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Paz y Ciencia

lunes, 26 de abril de 2010

Viaje entre mundos

El enfoque de la clínica tiene un sesgo que casi podríamos llamar "irracional".
Cada persona, cada terapeuta está inscrito en una estructura económica-sociopolítica singular, además pertenece a diversas asociaciones que configuran su identidad en lo laboral. Tiene una orientación teórica y una personalidad específica. Por tanto cuando el paciente toma contacto con el analista está conectando con un sujeto que está condicionado por un saber propuesto por estas instituciones y por su posición en el mundo.
Para ser un buen psicoterapeuta hay que situarse en el mundo del paciente, ver el mundo desde donde esta persona lo ve, atender a su discurso desde el significado en su fantasía, aunque dejemos de lado la realidad empírica. En psicoanálisis lo que importa es el significado de lo que dice el paciente desde su perspectiva, aunque estemos hablando desde un saber psiquiátrico de ilusiones o de delirios. En psicoanálisis el terapeuta vive y dialoga desde el mundo interno del paciente, poco a poco con una relación confiable (Winnicott) podemos hacer el trabajo de frustrar en cuanto a dar una suficiente dosis de realidad para que se vaya desarrollando el principio de realidad. Esto es, que el sujeto salga de su refugio psíquico para vivir en la realidad externa. Situación harto dificultosa y dolorosa para el paciente.
Se trata de resignificar en el principio de realidad el discurso del paciente, lo que Bion llama una reversión de la perspectiva.
Puedo añadir que para que esto se vaya dando lo fundamental es la relación emocional que se va desarrollando entre analista/terapeuta y paciente. La atmósfera tiene tanto o más importante que las intervenciones verbales que se puedan dar para apuntalar el tratamiento. La interpretación es la vía principal de un análisis ortodoxo y hemos de pensar que puede resultar alienante por ser subjetiva, por tanto puede ser formulada como interrogante, lo que le resta penetración y eficacia pero no lastima ese clima distendido donde se invita a reflexionar y a hacer esa dura transición desde el mundo de los recuerdos, los sueños, las fantasías y las ilusiones a la realidad compartida. Este pasaje ha de darse suavemente, es por esto por lo que cada vez más autores de gran valor en el panorama de la psicoterapia y el psicoanálisis abogan por un encuentro donde se establezcan unas variables fijas de tiempo de sesión, frecuencia de sesiones, honorarios y reglas de asociación libre y otras, que tienen que ver con el encuadre o marco que dispone y propone una forma de relación, un vínculo donde se entiende y se desarrolla la transferencia. Creo que las fórmulas clásicas y las modernas siempre tienen en cuenta el uso de la transferencia y contratransferencia (aunque haya profesionales que nieguen esta última). El desarrollo del trabajo analítico debe ser de un profundo humanismo, mucho más elástica que las primeras propuestas de Freud, adaptándose a las necesidades del paciente y no al revés. Sin hacer una merma del rigor y del encuadre analítico. La profesionalidad del analista pasa por ser cordial, serio, riguroso y entender, así como ayudar a entender al paciente lo que le sucede. Abogo por hacerlo de una forma más linda de la que los primeros escritos técnicos de Freud indican. Y prefiero orientarme en función de la persona que atiendo, caso por caso. Modulando el setting, creo que es la clínica real y posible del siglo XXI en Zaragoza (España).

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