Ahora bien, es la escucha del analista la que, en la relación transferencial, llama al discurso verídico a través de las necesarias resistencias transitorias y en mi opinión no es la interpretación de las resistencias la que libera al lenguaje verídico, tanto más que, según pienso, las resistencias siempre están del lado del psicoanalista cuando las del paciente no pueden ser superadas.
Se deja una cierta distancia a los padres, se les deja una autonomía que pueden utilizar para fines justificadores de sus críticas y sus resistencias. Es cierto que un tratamiento que implica una frustración bastante grande del sujeto pone muchas cartas en manos del analista en el trabajo de la transferencia, y esto bien vale la dificultad acrecentada que implica para el psicoanalista, que debe estar particularmente presente a todo lo que se expresa, disponible para escuchar lo que no comprende y para retenerlo, para percibir rápidamente y aceptar comprendiendo su valor pulsional positivo las expresiones de resistencias. En cuanto a la interpretación o a la intervención con valor interpretativo, parece necesaria casi en cada sesión, mientras que en los tratamientos de ritmos más frecuentes generalmente es rara: la inutilidad de la intervención en cada sesión proviene entonces, por una parte, de que el sujeto tiene tiempo, no estando bajo la presión de las pulsiones inconscientes tanto como en las sesiones espaciadas, de desarrollar las articulaciones entre sus asociaciones y de captar (preconsciente y a menudo conscientemente) por sí mismo sus resonancias transferenciales, remitiéndolas a su origen; por otra parte, se abordan los puntos nodales de los conflictos, en general, de acuerdo con un tempo mucho más lento.
Françoise Doltó. Siglo Veintiuno Editores S.A., 1973, Madrid.
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