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Paz y Ciencia

viernes, 8 de febrero de 2013

Espiritualidad en Occidente y Oriente



Mientras que los caminos religiosos tradicionales intentan lograr la liberación interior del mundo mediante el desasimiento de esta vida terrenal, desplazando lo esencial al más allá, para allí alcanzar una mirada directa de lo Absoluto, de lo Divino, del Vacío y de lo desconocido, la espiritualidad actual e integral parte de los caminos místicos del Oriente y de Occidente y coloca el aquí y ahora en el centro. Porque lo indescriptible se manifiesta en el aquí y ahora precisamente en esta forma, en este momento, de desasirse de esta vida, de entrar en el cielo o en una reencarnación para alcanzar el gozo o la salvación. Se trata de bailar la danza del proceso de evolución en este preciso instante. No se baila para llegar cuanto antes al final, se baila por el baile mismo. La meta consiste en experimentarse a sí mismo como bailarín, en hacer la experiencia de que todo actuar está penetrado de espiritualidad. Es caer en la cuenta de estar ligado con todo en una presencia fuera de toda duda. Esto supone un estado de consciencia despierto, muy diferente del habitual, que permite pasar a la experiencia del Vacío, de la Nada. Pero esta vacuidad no está vacía, y la Nada no es que sea nada. Es una consciencia que podemos designar como transracional o bien no -racional. Esta experiencia se caracteriza por una cualidad tan extraordinaria que no admite dudas sobre su realidad y que es capaz de abrir puertas olvidadas, derribar convivviones religiosas y deparar consecuencias insospechadas para la vida. Esta experiencia desemboca luego en la vida cotidiana, como nos lo enseña el décimo y el último cuadro del boyero del zen, donde figura el regreso a la plaza del mercado. Aquí, en nuestra vida completamente corriente, tiene que validarse toda experiencia mística. Porque la meta de la mística no es ningún éxtasis elevado, sino el desarrollo total de nuestra humanidad. A través de la experiencia de la Nada el camino lleva al Todo. La mística auténtica afirma al mundo y conduce hacia una forma muy nueva de amor al mundo. No solamente dice sí al mundo y a la persona, sino también al proceso histórico desarrollado en el tiempo. Porque la persona que haya superado su antropocentrismo y geocentrismo infantiles en la experiencia mística sabe que está integrada en el proceso evolucionista, en el que se desarrolla lo divino. Nacer y morir, lo bueno igual que lo llamado malo se reconocen como la consumación de la vida en el aquí y ahora. La potencia creadora se encuentra en todo. Cuando la persona cae en cuenta de ello, esta misma potencia creadora cobra vida en ella y la lleva a la responsabilidad para con el mundo y su prójimo. "La persona mística creadora ha sido desde siempre la cruz de la Iglesia, pero la humanidad debe a estas personas lo mejor, dice C.G. Jung.

Willigis Jäger: "Sabiduría de Occidente y Oriente"

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