Si tuviera que definir esas clases, diría que mis supuestos zoquetes y yo luchábamos contra el pensamiento mágico, aquel pensamiento que, como en los cuentos de hadas, nos hace prisioneros de un presente perpetuo. Acabar con el cero en ortografía, por ejemplo, es escapar del pensamiento mágico. Se rompe un maleficio. Se abandona el círculo. Despiertas. Pones un pie en lo real. Se ocupa el presente de indicativo, se empieza a comprender. ¡Algún día tienes que despertar, a fin de cuentas! ¡Un día, una hora! ¡Nadie ha mordido para siempre la manzana de la nulidad! ¡No vivimos en un cuento, no somos víctimas de un hechizo!
Tal vez enseñar sea eso: acabar con el pensamiento mágico, hacer de modo que en cada curso suene la hora del despertar.
martes, 26 de febrero de 2013
Mal de escuela: pensamiento mágico
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