Págs. 204-205 Siglo Veintiuno editores 1973. Madrid.
A menudo se oye decir que el trabajo analítico puede ser peligroso, que separa a las parejas o que esteriliza a los artistas. Pues bien, si su acceso a la verdad culmina en la pérdida de sentido para ellos de sus opciones previas, es que el compromiso de estos sujetos no había sido más que un compromiso neurótico y, por lo que hace a los artistas de profesión, que su creatividad no era auténtica. Lo que construyeron muestra ser, tras el trabajo psicoanalítico, una evitación de su comunicación, una evitación de su responsabilidad en la comunicación, una evitación de su responsabilidad en sociedad, más bien que lo que allí veía el ambiente, la prueba de que habían asumido a la vez su deseo y su inscripción en la realidad, de una creatividad responsable. Ningún amor verdadero, viviente, es disociable por el trabajo del psicoanálisis. Ninguna comunicación de un artista auténtico puede esterilizarse por un psicoanálisis; porque el artista sigue percibiendo mucho más que los otros y por lo tanto perdura su deseo de comunicarlo con otros. Lo que hay de auténtico en un ser humano lo es más después de un psicoanálisis. Pero es verdad que seres que no llegan a comunicar ni a crear en la vida social han encontrado medios laterales de expresarse en un arte de refugio, que pierde para ellos su sentido cuando han recobrado la autenticidad de su dinamismo.
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