imagen total, más completa del otro. En este proceso, la riqueza de las
experiencias íntimas compartidas se refleja en un profundo sentimiento de
gratitud por el amor recibido y correspondido, lo que genera un sentido de mayor
valor personal y riqueza emocional.
Para Kernberg, la
incapacidad de enamorarse es un signo patognomónico del narcisismo severo
(Kernberg, 1995)
Pacientes con rasgos
narcisistas, podrían realizar una evaluación de los pros y contras de la
potencial pareja o bien pasar por enamoramientos fugaces, ya que la defensa
frente a la envidia inconsciente les lleva a devaluar rápidamente a sus
compañeros.
Sujetos masoquistas
presentarán frecuentemente una dinámica en la que la idealización del otro,
acompañada de la fantasía de rechazo, les llevan a sentirse aún más
devaluados.
Cuando dominan rasgos
paranoides el miedo a ser maltratados o engañados puede inclinarles a prestar
atención a todo lo que pueda indicar una amenaza.
Interés en el
proyecto de vida del otro
Este aspecto de la
relación solo se evidencia claramente después de un tiempo.
El interés en la
historia personal, emociones, ideales y aspiraciones del ser amado estimula y
enriquece la vida propia. El autor considera que tiene lugar un proceso de
identificación con los intereses y valores del otro de forma que se hacen
propios. Gozar con el goce del otro, sentir placer y satisfacción con el
cumplimiento de sus sueños y esperanzas, ser feliz por los éxitos personales y
profesionales de la pareja, son expresiones de madurez y las fuentes de
crecimiento de una relación de amor.
Las personalidades
paranoides tenderán a distorsionar la experiencia subjetiva del otro por el uso
excesivo de mecanismos proyectivos.
El paciente
narcisista con su tendencia a no valorar al otro, a aburrirse con su
experiencia, a vivir las relaciones como competiciones, no puede interesarse
genuinamente por su pareja.
Kernberg ilustra su
exposición con un caso clínico de un paciente con una patología narcisista
severa, que en su tercer año de análisis se enamora de una mujer de gran éxito
social y profesional. Él disfrutaba del ascenso social que la relación le
reportaba, sin embargo no mostraba ninguna curiosidad sobre su vida interna,
sólo percibía lo que tuviese relación consigo mismo, es decir cualquier alabanza
o crítica. Conforme el impacto en su vida social, su fuente de gratificación
narcisista, iba disminuyendo, aumentaba el aburrimiento con la relación. Por
otra parte, el que ella gozase de éxito por su propia valía, llego a ser una
importante fuente de envidia inconsciente. También envidiaba su capacidad de
amar y disfrutar de la vida, se sentía incómodo y resentido cuando ella se
entusiasmaba con la gente, o con el arte. La defensa frente a esta intensa
envidia inconsciente era una devaluación de su
compañera.
Se cierra el
dramático círculo en el que se ve atrapado el paciente narcisista grave que solo
sería capaz de amar si la valía del otro no fuese vivida como un ataque a sí
mismo, pero la envidia le lleva a desvalorizar a ese objeto, que así, no merece
ser amado. Envidia y destruye internamente lo que admira y
anhela.
Confianza
básica
El poder mostrarnos
libremente frente al otro, con nuestras debilidades, defectos, inseguridades y
conflictos, requiere confiar en la empatía de la pareja y en su buena voluntad
para con uno mismo. Implica darle a conocer nuestras dudas y aspectos frágiles,
confiando en que el amor no quedará dañado por ello, y que la pareja aceptará y
tolerará esas fallas.
Confiar en el
otro y
abrirse implica la esperanza
de sobrevivir a los conflictos y
comprenderse mutuamente. Esa confianza requiere reciprocidad y no es compatible con la carencia de respuesta
en el mismo nivel por parte del
otro.
Esta capacidad de
apertura y honestidad refleja, según Kernberg, un sentimiento de seguridad que
emerge de la introyección del amor maternal, que prevalece aun cuando este
sentimiento se vea amenazado por la culpa edípica.
La infidelidad,
evidencia un fuerte conflicto de al menos una de las partes y pondrá a prueba
tanto la confianza básica en la pareja como la capacidad de perdón de
esta.
El que introduce a un
tercero, se encuentra en el desafío de elegir ser honesto por encima de la certeza de la preservación de la relación. Reconocer que uno ha herido al otro
y le ha sido infiel, y aceptar la responsabilidad que conlleva, es una indicación de la confianza básica en el
otro, aunque no se esté seguro del perdón y la supervivencia de la
relación.
Kernberg expone el
caso de una mujer (M.), cercana a los 40, que inicia el análisis por síntomas de
conversión y depresión neurótica crónica. Los conflictos permanentes con un
marido narcisista y la actuación fuera de la terapia de la trasferencia negativa
la llevan a una relación extramarital. Aunque primero idealiza a su amante,
luego siente que se muestra indiferente hacia ella, reactivando su resentimiento
edípico frente a un padre seductor y rechazante. Estos sentimientos se revelan
en la transferencia negativa hacia Kernberg y se analizan durante el
tratamiento. Tras finalizar su aventura, la aparición de un tercero que podría
revelar la infidelidad al marido, coloca a la paciente ante la duda obsesiva de
confesar o no y se acrecienta el temor de ella de ser pisoteada por su pareja.
Sin embargo, esta nueva situación permite que M., a través del trabajo
analítico, sea consciente de que las raíces infantiles de su temor a ser
castigada por su comportamiento sexual “prohibido", proyectado sobre su marido,
agravaba su ansiedad sobre la aventura pasada. A partir de ese momento, puede
evaluar de una manera mas realista la capacidad de la pareja de sobreponerse a
esta revelación y confiar en que su marido realmente la ama. Finalmente la
paciente decide reconocer abiertamente la aventura y comprometerse con su deseo
de resolver sus problemas matrimoniales. Este crecimiento de M., desde la
actuación inconsciente de sus conflictos matrimoniales y edípicos, a la decisión
de luchar por su relación conyugal desde la confianza y la honestidad, fue
acompañado por periodos de ansiedad tanto para M., como para los sentimientos
contratransferenciales de Kernberg. La pareja superó esta profunda brecha y tras
el proceso de duelo y la superación de la herida narcisista del marido de M., la
relación se fortaleció.
Obviamente, muchos
casos terminan en ruptura. La ampliación masoquista de la vivencia de la
traición o la intolerancia narcisista de haber sido herido dificultan el perdón
y la continuidad de la pareja.
Capacidad
de perdón auténtico
En
el amor maduro, la capacidad para perdonar el comportamiento del otro, es
necesaria para la supervivencia del amor tras los conflictos graves y los
periodos en los que predomina la agresión. En un
sentido más profundo, la capacidad de perdonar
refleja los logros de la posición depresiva, el reconocimiento de la
potencial agresividad propia, y la confianza en la
reparación de la relación traumatizada.
El
autor alerta sobre la necesidad de diferenciar esta capacidad, de la negación de
la agresión y malos tratos por parte del compañero. En este caso no hablaríamos
de perdón, sino de sumisión masoquista a un objeto abandonante o agresivo; ni de
confianza en el otro sino de confianza en una relación fantaseada alejada de la
realidad, lo que suele acompañarse de un notable desinterés por la experiencia
subjetiva de la pareja.
Según Kernberg,
comunicar los sentimientos de ser herido sin culpar al otro, es una cualidad sutil pero esencial de la comunicación abierta que
refleja la confianza en la otra persona.
En el curso del
tratamiento psicoanalítico, el terapeuta dispone de muchas oportunidades para
observar como el paciente reacciona cuando se siente herido e incomprendido. ¿Es
capaz de hacerse preguntas?, ¿reconoce el daño recibido?, ¿expresa su
infelicidad? y ¿cómo lo hace? No se trata de no exteriorizar el enfado y la ira,
sino de poder expresarse con la convicción de que la rabia no afectará al amor
básico de la pareja.
En la patología masoquista y sadomasoquista es
frecuente encontrar una tendencia crónica a provocar culpa en el otro. El autor,
citando a Dicks (1967), afirma que esta pauta en la relación, no solo refleja
una defensa frente a un superyó persecutorio, sino que también podría
servir como expresión de la culpa inconsciente frente a la posibilidad de una relación de pareja
feliz.
Humildad
y gratitud
Implícito
en el amor maduro está la aceptación sincera de la propia necesidad esencial del
otro y un elemento de gratitud por su existencia, por su amor. Conlleva aceptar
la incertidumbre derivada de posibles cambios en la relación que no pueden
predecirse, como los problemas financieros, la enfermedad y la muerte.
Puede considerarse
como el contrapunto de la pasión sexual y debe ser congruente con una autoestima
que permita aceptar el final del amor y el sufrimiento de la separación cuando
sea necesario, como contraste a un aferrarse desesperadamente a una relación de
dependencia.
Una mujer iniciando
la cuarentena, consultó por problemas para mantener relaciones de amor. Deseaba
casarse, pero su vida sentimental era una continua sucesión de relaciones
infelices. Presentaba marcados rasgos caracterológicos narcisistas y
masoquistas. Solo le atraían hombres de su propio entorno, exitosos, brillantes
y atractivos, con rasgos narcisistas y poco dados a embarcarse en relaciones
estables con ella. Sin embargo, si alguno se interesaba genuinamente en ella, lo
devaluaba rápidamente; ¿Cómo podría ser bueno un hombre que la necesitase a ella
más de lo que ella lo necesitaba a él? Por otro lado los hombres maduros sin
rasgos fuertemente narcisistas no la tomaban en serio. EL análisis reveló tanto
la intensa envidia inconsciente y resentimiento hacia los hombres y hacia las
representaciones de una imagen paterna poderosa y corrupta, como la culpa
inconsciente sobre las
implicaciones edípicas de todas
las relaciones amorosas. Se hizo evidente su búsqueda
inconsciente de comprensión y de una figura materna protectora, que contrastaba
con la actitud distante tanto de ella misma, como de su madre
real.
Lo que Kernberg
quiere destacar era que la vida de ella sin un hombre al que poder fusionarse
inconscientemente, era intolerable. Se sentía vacía, incompleta y sola. Se
aferraba a hombres imposibles y finalizaba con los que, al amarla, esperaban de
ella cierta reciprocidad. Oscilaba entre el miedo a ser abandonada, y una
arrogante actitud que la empujaba a demandar continuamente al otro sin ningún
sentido de gratitud por lo recibido, ni de humildad en el sentido descrito, ni
de interés por el mundo interno de sus parejas. En
una ocasión quedó impresionada por la importancia
de un hombre con quien participaba en los círculos internacionales
de arte, pero no podía
tolerar el compartir con
ella los problemas técnicos de
su trabajo.
En la relación
terapéutica, esta dinámica se traducía en ciclos repetidos en los que se
alternaba la dependencia hacia la figura terapéutica idealizada
y la frustración iracunda y el
desprecio y devaluación de la analista. El trabajo terapéutico había de pasar por una integración de
estos aspectos escindidos y una elaboración gradual de la relación inconsciente
con el padre poderoso corrupto y la madre ausente. Este aumento de tolerancia
hacia su propia ambivalencia se tradujo en que la paciente podía sentirse
agradecida hacia Kernberg y mantener una relación interna con él, incluso bajo
condiciones de intensa rabia, lo que le permitía interaccionar de forma más
realista.
Ahora, por
primera vez, evaluaba de forma más realista las actitudes
de los hombres hacia ella, en
lugar de limitarse a la búsqueda
de confirmación de su grandeza a través de su
admiración. Pero estaba todavía
muy lejos de la capacidad de
establecer una relación de amor estable.
Un
yo ideal común como proyecto de vida
común
Estar dedicado a una relación de amor como proyecto de vida que se infiltra en las tareas de cada día, es otro aspecto importante
que permite mantener vivo el interés en
la personalidad y la experiencia subjetiva del
otro. Expresa además, el establecimiento por parte de
ambos, de un ideal del yo común,
que trasciende a los ideales del yo de ambos partenaires.
El conocimiento y la aceptación de la inevitabilidad de los conflictos,
de la agresión
y de las discrepancias en lo cotidiano, en las experiencias sexuales y expectativas en la relación con los niños y la familia de origen, en la ideología y sistemas de valores, son parte de lo que hace que la vida de una pareja sea a la vez peligrosa y apasionante. Frente a estas vicisitudes, se requiere una reevaluación continua de los valores propios y esenciales de la personalidad que deben ser respetados por el otro, e igualmente tolerar y respetar los valores básicos y esenciales de la pareja. El compromiso de una vida en común basada en el amor maduro, facilita la creación de soluciones de frente a estos conflictos. Esto implica que el otro tiene que ser reconocido y tratado con honestidad, y que lograr el entendimiento es gratificante en sí mismo y fortalece las limitaciones de la pareja en ese contexto.
y de las discrepancias en lo cotidiano, en las experiencias sexuales y expectativas en la relación con los niños y la familia de origen, en la ideología y sistemas de valores, son parte de lo que hace que la vida de una pareja sea a la vez peligrosa y apasionante. Frente a estas vicisitudes, se requiere una reevaluación continua de los valores propios y esenciales de la personalidad que deben ser respetados por el otro, e igualmente tolerar y respetar los valores básicos y esenciales de la pareja. El compromiso de una vida en común basada en el amor maduro, facilita la creación de soluciones de frente a estos conflictos. Esto implica que el otro tiene que ser reconocido y tratado con honestidad, y que lograr el entendimiento es gratificante en sí mismo y fortalece las limitaciones de la pareja en ese contexto.
Señala
Kernberg,
la importancia de que ambos miembros de la pareja puedan comunicarse el amor
permanentemente, sintiendo el placer del re-encuentro con el amor del otro. La
comunicación constante y mutua de las experiencias de cada día, es la señal de
la conciencia permanente del proyecto de vida en común.
De
esta capacidad emerge otra: la de tolerar las separaciones, no solo temporales o
espaciales, sino en términos de las discontinuidades inevitables de toda
relación, por las experiencias individuales y autónomas de cada uno y por la
ambivalencia inherente a toda relación de amor.
Kernberg presenta un
paciente obsesivo que durante el tratamiento analítico se
quejaba del reproche constante de
su esposa por no compartir sus sentimientos con ella. Durante una sesión,
asocia esa actitud a la queja constante de su madre sobre su comportamiento, y al sentimiento de culpa que le
inducia.
Sin embargo parecía existir
una extraña discrepancia
entre las sesiones y la relación con su esposa, ya que últimamente,
frente a Kernberg sí expresaba su amor hacia su mujer. En
ese momento, el paciente se dio cuenta de que ser
"muy abierto" al expresar sus sentimientos de amor a su esposa le hacía sentirse incómodo con su terapeuta, que ahora representa a
la madre celosa. Era un
aspecto inconsciente de su
miedo a revelar la dependencia amorosa hacia su esposa y tal vez de su
miedo a parecer infantil por quererla
tanto.
El amor
implica compartir los significados que construimos permanentemente a partir
de la experiencia vital y de los cambios
de la vida.
Es lo contrario de una
pareja que se dan uno al
otro por supuesto. Compartir el uno con el otro los placeres que el otro da, como ver un gesto espontaneo y simpático en la pareja en un
encuentro social, compartir algo peculiar, un
gesto inesperado de amor, o de humor, una súbita expresión de placer del otro,
forma lazos fuertes en la unión de la pareja.
Con
frecuencia, la
culpa edípica, impide experimentar
una mejor relación matrimonial
que la que los padres del
paciente compartían, bien la
realidad bien en la fantasía, y puede ser la
fuente de una limitación excesiva en
el disfrute de uno con el
otro.
Una actuación masoquista frecuente en parejas de larga duración, es la posición acusatoria de una parte de la
pareja: "Él (o ella) debería haber recordado este
aniversario... consciente de que ese olvido me haría daño... sabe por experiencia lo que yo quiero”.
Nos recuerda Kernberg que muchos pacientes, y no sólo pacientes, tienen que aprender que los humanos no
tienen telepatía.
Dependencia
madura frente a la dinámica del poder
La
dependencia madura está estrechamente relacionada
con el sentido de gratitud por el
amor recibido, e implica un
sentido de responsabilidad por el otro tal, que
el logro del
proyecto de vida y la felicidad de
la pareja, se convierte en un objetivo personal
esencial
Kernberg citando a
Balfour señala que el compromiso de amor para cuidar de los otros parte de la
experiencia de un amor maduro, al igual que su contrapartida, la capacidad de dejarse
cuidar sin el sufrimiento que emerge de
los sentimientos de inferioridad,
vergüenza o culpa.
Esta capacidad está
alterada en los conflictos narcisistas en los que al
cuestionarse la superioridad e independencia fantaseada, surgen sentimientos de humillación e inferioridad, que a un nivel
más profundo, representan el fracaso de una
relación segura con la
madre introyectada.
Por otro lado también ha de ser
diferenciada de la sumisión masoquista.
Implica
poder sentirse sostenido por el amor del compañero, tolerar las debilidades
propias y las del
otro bajo condiciones de
enfermedad grave, o situaciones de
vida paralizantes.
En
situaciones menos dramáticas, la voluntad de asumir el control o ayudar al otro,
se expresa en el deseo natural de compartir las responsabilidades, las cargas y
tareas, de querer activamente ayudar, así como ser capaz y estar dispuesto a
pedir ayuda, con un sentido de equidad en la distribución de tareas y
responsabilidades. Es lo
opuesto a la preocupación por la distribución de tareas y las relaciones de poder, en las situaciones en las que la
agresión se infiltra en la relación de amor
y toma la forma de la necesidad de protegerse a sí mismo contra la agresión real
o fantaseada del otro.
Para el autor,
presentar las luchas de poder como un conflicto supuestamente inevitable entre hombres y mujeres, representa una
racionalización convencional del dominio patológico de la
agresión en la relación de una pareja. Es diferente de la ambivalencia normal de toda relación,
que puede ser absorbida y
utilizada en las funciones
positivas de una relación de
amor.
En la psicoterapia
psicoanalítica de
parejas con conflictos crónicos, es frecuente observar como tema dominante,
las luchas del poder.
Kernberg nos muestra como al explorar psicodinámicamente estos
conflictos, predominan los mecanismos proyectivos, tanto en el área de los
aspectos agresivos de las relaciones de objeto ambivalentes, como en el área del superyó, derivados
de proyección mutua de las
exigencias y prohibiciones infantiles. El autor cita a
Persona (2006,2007) al afirmar que los clichés convencionales sobre las
“guerras” entre géneros, permiten a menudo racionalizar las lucha de poder:
quién tenía razón y quién
estaba equivocado, la búsqueda de
culpables y la identificación con
los padres sádicos, son imágenes muy típicas de estas
interacciones.
Kernberg aunque apoya
a Henry Dicks al sostener que estas ambivalencias son un aspecto universal de
las relaciones de amor íntimo, advierte que una estructura de
personalidad paranoide grave maximiza el
dominio de estos mecanismos, y lo ejemplifica con el
hecho de que es frecuente observar como personalidades paranoides continúan
persiguiendo a sus ex parejas años después del fin de la
relación.
La
permanencia
de
la pasión sexual
Kernberg
cuestiona la afirmación frecuente en la literatura, sobre todo en la popular,
que asevera que la intensidad inicial del deseo sexual y
la pasión erótica, suele ser sustituida
por una relación afectiva más tranquila pero más profunda, en la
que disminuye la importancia del sexo, y un sentido de compañerismo reemplaza
las idealizaciones tempranas (Fonagy, 2008; Mitchell, 2002). Afirma
que los encuentros apasionados y las relaciones sexuales son aspectos
que no necesariamente disminuyen o
desaparecen a lo largo de tiempo.
El hecho de que, fisiológicamente, la frecuencia del deseo se atenúe en el caso de los hombres, mientras que se mantiene relativamente estable en el caso de las mujeres, no implica la disminución de la intensidad de la significación
de los compromisos eróticos, en
cualquier etapa de la vida.
El
autor cita a Stein para definir la esencia de la
intimidad sexual apasionada como “una alteración de los límites de realidad, una fusión de funciones corporales de cada uno, la penetración y ser penetrado, una fusión en
el abandono y la disolución momentánea de los límites entre el yo
y el otro” (Stein, 2008).
Una
relación de amor con éxito, requiere una capacidad amplia y
flexible para el ajuste mutuo de intereses y
necesidades sexuales. La idealización del cuerpo del otro no tiene por qué verse afectado por el cambio debido al envejecimiento o la
enfermedad. Compartir las
intimidades del propio cuerpo es
el equivalente a compartir las
intimidades de la vida
emocional y los problemas. La tolerancia de las manifestaciones del
envejecimiento, de uno mismo y del
otro, es una consecuencia de la
dominación del amor sobre la proyección inconsciente de la agresión
en el cuerpo del otro.
No se puede explicar
la sexualidad de modo reduccionista apelando exclusivamente a la interacción
madre e hijo, es necesario un modelo más amplio que integre los determinantes
intrapsíquicos, conflictos pre-edípicos y edípicos, y la fantasía inconsciente
en general.
Los conflictos
inconscientes a lo
largo de todo el espectro de
relaciones de objeto de una pareja, explican a menudo
inhibiciones en la naturaleza pasional de los encuentros sexuales, por lo que
pueden mejorar espectacularmente con la terapia. Mutuas proyecciones del superyó y la actuación de los
conflictos alrededor de la
agresión son las características psicodinámicas típicas de estos
conflictos (Kernberg, 1995,
2007)
El aburrimiento
sexual es típico de la patología narcisista. Este es desde luego un síntoma muy
generalizado, pero a menudo se agrava al combinarse con conflictos
edípicos sin
resolver y la patología
narcisista
Kernberg ejemplifica
esta manifestación típica de la patología narcisista
severa, con un caso clínico de un hombre de 50 años de edad, casado con una mujer
a quien trataba prácticamente como a
una esclava. El deseo sexual hacia
ella estaba prácticamente ausente.
Frecuentaba una
cadena de prostitutas de
alto standing con quienes experimentaba completa satisfacción
sexual sin ningún tipo de implicación emocional. Este equilibrio, estable durante muchos años,
comenzó a derrumbarse bajo un sentimiento creciente
de depresión y soledad
que lo llevó al tratamiento. En
el curso de este análisis se hizo evidente que su esposa representa tanto
a
la madre odiada y temida de su infancia, como al objeto edípico
prohibido en la lucha con la imagen internalizada de un padre punitivo.
En un proceso de lento desarrollo a lo largo de varios años, estos conflictos
inconscientes pudieron elaborarse en la transferencia y reflejarse en cambios en
la relación con su esposa. Sólo a
los 60 años de edad, fue capaz
de experimentar por primera
vez, un deseo apasionado hacia su esposa y de
valorarla.
“En el
fondo, el
conflicto inconsciente real no es entre la ternura, la naturaleza estable del
compromiso emocional y el
erotismo apasionado, sino entre el amor y la agresión, tanto dentro del terreno de la ternura emocional y el terreno de la pasión
sexual, como dentro de las
estructuras superyoicas que implican el ideal del
yo de la pareja y rasgos
persecutorios del superyó “(Kernberg, 1995; Stoller, 1979)
Todo
esto no
implica que en condiciones normales, la agresión
no deba estar disponible para defender los límites de una relación de amor contra "intrusos". Sostiene Kernberg que la capacidad
de los celos es una función protectora normal, alcanzada como
parte de la entrada en el dominio
de los conflictos edípicos, lo
que contrasta con su
ausencia frecuente en patología
narcisista severa.
Con otro caso el
autor nos muestra como la falta de celos normales, también puede expresar la puesta en acto de la culpa edípica sobre la posibilidad de una relación
sexual gratificante. Se trata de un hombre bastante tímido, en sus 30 años, que
en el análisis de un miedo crónico a la pérdida del control intestinal, relataba al analista una imagen paterna
aterradora y extremadamente severa, frente a quien sentía que tenía que
someterse.
Negaba los sentimientos de competencia y celos hacia un
amigo que intentaba aprovecharse de sus finanzas, y lo
expresaba en una formación
reactiva de tolerancia extrema al
comportamiento de éste y un enojo reprimido hacia sus negocios. La
resolución analítica de su
culpabilidad, disminuyendo su sumisión masoquista
al analista, finalmente le ayudó
a protegerse de él, al darse cuenta de que dejaba su
capital peligrosamente en sus manos, y que expresaba el mismo miedo que sentía a la
hora de hacerse valer para proteger su relación de amor.
Por
otro lado, si las agresiones mutuas inevitables no pueden ser resueltas y no
conllevan un mayor fortalecimiento de la relación, aceptar el límite o el final es necesario. Significa que es razonable y responsable para con uno mismo
esperar reciprocidad amorosa, pero si no es posible, la negativa del otro debe
ser aceptada y elaborada a través del proceso de duelo con
el predominio de mecanismos depresivos sobre los mecanismos paranoides de interacción. Esta forma de
atravesar el trauma de la
separación, puede aumentar la
capacidad para una relación más madura con una nueva pareja.
La posibilidad
de vida
en común bajo las condiciones del fin del amor, puede
ser un compromiso psicosocial razonable, pero es profundamente destructivo para el cumplimiento básico de la aspiración de una relación amorosa gratificante.
El
amor y el duelo
Una evolución
positiva, incluso bajo condiciones de un trabajo emocional profundamente doloroso, puede seguir a la muerte de la pareja
amada. En muchas ocasiones, señala el autor que sólo
después de la pérdida, se toma conciencia de la totalidad del valor de una relación
de amor. Así, el duelo normal, reforzaría la capacidad de
amar.
El
duelo normal no estaría dominado
por excesivos sentimientos de culpa, auto devaluación o la inseguridad generalizada, en contraste con la
característica de auto-depreciación en el caso del
masoquista, y el sentimiento de
humillación en la patología
narcisista. Nuestra capacidad de
amar debe funcionar como una gran garantía del
propio valor.
Separaciones
temporales, como consecuencia de un conflicto grave, decepciones o
abandono, pueden proporcionar un tiempo para la reflexión y la búsqueda
de un nuevo encuentro. Si ambas
partes se comprometen a trabajar en sí mismos y luego son capaces de
comunicar sus nuevos
conocimientos, este período de
separación puede ser fructífero. Un largo estancamiento en una
"separación de prueba", sin ningún tipo de nuevo desarrollo, en el que uno o ambos se perpetúan en la prolongación infinita de la situación actual, por lo general indica una
pérdida del amor por parte de uno
de ellos, y es un mal
presagio para la continuación del matrimonio. Los sentimientos de amor hacia el otro, así
como la expectativa de un compromiso
similar del compañero, deben
constituir la condición previa para el
mantenimiento o la reanudación de la relación. Encontrar un camino intermedio entre un idealismo basado en la negación de la realidad y una actitud paranoica
acerca de la motivación de la pareja,
puede ser la vía del reencuentro. Dicha resolución madura, contrasta con sumisión masoquista a una situación imposible o una negación narcisista de la posibilidad de que
uno puede ser rechazado.
Valoración
final
Kernberg, con este
trabajo de gran claridad expositiva, proporciona a los terapeutas un marco
mental de los componentes presentes en las relaciones de amor maduro, de forma
que a partir de la detección de su ausencia o restricciones, se pueda
diagnosticar aspectos sutiles de la patología narcisista, masoquista y
paranoide, que bloquean la vivencia plena del amor.
Los
intentos de abordar la naturaleza del amor pasional desde el psicoanálisis no
son muy abundantes, y Otto Kernberg integra la influencia de los aspectos
intrapsíquicos e intersubjetivos, las relaciones objetales primitivas, la
agresión y los determinantes psicopatológicos que influyen en la forma de
relacionarse en el amor, y cómo los conflictos en este área pueden explorarse en
la terapia y conducir, a través de su resolución en el campo analítico, a
interacciones amorosas más satisfactorias. Creo importante resaltar la propuesta
de que la pareja construye un yo ideal común que contribuirá al éxito de su
relación.
Quisiera agradecerle
al autor su aportación de un marco no solo aplicable en el tratamiento de
pacientes y parejas con conflictos severos, yo diría que útil en cualquier paciente y en cualquier
pareja, como guía de aspectos más o menos graves que pueden limitar la vivencia
plena de las relaciones de amor.
3 comentarios:
Estoy harto con este tema de no tener pareja. Es lo que más deseo, y lo que nunca me llega. Todas las mujeres siempre me rechazan. Ahora una mujer que parece que está interesada en mi, pero tengo miedo de que pase lo mismo, que me rechace como todas.
He decidido que me voy a arriesgar con ella. ¿Por qué iba a tener miedo? ¿De qué? De tener otra depresión y terminar suicidándome? Pero si ya estoy deseando suicidarme después de tener casi 30 años sin pareja. Voy a intentarlo con ella, mi deseo de tener pareja puede más que mi vida, mi deseo de tener pareja puede más que mi miedo a la muerte, mi deseo de tener pareja puede más que todo.
Quiero tener pareja, quiero a una mujer que me quiera. Y estoy dispuesto a perder mi vida por ello. Al fin y al cabo, mi vida ya no vale nada. La esperanza de tener pareja algún día es lo único que me mantiene con vida.
No se que me pasa cuando me gusta alguna chica la deseo mas que nada pero luego cuando descubro que ella siente interes por mi automaticamente yo pierdo el interes por ella nose como se le llame a eso pero siempre me pasa
Cuando intento pensar en enamorarme, dicho paso que nunca lo he echo, siento una profunda imposibilidad para esto, siendo mis razones básicamente falta de confianza hacia mi pareja; es algo que no me puedo ni imaginar, ya que no confió en otra persona que no sea yo, pero no creo que esto sea algo raro sino algo natural para mi.
Aun cuando intento y busco personas para enamorarme, termino tratándolos como amigos o por ultimo los desaparezco de mi vida.
He intentado estudiar a personas enamoradas, pero todas me salen con que solo pasa sin pensarlo mucho, lo que no entiendo realmente; también leo libros románticos para entender esto, pero solo logra confundirme más.
Ya que voy por mis 20, quiero intentar enamorarme pero se me hace muy difícil, si alguien tuviera algún consejo o respuesta para mi, seria de mucha ayuda.
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