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Paz y Ciencia

martes, 22 de septiembre de 2009

En clave de espejo


En clave de espejo. RCS

Es cierto que Freud deseaba transmitir sólo lo que el analizado traía a su consulta, siendo un espejo que reflejaba sus afectos, sus conductas, sus relaciones, todo esto a través de la lógica del lenguaje.
También podemos decir que Winnicott contaba que el trabajo analítico consiste en ir enseñando al analizado lo que éste trae.
Sin embargo los trabajos técnicos, la cercanía, el estilo y las distancias son disímiles.

Freud es el padre del psicoanálisis y por tanto creo una escuela con los cimientos de todo ismo, cuestión que no gusta a Winnicott, ya que el considera que la letra viva está en que se puedan crear nuevas construcciones técnicas a partir de lo dado por un autor, para de ese modo, adaptarse a la cultura, la época y lo más importante para él, las propias necesidades del paciente. Que nunca desatendía.
Son muchas las diferencias entre Freud y Winnicott, quien no gustaba por el concepto de tánatos o pulsión de muerte, tampoco le gustaba la envidia que trabajaba Klein, era una persona que rezuma en sus textos vitalismo, creatividad y una forma optimista y natural de proveer de lo que ha carecido el analizado. Bajo el sostén y la interpretación pero con un distinto peso que sus predecesores. Antes Freud y Klein intepretaban como método puro del psicoanálisis, Winnicott propone co-crear en un espacio intermedio de mutualidad e intersubjetividad un ambiente propicio para el playing. El des-cubrir-se(le)de una forma en la que pueda empezar a tener el ambiente propicio para poder ser, descubrir su verdadero self, el lado auténtico de los humanistas americanos y conseguir la autorrealización de Maslow. Este proceso de confluencia en los objetos del análisis desde distintas vertientes reformula las tesis freudianas que fueron muy claras en lo técnico. Sin olvidar que hoy sería quizá demasiado el análisis de siete días por semana como Strachey hizo con Winnicott.
Winnicott siempre anduvo pensando en el mundo externo, claro, él era pediatra y sus pacientes en el hospital venían con sus madres, por lo tanto nunca veía a un bebé sólo. De ahí surge la polémica frase de “Eso que llaman infans no existe”, que se me antoja parecida a la de Lacan: “No existe la relación sexual”. Ambos “adagios” derivan de la concepción subjetiva del sujeto que crea el concepto y sin entender desde ese prisma no podemos dar demasiado sentido a la totalidad de la expresión, ya que existe la relación sexual porque así lo piensa la gente, siendo un pilar en la relación de pareja y existe un bebé, aunque esté solo.

Entre Lacan y Winnicott hay trabajos paralelos, el objeto a surge del objeto transicional y el rol de la madre como espejo nace del Rol del espejo de Lacan. Lacan, en cuanto a lo especular tiene que ver más con el desarrollo de la totalidad dentro de la psique del bebé cuando se mira en el espejo sabiendo que esas partes que tenía en la mente corresponden a una unidad que es él, diferente de otro.
Winnicott considera que el bebé se ve a través de los ojos de la madre. Por eso una madre desvitalizada y deprimida transmite en su rostro la tristeza a su hijo, y su expresividad es introyectada por el bebé, que no hace sino aglutinar relaciones de objeto, vía fisiológica, como nos recuerda Winnicott, vía manejo físico, vía sostén físico-psíquico y vía presentación de la realidad en dosis manejables y tolerables para el bebé. Es cierto que aquí cuesta dejar de pensar en Bion con su pantalla alpha donde la madre trata de convertir los elementos beta (impensables) en elementos alpha, es el pure psiquico que la madre debe hacer para que el bebé pueda hacer la digestión de la realidad.

El espejo de la madre es el espejo de la vida del bebé quien vive a través de su madre, protegido y amparado por ella, dependiente absolutamente al principio y relativamente después. Por tal razón la madre refleja la vida a través de su mirada, de sus ojos, de su fisonomía, de los latidos de su corazón y de los tiempos vitales. La madre es el continente donde el bebé va a ir dejándose ser.
La madre debe permitir, nos recuerda Winnicott la espontaneidad de su hijo, sin intromisiones, con límites pero sin obturar el que el bebé descubra la realidad creándola.

Y el bebé crea la realidad en el área de la ilusión, lugar donde su fantasía crea el pecho de la madre como suyo, al principio la madre es parte del bebé y por la preocupación materna primaria que explica Winnicott en la madre: “esa enfermedad esquizoide sana” (sic), la madre se preocupa de su bebé y presta todas sus atenciones y concentración hacia la criatura, casi aislándose de preocupaciones que otrora fueron primordiales.

El espejo es la madre para Winnicott, refleja sus sentimientos y los traduce en una mutualidad de afectos concomitantes para que el bebé pueda ir descubriendo la realidad, realidad que en un principio es omnipotente y después, tras el hecho de que la mamá esté allí indemne, el bebé se desilusiona al ver que él no es su madre, primer paso del crecimiento mental, del desarrollo del pensamiento y de la individuación. Será también importante para diferenciar su cuerpo del de su madre y conseguir la integración del psiquesoma.

Winnicott aletea creando nuevas perspectivas, la anécdota que se cuenta con recurrencia es que él, cuando estaban en una acalorada discusión en la BPA, se levantó y señaló, “perdonen pero nos están bombardeando”. Queda esa intervención como ejemplo de que él siempre prestó atención al medio ambiente, al mundo externo que configura, que va nutriendo de objetos en ese interjuego especular a la criatura, si su experiencia le enseñó algo valioso fue la idea de medio ambiente facilitador.

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