El trastorno límite de la personalidad y el fenotipo de
hipersensibilidad interpersonal
Publicado
en la revista nº038 de Aperturas Psicoanalíticas
Autor: de Celis, Mónica
Artículo: BPS's interpersonal hypersensitivity phenotype: A gene-environment-developmental model. John G. Gunderson, MD y Karlen Lyons-Ruth, PhD. McLean Hospital, Harvard Medical School, Belmont, MA. Publicado en Journal of Personality Disorders 2008 Febrero; 22(1):22-41. doi:10.1521/pedi.2008.22.1.22
El trastorno límite de la
personalidad (en adelante, TLP), como otros trastornos psiquiátricos, es el
resultado de la interacción entre la diátesis genética y los estresores
ambientales. A lo largo de este artículo Gunderson y Lyons-Ruth exponen una
teoría según la cual el niño predispuesto al trastorno límite tendría una
hipersensibilidad de base genética a las interacciones interpersonales que
interactuaría con experiencias de cuidado adversas y estresores tardíos hasta
llegar a constituirse en estrategias interpersonales de tipo desorganizado y
controlador. Estas estrategias serían el caldo de cultivo para el desarrollo de
los rasgos interpersonales típicamente contradictorios del paciente límite (su
dependencia y su temor al rechazo).
El fenotipo de
hipersensibilidad personal
Se suelen distinguir, de
acuerdo con la evidencia que aporta la investigación, tres sectores de
psicopatología relacionada con el TLP: la inestabilidad afectiva, la
impulsividad y las perturbaciones relacionales. Se considera a las dos primeras
disposiciones psicobiológicas básicas (fenotipos) del TLP. Las perturbaciones
relacionales, por otro lado, han sido un foco central en las teorías clínicas
(por ejemplo, para Kernberg, Benjamin, Gunderson…). En 1997, Gunderson aporta
evidencia de que esta dimensión interpersonal de la psicopatología del TLP
podría conceptualizarse también como fenotipo, dado que la familiaridad y
heredabilidad son comparables con las de las otras dimensiones de inestabilidad
afectiva e impulsividad.
El estilo interpersonal
de los adultos con TLP resulta paradójico al combinar necesidades intensas de
proximidad y atención, y a la vez un fuerte temor al rechazo y al abandono. Dado que se da por hecho que la necesidad de
cercanía con otros ha de tener un valor evolutivo positivo, los autores
consideran el aspecto temeroso del estilo interpersonal del TLP como el más
distintivo y patológico. Esta dimensión, que combinaría miedo al abandono,
sensibilidad al rechazo, e intolerancia a la soledad, ha sido considerada
heredable a partir de algunos estudios, por lo que Gunderson y Lyons-Ruth se
refieren a ella como un “fenotipo de hipersensibilidad
interpersonal”.
Evidencia clínica de
hipersensibilidad interpersonal en el
tlp
Varios estudios muestran
que los estados emocionales de tensión intensa característicos de los pacientes
límite, y que suelen favorecer la disociación y los comportamientos
auto-dañinos, suelen ser provocados por acontecimientos que tienen un valor
interpersonal, tales como hallarse en
soledad o el hecho de haber recibido una crítica. También se encuentra que estos
pacientes son hipersensibles ante los estados emocionales que perciben en el
rostro de los demás.
También se observa en los
estudios longitudinales que la remisión de la sintomatología límite suele ser
respuesta a acontecimientos interpersonales de signo positivo. Cuando estos
pacientes recaen, es de manera típica en respuesta a eventos relacionales
negativos. En resumen, la sensibilidad y el alto valor negativo asociado a
acontecimientos interpersonales menores, reales o imaginados, especialmente en
relaciones de apego importantes, constituiría una vulnerabilidad psicológica
esencial en el paciente límite.
La hipersensibilidad
interpersonal y los tipos de apego en el
TLP
Las investigaciones que
han estudiado los patrones de apego de los adultos con TLP han documentado una
alta prevalencia (de más del 90%) de apego inseguro. El tipo de apego inseguro
preocupado (entre el 60 y el 100% según los estudios) muestra el aspecto
dependiente, necesitado de contacto, de
los pacientes con TLP, mientras que el tipo de apego inseguro no resuelto (entre
el 50 y el 88%) se relaciona con el aspecto temeroso del patrón interpersonal.
Ninguno de estos tipos de apego es específico para el trastorno límite, pero en
combinación arrojan una prevalencia en la población general del 3%, muy similar
a la estimada para el TLP.
Además de estos patrones
de apego no resuelto y preocupado, otros estudios han encontrado una alta
prevalencia de lo que algunos autores (como Lyons-Ruth) han denominado “apegos
hostiles-de desamparo”. Estos resultados sugieren que la representación de las
figuras de apego como hostiles, indignas de confianza o incapaces de cumplir con
su papel parental constituye un rasgo consistente del síndrome. Este retrato
resulta congruente con las observaciones de los propios pacientes tal y como han
sido recogidas en otros estudios.
La neurobiología y la
hipersensibilidad personal
El sistema
serotoninérgico
Existen datos de que la
perturbación del sistema neurotransmisor serotoninérgico contribuye de manera
potencial a la incrementada reactividad al estrés interpersonal que se observa
en el TLP.
El polimorfismo funcional
del gen SLC6A4[1], denominado 5HTTLPR, situado en una región repetitiva que modula la
actividad transcripcional, consta de una variante larga y una corta, con menor
actividad transcripcional, que podría dar cuenta de la captación reducida de
serotonina en las sinapsis. La presencia de esta variante se relaciona con un
aumento de la respuesta en la amígdala y el incremento de la descarga de la
hormona del estrés cortisol en respuesta a la separación en experimentación
animal.
En la medida en que en
algunas investigaciones de laboratorio, los acontecimientos interpersonales han
resultado ser el estresor más efectivo a la hora de facilitar la descarga de
cortisol, la anormalidad descrita en el sistema serotoninérgico podría
relacionarse con la hipersensibilidad interpersonal encontrada en los pacientes
límite.
El sistema
dopaminérgico
En relación con la
sensibilidad interpersonal, autores como Insel han descrito paralelismos entre
los apegos íntimos (relaciones paternofiliales o amorosas) y la adición, donde
lo que comienza como respuestas de recompensa positiva puede transformarse en
una inquietud de la que se derivan síntomas de abstinencia. Esta descripción nos
podría ayudar a entender el alivio y placer que siente el paciente límite cuando
recibe atención, y el cambio dramático que puede experimentar hacia una
situación de demanda y enfado cuando se produce la separación. Insel dice que
los caminos mesocorticales específicos (especialmente la corteza del nucleo
acumbens[2]) median esos apegos íntimos en
los roedores y que el descenso de dopamina en esas vías mesocorticales
interrumpiría el apego.
Así pues, los autores
suponen que el genotipo del futuro paciente límite será congruente con una
transmisión de dopamina normal o aumentada en las regiones cerebrales
relacionadas con el apego. Se trataría de una predisposición genética tanto
hacia una reactividad aumentada al estrés interpersonal, como hacia la
atribución de un valor de recompensa inicial alto a las señales relacionadas con
el apego.
Diversos estudios han
mostrado que los estímulos sociales evocativos (como pueden ser la presencia de
un niño o de una figura amorosa) provocan la descarga de neuropéptidos de
recompensa (como la oxitocina o vasopresina) y que esto parece ser necesario para que se desencadenen
comportamientos maternales o amorosos y posiblemente, incluso para la memoria y
recuerdo del estímulo social evocativo
particular.
Mediante Resonancia Magnética Funcional[3], se ha observado que la hipersensibilidad de los pacientes límite a las
caras que muestran emoción está mediada por la activación de la amígdala. Otros
estudios han puesto en evidencia que las reacciones ante el abandono de los
pacientes límite están relacionados con un aumento del flujo sanguíneo en el
córtex prefrontal dorsolateral (un área
responsable del recuerdo de la gente que no está presente) y por un menor flujo
sanguíneo en el cingulado anterior derecho, una región que coordina respuestas
más complejas.
Todas estas evidencias podrían apoyar la hipótesis de que las
experiencias que estos pacientes valoran como traumáticas o de abandono, son
recordadas de manera diferencial y se relacionan con intensas emociones de
temor, lo que puede interferir en la capacidad de sus cerebros para realizar
valoraciones complejas.
En
resumen, la investigación parece haber establecido una base neurobiológica para
las separaciones y los apegos que implica a los sistemas dopaminérgicos, es
específica para los mamíferos, y vincula neuropéptidos similares en las
relaciones maternofiliales y las relaciones románticas adultas. Los autores
proponen que formas particulares de este substrato neurobiológico evolucionan en
conjunción con las interacciones interpersonales en el curso del desarrollo, y
pueden eventualmente convertirse en específicas para la hipersensibilidad
interpersonal observada en el TLP adulto. Existe una evidencia creciente de que
la hipersensibilidad interpersonal representa un rasgo con componentes genéticos
y una base neurobiológica en áreas del cerebro (la amígdala y el eje límbico
hipotalamopituitarioadrenal –LHPA-) que están conectadas de manera íntima con
las áreas mesolímbicas responsables de los comportamientos de apego.
La contribución del niño
a la perturbación del apego temprano y la hipersensibilidad
interpersonal
Para estudiar la evolución del estilo relacional del
paciente límite, es importante tener muy en cuenta que los cuidadores no modelan
niños pasivos, y que los comportamientos de los niños influirán en los
comportamientos de los padres. El temperamento de un niño afecta a la crianza de
dos formas: tanto porque elicita de manera pasiva ciertos comportamientos
parentales, como porque exige de manera activa formas particulares de
interacción por parte de los padres.
El temperamento
vulnerable a la separación y el apego
La vulnerabilidad a la
separación es una forma de temperamento que puede estar relacionada con los
patrones de apego infantil que son homólogos a los problemas de apego del adulto
con TLP. Entre los niños con apego inseguro, aquellos con mayor tendencia a
reaccionar con malestar o más irritables
tienen mayor propensión a desarrollar la forma ambivalente del apego. Los niños
ambivalentes manifiestan combinaciones
de aferramiento, miedo, resistencia al
contacto, e incapacidad para calmarse en la presencia de los padres. Muestran
una estrategia de “hiperactivación” mediante el aumento de sus expresiones de
enfado y malestar para asegurarse la implicación de un cuidador que les atiende
de manera poco consistente. Una alta proporción de niños con apego ambivalente
pueden también ser clasificados como desorganizados. A su vez, de los niños que
muestran apego desorganizado, un subgrupo también exhibe las muestras exageradas
de malestar y la dificultad para calmarse que se asocian con el apego
ambivalente. Los autores sugieren que este grupo de niños, con apego
desorganizado y/o ambivalente pueden tener una vulnerabilidad incrementada para
el desarrollo posterior de TLP, de manera que la presencia de este temperamento
en la infancia constituiría un factor de vulnerabilidad que bajo condiciones de
crianza inadecuadas podría evolucionar hacia un apego ambivalente o
desorganizado, y posteriormente a un TLP.
El apego
desorganizado
El apego desorganizado
sería de especial importancia para el desarrollo del TLP por su asociación con
uno de los patrones de apego adulto, el apego no resuelto, que caracteriza a los
pacientes adultos que sufren este trastorno de personalidad. Esta forma de apego
implica un acercamiento a los cuidadores contradictorio, y respuestas de
evitación y disociativas que recuerdan al estilo relacional típico del paciente
límite.
Existen diversas teorías
(como las de Fonagy, Holmes, Lyons-Ruth y Jacobvitz) que conectan esta
forma de apego infantil con el TLP
adulto. La prevalencia de estrategias de apego desorganizado es más elevada
dentro de los grupos de estatus socioeconómico bajo (24%), niños de padres con
psicopatología (30-60%) y en muestras de niños maltratados (60-70%). En estudios
experimentales, los niños con apego desorganizado muestran niveles de cortisol
en respuesta al estrés relacionado con la separación más altos que los niños con
estrategias de apego seguro. Esto sería consistente con la base genética para
las anormalidades serotoninérgicas y el alto cortisol en respuesta a la
separación que encontramos en los pacientes
límite.
La genética del apego
desorganizado
Hay poca evidencia
consistente de que los patrones de apego sean heredables. De los tres grandes
estudios de gemelos que se han realizado, solo uno de ellos encontró una
heredabilidad modesta en la seguridad del apego. Sin embargo, se trataba de
muestras insuficientes. Además, estos datos contrastan con los de otros estudios
que encuentran una relevante heredabilidad para el TLP en adultos y con la
observación de los rasgos de miedo al abandono y sensibilidad al rechazo
(hipersensibilidad interpersonal) identificados por autores como Lang. La
incongruencia de los datos podría deberse a que las formas infantiles son
relativamente transitorias o a que sólo capturan débilmente las manifestaciones
interpersonales específicas de riesgo asociadas al
TLP.
Los estudios de genética
molecular han resultado también inconcluyentes a la hora de demostrar la
contribución de los genes al desarrollo de estrategias de apego. Entre una
muestra de niños de bajo riesgo, el Estudio Padres-Niños de Budapest (2000)
encontró que los niños que llevaban el alelo de 7 repeticiones del gen DRD4
tenían cuatro veces más probabilidades de ser clasificados dentro de la
categoría de apego desorganizado. La presencia de este alelo se asocia con una
baja sensibilidad del receptor dopaminérgico postsináptico, lo que podría
influir en la perturbación del apego.
En estudios posteriores
se encontró una fuerte relación entre la calidad de la comunicación afectiva
materna y la conducta de apego desorganizada en el niño cuando éste portaba la
variante más común (de 4 repeticiones) del alelo del gen DRD4. Entre los niños
con la variante menos común (el alelo de 7 repeticiones), no se daba esta
relación entre la comunicación afectiva materna y la desorganización infantil.
En opinión de los autores, estos resultados sugerirían que para los niños con el
alelo más común, y por ello con una función dopamínica más eficiente, el valor
de recompensa de las señales de apego materno sería mayor, lo que aumentaría la
capacidad para la regulación o desregulación basada en las cualidades de las
señales de los cuidadores.
La contribución de los
cuidadores en la perturbación del apego temprano y la hipersensibilidad
interpersonal
Después de haber
analizado las evidencias de que el código genético de un niño puede afectar a su
vulnerabilidad al malestar relacionado con la separación y a su responsividad a
las comunicaciones afectivas maternas, los autores valoran la bibliografía que
sugiere que los cuidadores tienen un efecto significativo sobre el desarrollo de
la perturbación temprana del apego del paciente límite y su duradera
hipersensibilidad interpersonal.
Informes
retrospectivos
En los informes
retrospectivos, los pacientes límite frecuentemente relatan experiencias muy
difíciles en las relaciones de apego primarias. Describen ambientes familiares
en los que experimentaron negligencia emocional por parte de ambos padres, y
retratan cuidadores que negaban la validez de los pensamientos y emociones
infantiles, eran distantes emocionalmente, inconsistentes, y o bien fallaban a
la hora de protegerlos o eran sobrecontroladores. Como parte de este cuadro,
también son frecuentes las separaciones tempranas.
Ahora bien, apuntan los
autores, sería necesario ser precavido a la hora de valorar los informes
retrospectivos de los pacientes con TLP, ya que, por un lado, la descripción que
los progenitores de éstos hacen del ambiente familiar suele ser menos negativa;
y, por otro, sucede con frecuencia que
los hermanos de los pacientes límite muestran una adaptación más favorable que
éstos.
La influencia del
cuidador sobre el apego infantil
Apuntan Gunderson y
Lyons-Ruth que cualquier modelo de desarrollo viable debe reconocer la evidencia
de que los comportamientos del cuidador influyen en el desarrollo de los
patrones de apego de los niños. Por un lado, las estrategias de apego mostradas
hacia los cuidadores primarios son más predictivas de la adaptación social
posterior que las que se muestran hacia otros cuidadores, incluso cuando el
cuidador primario no está relacionado de manera biológica con el niño. Por otro,
existen estudios que muestran que en el 70% de los casos el patrón de apego del
niño respecto del cuidador primario se puede predecir a partir del estilo de
apego mostrado por este cuidador con anterioridad al nacimiento del niño.
La contribución parental
al apego desorganizado
Main y Salomon, en 1986,
interpretaron que las respuestas de apego desorganizado ante el progenitor muestran un dilema de
aproximación-evitación, o miedo sin solución, donde el cuidador es tanto una
fuente de temor para el niño, como el único que podría calmarlo. Otros autores,
como Lyons-Ruth, han cuestionado si el progenitor por sí mismo necesita ser una
fuente de temor o, de manera más simple, es incapaz para calmar suficientemente
la activación del niño debido a una variedad de respuestas aversivas ante las
iniciativas de apego de éste – tales como retirada, desorientación temerosa,
reversión de roles, intrusión negativa, o respuestas contradictorias-. Este
repertorio de respuestas recuerda el panorama relacional descrito por los
informes retrospectivos de los pacientes límite que se comentó más arriba.
Enfrentado a este dilema, el niño muestra por turnos respuestas de apego
contradictorias, tales como gatear llorando tras la madre y luego tirarse al
suelo a medio camino; o llamar a la puerta durante la separación, y luego darle
la espalda a la madre en el momento del reencuentro. Estas respuestas paradójicas reflejan de
manera dramática los componentes
contradictorios de necesidad y miedo de los comportamientos interpersonales
prototípicos del adulto límite.
Un estudio prospectivo
mostró que la presencia de comunicación afectiva disruptiva –especialmente
distanciamiento emocional- por parte de madres de niños de 18 meses, predecía
rasgos límite en adultos jóvenes, relaciones particularmente inestables y
comportamientos autodañinos. Estos datos prospectivos sugieren que la cualidad
de la comunicación afectiva padres-hijo temprana (y quizás continuada), puede
ser un factor importante e independiente en la contribución al desarrollo
posterior de TLP adulto.
Psicopatología
parental
Parece existir una alta
frecuencia de psicopatología en los padres de los pacientes con TLP. Aunque la
bibliografía especializada no confirma la tesis de algunos autores de que las
madres de los pacientes límite sufren ellas mismas de un TLP, sí muestra que tal
psicopatología se encontrará en tal vez tanto como el 10-15%, y que estas madres
con trastorno límite son más insensibles a sus hijos ya a los dos meses de edad
de éstos, los que al año de vida tienen más probabilidad que los otros niños de
mostrar patrones desorganizados de apego. Además del TLP, las investigaciones
sobre la familia de los pacientes límite muestran altas tasas de abuso de
substancias, trastornos depresivos, trastornos de la alimentación y personalidad
antisocial u otros trastornos de la personalidad en ambos padres. Se estima que
sólo un 30% estaría libre de trastornos psiquiátricos.
Aún más importante, en
opinión de los autores del artículo, sería la prevalencia en familiares de
pacientes con TLP de los fenotipos afectivo, impulsivo e interpersonal. Algunos
estudios han encontrado que un 50% de los familiares tienen inestabilidad
afectiva, 33% impulsividad, y 28% tienen el estilo de relación perturbado de su
descendencia límite.
Dada la alta frecuencia
de enfermedad psiquiátrica y la demostrada familiaridad de los fenotipos
relacionados con el trastorno límite, parece razonable concluir que muchos, si
no la mayoría, de los padres de individuos pre-límite están ellos mismos
predispuestos a ser o bien poco reactivos, o bien hipersensibles a la
predisposición temperamental de sus hijos.
La evolucion de los
patrones de apego desorganizados en los niños en edad escolar: las estrategias
de apego controladoras.
Entre los 18 meses de
edad y los 6 años, alrededor de dos tercios de los niños con apego desorganizado
evolucionan de tal manera que acaban desarrollando patrones de relación que
parecen tener la finalidad de controlar la interacción con la figura de apego.
Este cambio, plantean los autores, tendría como objetivo aumentar la implicación
de un padre que se muestra incapaz de satisfacer las necesidades del niño de
bienestar y seguridad. Como base de este cambio, hay que tener en cuenta que a
partir de los 18 meses se hace más probable que un niño que tiene sentimientos
negativos hacia un progenitor los exprese en forma de enfado, lo que puede ser
experimentado por un padre hipersensible como una forma de
rechazo.
Este cambio hacia
estrategias de control implica dos formas distintas. Una de ellas, el
comportamiento “controlador-punitivo”, supone un intento por parte del niño de
controlar la relación a través de comportamientos hostiles, coercitivos, o
sutilmente humillantes. La otra, “el comportamiento controlador-cuidador”,
implica que el niño trata de controlar al adulto a base de entretener, organizar
o dar aprobación. Estas formas de comportamiento no son mutuamente excluyentes,
y muchos niños alternan los comentarios devaluadores, directivos o insultantes
con el comportamiento solícito hacia los
padres.
Aún no existen datos
prospectivos que conecten tales estrategias de apego controladoras con el TLP
adulto u otra psicopatología. Sin embargo, varios estudios han mostrado que los
pacientes adultos con TLP con frecuencia informan de que se produjo en su
infancia parentificación o comportamientos de control punitivo hacia sus padres.
Intentando entender la evolución de estos patrones en la adolescencia, Lyons-
Ruth ha encontrado que los adolescentes con estrategias controladoras con los
padres tienen mayor probabilidad de desarrollar apegos no resueltos en la
juventud.
Si se pudiera probar que
estas formas controladoras de apego en la infancia y primera juventud están
relacionadas con el desarrollo de TLP, como los autores proponen, tendríamos un
panorama aún más complejo del fenotipo de hipersensibilidad interpersonal. Estas formas de interacción infantil reflejan
una capacidad considerable de inhibir las propias necesidades y ser
hipervigilante y de estructurar la interacción alrededor de las necesidades del
cuidador. En contraste con la visión que tenemos del paciente límite como
simplemente demasiado reactivo, centrado en sí mismo, o incapaz de
mentalización, este proceso descrito sugeriría que algunos pacientes con TLP
podrían estar maladaptativamente predispuestos a inhibir sus propias necesidades
como resultado de su alto entonamiento afectivo con las señales implícitas de
los demás. Esta sensibilidad especial podría no ser articulada a niveles
reflexivo y verbal. Tampoco sería el paciente capaz de identificar y comunicar
sus propias necesidades interpersonales, que entonces corren el riesgo de ser
“actuadas” de manera autodañina.
Un modelo interactivo de
la relación niño-cuidador en el recorrido hacia el trastorno límite de la
personalidad
A través de esta
revisión, los autores hacen evidente que no se puede hablar del desarrollo del
niño en aislamiento de sus cuidadores o de la crianza en aislamiento de los
rasgos particulares del niño pre-límite. Dada la probable contribución
diferencial al TLP de una sensibilidad temperamental predisponente al estrés
interpersonal, los estados más extremos de malestar en el niño pueden disparar
estados de temor en un cuidador vulnerable (ya sea porque esté deprimido,
ansioso, enfermo, o traumatizado), lo que a la vez puede hacer que el cuidador
esté menos disponible para el niño. En apoyo a este modelo transaccional,
algunos autores argumentan que dado que el cuidado maternal es más costoso y por
ello más condicional (menos ritualizado y predecible) en los humanos que entre
los primates, la adecuación de estos cuidados depende mucho más de la capacidad
del bebé de vincularse con el cuidador.
Hasta la fecha pocos
estudios han examinado las interacciones
entre las cualidades del medio de crianza y las cualidades genéticas o
temperamentales del bebé en los desarrollos evolutivos que llevan al TLP. La
tesis de este artículo es que los rasgos psicobiológicos innatos o
temperamentales en el niño interactúan con predisposiciones relacionales
adversas en los padres para crear interacciones progresivamente difíciles que
culminan en el síndrome completo del TLP adulto. Se propone que la
hipersensibilidad interpersonal del niño y los rasgos reactivos al estrés serían
más capaces de provocar el distanciamiento por indefensión o el comportamiento
temeroso de los progenitores y que tales reacciones tendrían más efectos
significativos sobre el niño vulnerable. Podríamos hipotetizar además que los
padres de un niño con TLP a menudo tienen por sí mismos una disposición a dar
respuestas adversas a la dependencia o al enfado del niño, y que esta
disposición puede provocar una escalada de interacciones
negativas.
Conclusiones
En este intento de
integrar evidencias empíricas y desarrollos teóricos diversos para presentar el
estado actual de conocimiento sobre las trayectorias que conducen al estilo
interpersonal característico del TLP los autores reconocen haber tenido que
dejar de lado otras condiciones asociadas a esta patología, como pueden ser el
trauma u otros fenotipos como la inestabilidad afectiva o la impulsividad. En
cualquier, los recorridos evolutivos descritos no son los únicos, sino que
constituyen un componente relacional temprano que interactúa con otras
predisposiciones de padres y niños para aumentar la probabilidad de padecer el
TLP en la edad adulta.
Sería necesario
investigar en otros sentidos, como cuáles son las formas de crianza que se
pueden considerar de riesgo para los subgrupos que son más susceptibles de
desarrollar el trastorno límite, o la identificación de marcadores de riesgo
para el desarrollo de apegos desorganizados. Sí parecen coincidir los enfoques evolutivo y clínico en que la
tendencia a retirarse ante las necesidades o protestas del niño puede
considerarse un factor relevante.
Por otro lado, la
genética molecular psiquiátrica es un campo de desarrollo reciente y las
especulaciones al respecto de la genética de la hipersensibilidad interpersonal
habrán de ser afinados y revisados según aparezcan nuevos
hallazgos.
A pesar de las
limitaciones descritas, lo que para los autores resulta incuestionable es que
está emergiendo una convergencia entre los estudios sobre las características
interpersonales de los pacientes con TLP y los trabajos evolutivos sobre las
relaciones de apego tempranas.
La transmisión
serotoninérgica está regulada principalmente por el transportador de serotonina,
codificado por el gen SLC6A4. Un importante número de estudios ha
relacionado este gen con enfermedades neuropsiquiátricas de tipo afectivo o
relacionadas con la ansiedad, como el trastorno obsesivo-compulsivo,
la
impulsividad, la depresión mayor y el elevado neuroticismo [14-16]. Asimismo, se
ha analizado la relación entre el
gen SLC6A4 y la esquizofrenia, aunque los resultados son menos claros y
más contradictorios [1]
El núcleo accumbens es un grupo de [2]neuronas
del encéfalo,
localizadas en el lugar donde el núcleo
caudado y la porción anterior del putamen
confluyen lateralmente dispuestos con respecto al septum
pellucidum. Se puede dividir en dos estructuras, la zona central y la
corteza, que tienen diferente morfología y función. El núcleo accumbens y el bulbo
olfatorio forman colectivamente la parte ventral del cuerpo
estriado, que es parte de los ganglios
basales. Se piensa que este núcleo tiene un papel importante en la
recompensa, la risa, el placer,
la adicción
y el miedo.
http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000713&a=El-trastorno-limite-de-la-personalidad-y-el-fenotipo-de-hipersensibilidad-interpersonal
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