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Paz y Ciencia

martes, 14 de febrero de 2012

Entrevista a Salvador Minuchin


Es mucho mas complicado

Entrevista a Salvador Minuchin

En esta entrevista, realizada y presentada por Richard Simon, editor de The Familiy Therapy Networker ( 1), Salvador Minuchin nos habla de la psicoterapia tal como él la ve; revisando en forma aguda los nuevos desarrollos de la terapia familiar y sus propia evolución como terapeuta y persona, sus cambios, virtudes y limitaciones a lo largo de los años, matizando sus opiniones con anécdotas y relatos casi confesionales.

Introducción

Hace ya casi veinte años que vi por primera vez a Salvador Minuchin en acción. En esa época, yo era un joven graduado, ingresado unos meses antes a mi primer trabajo clínico. En la universidad,por supuesto había leído libros de Minuchin (Families of the slums y Families and family therapy 2 ) que eran, hasta donde yo sabía, textos prácticamente sagrados, pero no lo había visto hacer terapia en persona. El campo familiar estaba en la cima de su fase mesiánica - "debemos-cambiar-el-mundo" - y Minuchin, en su férrea oposición a la ortodoxia psiquiátrica, era a la vez su líder visionario y sabio clínico.

Entonces mi viaje a la Philadelphia Child Guidance Clinic para un workshop introductorio que Minuchin dictaba ecarca de terapia familiar estructural era más que la búsqueda de un certificado. Era una peregrinación hacia el lugar que Minuchin había convertido en la Meca misma de la terapia familiar, una iniciación en los misterios de cómo poner a trabajar las volátiles abstracciones de la teoría de los sistemas transformando vidas.

Parado frente a una audiencia de 200 terapeutas, Minuchin, un compacto y vivaz hombre con acento latino tan marcado como su bigote negro, exudaba un brusco aire directivo a contramarcha de la cultura tradicionalmente pacifista de la psicoterapia. El cielo debía proteger a cualquiera que trastabillase a través de una inaceptable pregunta o intentara decir algo amable acerca del psicoanálisis. Me parecía la persona más confiada que jamás había conocido, como si hubiese escalado hacia la cima de la montaña, visto la Verdad y descubriera que Él la encarnaba. Por suspuesto, él era exactamente el tipo de héroe que yo buscaba. Y cuando comenzó a explicar una estrategia clínica citando de un libro del siglo XVI llamado El camino del Samurai, toda última reserva que podía haber tenido, desapareció por completo.

La pieza central del workshop fue una sesión de terapia familiar en vivo, transmitida a la audiencia a través de un circuito cerrado de televisión. Una vez que la entrevista comenzó, el aura intimidatoria de Minuchin se disolvió y se convirtió en una especie de sabueso terapéutico - paciente, respetuoso, infinitamente curioso, frecuentemente juguetón, sorpresivamente amable, pero por sobre todo absolutamente abocado a dar cuenta del rompecabezas que estaba manteniendo el problema que la familia intentaba resolver. A veces Minuchin se echaba atrás en su sillón y daba largas pitadas a su cigarrillo mientras preguntaba a la familia. Hiperalerta a cada gesto de ella, a cada pausa, a cada cambio de humor, Minuchin parecía abrevar información a través de todos sus poros mientras mantenía su interrogatorio.

El hecho es que una vez visto Salvador Minuchin trabajando, una pequeña parte de él se mantiene indeleblemente viva en alguna parte adentro de uno. A lo largo de los años formativos de la terapia familiar, él se convirtió en el modelo con el cual los terapeutas comparaban su mejor trabajo, y cuando fracasaban miserablemente con una familia, se preguntaban a si mismos qué es lo que Minuchin hubiera hecho. Desde su temprano trabajo con delincuentes y sus familias en la escuela Wiltwyck de Nueva York, en los años sesenta, hasta su larga administración en la Philadelphia Child Guidance Clinic, él fue, probablemente, el más renombrado - y más imitado - terapeuta familiar en el mundo.

En los últimos quince años, aunque ha continuado escribiendo acerca de la terapia familiar, conducido workshops y dirigido un pequeño centro de entrenamiento en Nueva York, Minuchin aparentemente ha intentado buscar nuevos mundos frescos que conquistar. Ha pasado algunos años viajando y dedicando su interés al guión teatral, viendo si podía transferir su aptitud para el drama del consultorio hacia el escenario teatral. Por más de una década, trabó combate con la burocracia del cuidado infantil de la ciudad de Nueva York, intentando aplicar sus ideas sobre sistemas familiares para reformar el sistema de cuidado bajo tutela.

Hoy, a los 75, habla con un poco de perplejidad sobre su reputación de carisma en el consultorio. Cincuenta años de experiencia con familias han suavizado el filoso borde de la certeza absoluta que alguna vez le dio a su trabajo el sentido de la urgencia. En estos tiempos, se ve a sí mismo menos como un defensor de un método clínico particular o teoría que como un meta-observador filosófico de una profesión que él, casi como nadie, ha ayudado a crear y respecto a la cual el continúa sintiéndose responsable. Recientemente ha finalizado su noveno libro: Mastering Family Therapy: Journeys of Growth and Transformation (Enseñando terapia familiar: caminos de crecimiento y transformación), escrito con nueve de sus supervisandos, que ofrece su mirada actual sobre el estado del entrenamiento en terapia familiar.

En esta entrevista, Minuchin reflexiona acerca de los últimos desarrollos en terapia familiar, discute su propia evolución como clínico y ofrece su perspectiva sobre los casi cincuenta años de historia de este campo.

Family Therapy Networker: ¿Cómo podría contrastar su trabajo con los acercamientos que son populares entre los terapeutas jóvenes en la actualidad?

Salvador Minuchin: Creo que yo estoy mucho más interesado en la exploración del conflicto que muchos terapeutas de hoy en día. Mi terapia se originó en la terapia activa de los sesenta con todo su optimismo y energía, experimentalismo, creatividad y candidez. Traigo el drama familiar dentro del consultorio. Aliento a los miembros para que interactúen directamente entre sí con la creencia de que la familia es la arena sobre la que la gente puede expresarse a sí misma en toda su complejidad. Entonces, la interacción familiar, con todo su potencial para ambos, destrucción y cuidado, continúa ocupando el escenario central en mi práctica.

Pero los terapeutas actuales son cautelosos sobre mi marca de intervencionismo terapéutico. Pareciera que creen que es imposible que el terapeuta produzca cambios específicos y objetivables en la familia. Quieren ser no-intervencionistas y convertir la terapia en una simple conversación entre personas. El terapeuta hace preguntas que le da a la gente la posibilidad de reconsiderar significados y valores que, hasta el momento habían considerado como "dados" o normativos. Los terapeutas "focalizados en la solución" y los narrativos dicen : "No abordemos problemas. Abordemos soluciones". Pero en ese proceso, me parece a mí, el terapeuta queda restringido a operar sólo en una postura colaborativa y simétrica. Fuera está la libertad de jugar, para dar opiniones, para ser en el consultorio la persona compleja y multifacética que uno es fuera de él. Todo lo que resta es ser un interrogador distante y respetuoso.

FTN: Janet Malcolm escribió una vez en el periódico "The New Yorker": "Observar una sesión de Minuchin, o un video de ella, es estar en una obra sólidamente construida, bien dirigida, y magníficamente actuada". Ud. parece que se deleita en tratar con situaciones explosivas en la terapia. ¿Qué es lo que le atrae de tratar con ellas?

SM: Creo que lo que me llevó a la terapia familiar era la excitación. Cada familia representaba un rompecabezas excitante. Cuando trabajaba con delincuentes y sus familias en el colegio Wiltwyck allá por los sesenta, el desafío particular era el de ayudarlos a encontrar formas concretas para calibrar relaciones. Estábamos preocupados por ayudar a familias desorganizadas a dar más orden a sus relaciones. Entonces, interrumpíamos una pelea en la familia para decir: "Cuando tu madre habla, no podés hablar. Bueno, ahora podés responder". El énfasis estaba puesto en la dirección. Por aquella época, Virginia Satir había desarrollado una terapia muy popular que enfatizaba el cuidado y el maternaje. Pero sentíamos que en las familias que veíamos nosotros, la gente ya sabía como cuidar. El problema era que los padres eran inefectivos en tomar el control de sus chicos. Lo que no tenían era la constancia que les permitía darles a los chicos un sentido de auto-eficacia.

FTN: Mucha de su reputación como un terapeuta maestro tiene que ver con lograr que familias aparentemente resistentes hagan lo que Ud. les pide. ¿Cómo logró cumplir eso?

SM: Por la época en la que escribí "Families of the slums" estaba repleto de pasión política en defensa del desvalido. Tenía un fervor enorme y la gente respondía a eso. Todos nosotros en aquel momento estábamos tremendamente esperanzados acerca de la posibilidad de enseñar a la gente pobre a tornarse competente en ese laboratorio social que era la familia. Nos apoyábamos en técnicas que implicaban moverse dentro y fuera del conflicto, ser al mismo tiempo observador y participante de la sesión. Entonces decíamos: "Mamá, hable con Jimmy y encuentre un modo de asegurarse de que realmente escucha". El objetivo era lograr que los padres ejercieran su competencia en un área en la que pudieran tener éxito. Cuánto más competente se sintiese la gente, más escucharían. Nuestra ingenuidad en aquella época, era que aún no podíamos ver más allá de los límites de la familia y reconocer el impacto de la cultura más amplia. Eso vino después.

FTN: Cuando pienso en los videos para el aprendizaje que hizo en la Philadelphia Child Guidance Clinic, lo que se destaca para mi es el arte de la pequeña victoria - atravesar alguna endiablada batalla para hacer que alguien en la familia haga algo que nunca había realizado antes. De todos los casos que trató, ¿hay alguno que perdure para Ud.?

SM: Hay un video famoso de una chica anoréxica comiendo una salchicha. Esa era una situación familiar horrenda. Allí estaba esa chica llamada Carol que estaba tan bajo su peso que estaba en peligro. Entonces les dije a sus padres: "A no ser que ella coma, ella morirá. Ustedes son los padres. No la dejen morir. Hagan algo". Entonces intenté ayudar a la familia a descubrir un nuevo patrón de interacción por medio de la creación de una crisis en la que los padres tenían que hacer algo que era nuevo para ellos. Ahora estos padres estaban enfrentados con una situación imposible. La madre comienza diciendo: "Carol, quiero que comas", pero al poco tiempo ella y el padre comienzan a pelear, entonces yo digo: "Miren lo que está sucediendo ahora. Carol sigue sin comer". Y los padres ahora atacan a la chica: "Vos vas a comer!". Y la comida ya no es el tema, las cuestiones de poder, autonomía y control se tornan el tema central en esta transacción. En ese punto, es posible entrar por medio del respaldo de la autonomía de la chica, no alrededor del comer, sino alrededor de lo que sus padres están haciendo.

FTN: Pero, ¿cómo eludió quedar pegado en la lucha de poder?

SM: Un terapeuta debe caminar a ambos lados de la calle. Al mismo tiempo que llevas a los padres a tomar el control, también hablas de la autonomía de la chica. Explicas que la buena paternidad no es sólo control, también es dar espacio. Y mientras alientas la autonomía de la chica, le hablas de la necesidad de los padres de ser respetados. Traer el conflicto al consultorio es sólo el primer paso en el desafío al viejo patrón y el movimiento de los padres fuera del mundo de la chica. Quizás estoy pensando en esta familia particular porque Carol me llamó hace unos meses para decirme que su padre, a quien no había visto por 25 años, estaba muriendo y quería hablar conmigo una última vez. Luego de todos estos años, seguía sintiéndose conectado conmigo y con lo ocurrido en la terapia. De algún modo, hablar conmigo al final de su vida era una forma de cerrar un círculo. Frecuentemente me sorprendo de cuánto tiempo dura la memoria del terapeuta en la vida de una familia.

FTN: Su habilidad para manejar el conflicto parece surgir de su destreza en el convencimiento de ambas partes de que Ud. está con ellos. ¿Qué impide a las familias de verlo como un manipulador?

SM: Para que las personas acepten mis intervenciones deben saber que realmente los veo. Deben decirse a sí mismos: "Sí, ese soy yo. Si, tiene mi número". Creo que lo que lleva a esto es que realmente me preocupo. Desde el momento que trabajo con una familia, estoy absolutamente preocupado por ellos. Sufro con ellos. Lloro con ellos. Cuando Jay Haley escribió sobre Milton Erickson, enfatizó sus intervenciones inventivas y su manejo de la hipnosis y metáfora. Pero cuando se mira los videos de Erickson con pacientes, lo que se ve sobre todo es un hombre absolutamente benigno .

FTN: Desde los tempranos días de la terapia familiar estructural, Ud. ha sido considerado un campeón del acercamiento del aquí-y-ahora para el cambio. Entonces, me sorprendió escucharlo diciendo en su nuevo libro: "Hemos intentado repasar la historia familiar".

SM: Creo que para comprender el presente uno siempre tiene que hacer incursiones en el pasado, de tal modo de liberarse de él. Los analistas también creyeron esto, pero para ellos, la investigación del pasado era con final abierto y llevaba mucho tiempo - "Primero cuénteme acerca de su padre. Ahora cuénteme acerca de su madre". Y uno continuaría explorando y explorando, tejiendo estas hebras para hacer una interpretación del presente. Mi idea acerca de cómo explorar el pasado era diferente. La veía no como una exploración intelectual, sino como una búsqueda de nuevas respuestas. Comienzas por ver la estrechez de las respuestas de la gente en el presente y preguntas: "¿Cómo aprendió esta estrechez?". Luego exploras el pasado, buscando algo muy específico y focalizado. La exploración es la búsqueda de la solución que va a tornar al cliente más complejo en el presente.

FTN: ¿Qué es, exactamente, lo que busca en esa exploración?

SM: Les explicas a las personas que las familias transforman a las personas en especialistas. La especialidad puede ser: "Preciso defenderme a mí mismo del criticismo", o "Soy aceptado cuando ayudo a otros", o "Soy reconocido cuando soy un ganador". Cada una de estas etiquetas para el self viene con una perspectiva de los roles complementarios que otros adoptan y con algunas estrategias preferidas para enfrentar la vida.. Entonces, la gente desarrolla un estilo de transacción con los otros significativos y, aunque pueden tener otras alternativas, son especialistas en esta. Como terapeuta, miras al pasado para ver cómo éste ha creado limitaciones que no son útiles ahora. Y le dices al cliente: "Utilicemos este conocimiento para liberarlo de los constreñimientos que no le sirven más".

FTN: ¿Ese conocimiento, en sí mismo, libera a la gente?

SM: Es, básicamente, el concepto de Harry Stack Sullivan de distorsión paratáxica , la idea de que uno no está respondiendo realmente al presente, sino que lo ve con anteojeras que uno ha olvidado que estaba utilizando. Y el terapeuta, en efecto, dice: "Saquemos esas anteojeras".

FTN: ¿Qué piensa de la afirmación que Jay Haley realizó en su último libro: "Más que asumir que el insight de las causas pasadas produce cambio, es mejor pensar que el cambio produce insight acerca del pasado"?

SM: Pienso que está equivocado y está en lo cierto. Soy un hombre viejo, pero sigo teniendo recuerdos de mi infancia que no pueden ser borrados. Algunos de ellos son incómodos y me gustaría borrarlos pero no desaparecen aunque he cambiado y soy más rico en experiencia. Conozco el modo en el que estas experiencias tempranas siguen organizando mi pensamiento actualmente. Pero, hasta cierto punto, soy capaz de marginalizarlos de modo que no sean significativos en el modo en el que yo funciono. Siguen siendo parte mía y sigo creyendo, realmente, en la importancia de la comprensión del pasado de modo tal de brindarle a la gente la libertad de sacarse las anteojeras y que vean cómo el pasado organiza el presente. Desde esta perspectiva, discrepo con Jay Haley . Pero también creo que está en lo cierto. Hay aún otra cosa que sucede cuando uno trata con la memoria. No sólo cambia la manera en que la persona observa el presente, también reacomoda el pasado.

FTN: ¿Qué quiere decir?

SM: Creo que estamos continuamente reacomodando nuestro pasado. Algunos terapeutas como Milton Erickson, algunas veces introducían deliberadamente por medio de la hipnosis viejos recuerdos que realmente nunca ocurrieron. Pero aún fuera de la terapia eso sucede automáticamente todo el tiempo. Le daré un ejemplo. Hace unos años hice una visita a mi colegio secundario en Argentina, donde me encontré con una señora de mi edad que me preguntó qué es lo que estaba haciendo allí. Respondí, metafóricamente: "Estoy cazando fantasmas", que es un modo muy argentino. A lo largo de la conversación descubrimos que ambos habíamos estado en el secundario en la misma época. Pero aunque ella me había dicho su nombre, no podía recordar quién era. Más tarde, fui a la secretaría del colegio y pedí un registro de los estudiantes egresados. En el momento en el que vi su nombre en el registro, el recuerdo de ella como una adolescente se enfocó completamente. Claramente, su presencia como adulta interfería con mi recuerdo. De repente, todo tipo de recuerdos que no me habían venido a la mente en 50 años volvieron a mi, no de un modo competitivo y tímido como yo los vi originalmente, sino desde la perspectiva de ser más viejo y mirar para atrás. Mi memoria creó algo muy diferente en ese momento a partir de recuerdos más tempranos del mismo período

FTN: ¿Entonces Ud. piensa que siempre estamos "recuperando" recuerdos?

SM: Sí, lo pienso. El error de algunos terapeutas es creer en la inmutabilidad de los recuerdos. Creo que siempre creamos recuerdos -es un proceso normal y natural. Con lo que no acuerdo es con que una vez que esos recuerdos aparecen en terapia, representan la verdad o la realidad. Los terapeutas deben ser cuidadosos de no ver a los recuerdos como una verdad inmutable.

FTN: Desde la última entrevista que hemos tenido hace 12 años, ¿qué ha descubierto acerca de ser un buen terapeuta?

SM: Durante estos 12 años, la certeza que tenía cuando era más joven ha desaparecido. Ya no creo ser el poseedor de la verdad y me he vuelto más tolerante en relación a otros puntos de vista. Me conozco mejor y sé que cuando algo nuevo aparece en el campo mi primer respuesta es la de oponerme y sólo después comienzo a incorporarlo. Mi primera respuesta al grupo feminista fue la de responder negativamente a lo que yo veía como estridencia, especialmente porque yo era el blanco de muchas de sus críticas en el campo. Pero he aprendido a incorporar muchas de las ideas feministas. Y, sin embargo, sigo teniendo problemas con los constructivistas, como decía anteriormente; algo similar me sucedió con el trabajo de Michael White y Steve de Shazer. Empiezo con oposiciones polémicas y luego me muevo hacia la asimilación de lo que considero útil.

FTN: Entonces, por ejemplo, ¿qué considera útil de la terapia focalizada en la solución?

SM: Me gusta mirar más allá de los problemas hacia las soluciones, diciéndoles a los clientes: "¿Qué pasaría si un día se levanta a la mañana y su problema desapareció? ¿Cómo se vería?". A veces, utilizo esas preguntas , como si hubiese incorporado bastante de lo escrito en terapia familiar, particularmente las ideas de Jay Haley y de Carl Whitaker. Hoy, técnicamente, soy mucho más complejo que cuando era un terapeuta más joven. Mucho de ello, por supuesto, es el resultado de la edad. A medida que uno se pone viejo, todas las certidumbres se vuelven signos de pregunta. También comienzas a hacerte preguntas fundamentales como: "¿El mundo sería distinto si yo no existiese?". Entonces uno se vuelve menos apegado a su contribución particular.

FTN: ¿Cómo asimiló partes del feminismo en su trabajo?

SM: Las feministas me hicieron darme cuenta que yo he puesto a las mujeres en categorías angostas y que mis etiquetas para las mujeres contenían prejuicios de género: para mí la preocupación de una madre podía, fácilmente, ser desechada como "sobreprotección". Focalizaba en el hombre, proveyendo dirección; y la mujer, crianza, y en mi trabajo enfatizaba la importancia de la dirección y daba por sentado la crianza. Creo que ya no hago más eso. Estoy más atento a los mensajes de las etiquetas y presto atención a lo que privilegio. Pero sigo trabajando, sistemáticamente, viendo cómo las parejas se gatillan mutuamente en sus interacciones. Siempre he pensado que trabajar con el hombre es una forma importante de atraerlo hacia la familia, hacerlo más participativo y aliviar las cargas de la mujer; pero ahora presto más atención a estar seguro de que la voz de esta última se oiga, su dolor se exprese y su necesidad de respeto se comprenda.

FTN: ¿Y acerca del abordaje narrativo?

SM: ¿Recuerda a Nathan Epstein?

FTN: Seguro.

SM: Nathan Epstein tenía una extraordinaria cualidad de inspirar a los miembros de la familia y transformarlos rápidamente en talmudim.

FTN: ¿En qué?

SM: Talmudim - literalmente significa, estudiantes, pero pienso en ello como estudiantes del rabino. Epstein les diría a sus pacientes: "Quiero que estudie a su familia", y, de algún modo se las arreglaba para generar una atmósfera viva de investigación intelectual en la que cualquiera se comprometería. La externalización posee la misma habilidad de reducir la emotividad y poner a la gente en una posición de investigación sobre los efectos del mundo sobre ellos, mientras se refuerzan las posibilidades intelectuales de algo nuevo. Le da a las familias la idea de que el enemigo está fuera de ellos y que los miembros de la familia están okay, unidos contra las fuerzas de afuera. Creo que eso es muy inteligente y muy bueno.

FTN: Entonces, Ud. ha asimilado estas influencias variadas, pero, ¿cree que la terapia realmente ha cambiado mucho?

SM: Teóricamente, hago lo que siempre he hecho. Sigo buscando el modo en el que las transacciones comunes en la familia soportan el conflicto. De algún modo, yo siempre le digo a la gente: "Hay más posibilidades en Ud. de lo que Ud. piensa. Busquemos un camino para ayudarlo a ser menos angosto". Pero los modos con los que digo esto actualmente son menos dramáticos de los que eran anteriormente. Hago más preguntas y doy menos prescripciones.

FTN: Al mirar a los terapeutas familiares de hoy, ¿qué es lo que más le molesta acerca de la dirección que está tomando el campo?

SM: Déjeme dar un rodeo para responder esa pregunta. Creo que lo que los terapeutas hacen es hacer que la gente responda a las herramientas que utilizan. Entonces, si mi herramienta favorita es la pregunta: "Imagine que un día el problema ha desaparecido", entonces voy a necesitar crear un paciente articulado que responda a esa herramienta. Lo mismo ocurre con las preguntas de externalización. Recuerdo haber visto a Michael White hacer una sesión didáctica de terapia narrativa, pero era como observar a un perro ovejero trabajando. Empujaba a la gente a través de una serie de preguntas construidas con el objetivo de ver sus historias de una manera más positiva, que era lo que él quería para ellos. El terapeuta cambia la vieja historia y convence al cliente que la nueva historia es más verdadera que la vieja. Todos ofrecemos a nuestros pacientes un lenguaje, y les decimos: "Comencemos a ver su vida en este lenguaje, y le daré soluciones en este lenguaje". Yo lo hago. Todo el mundo lo hace. Lo que me molesta ahora es que, como campo, nos hemos interesado tanto en estas técnicas terapéuticas y nuestro lenguaje particular que le estamos prestando poca atención a la familia-terapeuta como un sistema y al terapeuta como un instrumento de cambio.

FTN: ¿Por qué cree que hemos ido en esta dirección de lo que Ud. denomina el terapeuta "no-intervencionista, restringido"?

SM: Algunos hablan acerca de hacer una terapia "más respetuosa" que no imponga los prejuicios de los terapeutas. Pero yo no pienso que tenga que ver con ser más respetuoso con los clientes. Creo que tiene que ver con cambios en la perspectiva social. Como ciudadanos de esta sociedad pesimista, los terapeutas han perdido su optimismo y sólo poseen unas pocas expectativas de cambios efectivos.

FTN: ¿Esto lo incluye?

SM: No.

FTN: ¿Cómo hizo para escapar?

SM: Crecí como un hijo de inmigrantes en un mundo que se estaba expandiendo, donde la gente sentía que, a través del trabajo duro, uno podía concretar sus sueños y controlar su destino. Para mucha gente ahora, esas creencias parecen ingenuas. Quizás sigo siendo parte del siglo diecinueve. Pero creo que es también importante que años atrás yo haya dejado de pensarme a mi mismo como un terapeuta familiar y me haya interesado en cómo las habilidades de los terapeutas de sistemas pueden ser aplicados en el mundo más amplio. Pasé de pensar acerca de la pequeña unidad de la familia a pensar acerca de las posibilidades de afectar instituciones más vastas. De modo que, trabajando en un campo en el cual hay nuevas posibilidades, yo todavía soy optimista. Estoy explorando con el Departamento de Salud Mental de Massachusetts algunas maneras de hacer más efectiva la terapia domiciliaria (home-based) que es el tipo de desafío que amo. Probablemente si yo estuviera trabajando únicamente como terapeuta, entonces hubiera tenido que responder a las limitaciones del mercado como cualquier otro. Yo estaría chapuceando con abordajes terapéuticos alternativos que son más fáciles de utilizar o simples métodos con los cuales se puede entrenar personas de forma más barata.

FTN: Cómo percibe usted su relación con el campo de la terapia actualmente?

SM: Yo solía influir al campo desde el centro. Ahora lo hago desde la periferia. Ahora soy un anciano. Apoyo a otra gente que creo está haciendo un trabajo interesante. Pienso que es parte de ser una persona mayor el ser crítico. También pienso que un anciano es el portador de la historia oral del campo, por eso me siento mal cuando terapeutas jóvenes no reconocen la influencia de personas como Murray Bowen, Virginia Satir, Jay Haley, Carl Whitaker y Lyman Wynne.

FTN: ¿Se siente satisfecho con la vida a los 75 años?

SM: Pensé que a los 75 años me iba a jubilar y transformar en un abuelo full-time. Pero la jubilación no es un nicho agradable para mi. Otras personas a los 75 piensan que este es el momento para pintar, para tocar el piano. Pero esto no es suficiente para mi a esta altura. Patty y yo nos hemos mudado a Boston para estar cerca de nuestros chicos y nuestra nieta. Mi relación con mi nieta es muy, muy especial. Entonces, allí hay una renovación. Pero yo soy una persona que gusta de ayudar a otra gente. No encuentro muy útil mirar demasiado al pasado o lanzarse demasiado al futuro. Yo me relaciono con la inmediatez del presente. Aún cuando estemos bien financieramente, necesito trabajar para mantenerme intelectualmente y porque me gusta. Después de todos estos años, si una familia llama y quiere venir a terapia conmigo, aún me gusta.

DESTACADOS:

"No creo haber visto una madre que se haya sentido ofendida por él al final de una sesión -no importa qué mal rato le haya echo pasar. Una observadora feminista puede objetar, pero no la mujer en sí misma. Esa es una diferencia crucial"
Jay Haley

"Sin Minuchin, la terapia familiar podía haber quedado en el nivel batesoniano de la intelectualidad o el nivel ericksoniano del misterio" Cloé Madanes

Articulo publicado en el n° 46 (año 9 1996/7) de Perspectivas Sistémicas

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