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Paz y Ciencia

sábado, 29 de marzo de 2014

"El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias"


Jacques-Alain Miller: “El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias”

Me gustaría en primer lugar expresar mi agradecimiento, mi gratitud, al Instituto Van Leer de Jerusalén por brindarme la primera ocasión de dirigirme al público israelí*. Este es mi primer día en Israel y supongo que la gente que ha venido aquí lo ha hecho porque está interesada en el psicoanálisis, porque quiere oír algo acerca de un tipo llamado Jacques Lacan, y estoy contento de poder introducir a través de esto algo del movimiento lacaniano, aunque no creamos que exista un movimiento lacaniano. Creemos que existe un movimiento psicoanalítico que se sumió en la deriva a causa de la psicología del Yo y que Lacan restauró a su verdadera práctica y fines. Cuando se me preguntó hace unos meses en París qué título quería dar a esta charla, se me dijo que la inspiración de este Instituto era la filosofía de la ciencia de Karl Popper. Entonces, en la inmediatez del momento, dije que quería que el título fuera “El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias” porque supongo que saben que Karl Popper creía que el psicoanálisis no tiene lugar entre las ciencias. De hecho, a medida que paseaba hoy por la vieja ciudad de Jerusalén, deambulando por los lugares sagrados de diferentes creencias, podría haber cambiado el título a: “El psicoanálisis, su lugar entre las religiones”. Este hubiera podido ser un título mejor para una charla en Jerusalén. A pesar de todo, mantengamos nuestro título original: “El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias”.
En efecto, el título hace referencia al contexto, al lugar. Este título no es sin un cierto doble sentido, como se dice en francés, un cierto equívoco; es decir, hay dos maneras de entenderlo, porque las credenciales del psicoanálisis para estar entre las ciencias no son credenciales sin disputa. Al psicoanálisis quizás le gustaría estar entre las ciencias, pero su lugar ahí es bastante inseguro. El psicoanálisis, si puedo decirlo de esta forma, tiene que presentar batalla si quiere estar entre las ciencias. El psicoanálisis argumenta que él –lo personificaré un poco—nació en tierra científica, de un científico, Sigmund Freud, que estudió bajo Helmholtz y Dubois-Raymond, que fue, si puedo decirlo así, un verdadero positivista y que compartió creencias con los científicos de su tiempo.
Sin embargo,  pese a todas estas credenciales científicas del psicoanálisis, el vecindario no está de acuerdo. Los científicos y los epistemólogos dicen que quizás, hace mucho tiempo, Sigmund Freud fue uno de ellos, pero no duró mucho, que se convirtió en un vidente que usaba una especie de bola de cristal y que hoy en día el psicoanálisis se aferra a un territorio entre las ciencias que no le corresponde. Entienden lo que quiero decir. Podríamos considerar que la posición del psicoanálisis entre las ciencias no es sin cierta analogía con la posición real de ese mismo lugar. Podría presentarles el psicoanálisis como, digamos, el judío entre las ciencias, rechazado e intentando estar ahí. Debería continuar en esta línea, que se podría considerar lo que en la retórica clásica se denominaba “captatio benevolentia”. Es decir, una introducción dirigida a captar una buena predisposición de la audiencia hacia el tema. Si identifico el psicoanálisis con Israel mismo quizás ustedes me escucharán de un modo más favorable. Pero continuemos con esta quizás difícil analogía.
Asumiendo que aquí se encuentran verdaderos popperianos, no me extenderé más sobre la crítica de Popper al psicoanálisis. Solamente déjenme recordar que la crítica principal de Popper contra el psicoanálisis, el defecto del psicoanálisis, es que siempre tiene razón. Es porque el psicoanálisis, en su interpretación, siempre tiene razón, por lo que no es una ciencia. Porque el psicoanálisis no puede equivocarse en su interpretación, no es una ciencia. Se trata de una crítica muy profunda. De hecho, surge de la posición de Popper contra el razonamiento inductivo y se fundamenta en la crítica clásica humeana (de David Hume) del razonamiento inductivo. Esta consiste en afirmar que no importa el número de confirmaciones que se puedan obtener de una supuesta ley de la naturaleza, uno nunca puede demostrar que una ley de la naturaleza es necesaria, es decir, una proposición universal. Lo que viene a decir que lo que llamamos leyes, leyes científicas, no son más que conjeturas. Conjeturas que siempre demandan ser confirmadas por los mismos fenómenos que parecen responder a esa ley, pero aún así se trata sólo de conjeturas. El único hecho realmente operativo es el contra ejemplo, es decir, la refutación. Por lo tanto, como supongo que ustedes saben, para Karl Popper la historia de la ciencia es un continuum de conjeturas, de manera que para él incluso las leyes de Newton no son más que conjeturas, un continuum de conjeturas y refutaciones. Digamos que esta concepción de la ciencia no es muy bienvenida en el mismo mundo científico. Cuando hablamos de ciencias no olvidemos que las definiciones son muchas. Existen críticos importantes de Popper mismo que consideran irracional su concepción de la ciencia.
En cuanto a lo que nos ocupa, es decir el psicoanálisis, lo primero que subrayaré es que Popper no se dirige, digámoslo así, al estatus biológico del psicoanálisis para saber si la biología confirma o no al psicoanálisis. Karl Popper se dirigió a temas fundamentales del psicoanálisis cuando abordó la cuestión de la verdad y de la falsedad, como cuando abordó la cuestión de la creencia y del problema del psicoanálisis en términos lógicos. Para mí es muy remarcable que en la Viena de principio de siglo, en esa Viena que fue el refugio, la base, el hogar, de lo que se ha llamado el círculo de Viena –saben, el círculo de Wittgenstein, Carnap y otros—en esa Viena de principio de siglo, Sigmund Freud debe haber conocido el círculo de Viena. La hermana de Wittgenstein estaba en análisis, por ejemplo. Saben que Freud se casó con una Bernays que pertenecía a la misma familia que Paul Bernays, el que nos dio una axiomática en la teoría de conjuntos. Es sorprendente que Sigmund Freud, que estaba científicamente orientado, nunca se interesara por la teoría de la lógica.
Diría que el cambio que Lacan llevó a cabo en el psicoanálisis es principalmente un cambio en las referencias científicas. Sigmund Freud esperaba que finalmente el psicoanálisis podría y debería formar parte de las ciencias de la naturaleza. Así lo afirmó en repetidas ocasiones. Sin embargo, debemos decir que casi un siglo después de su fundación, el psicoanálisis para nada está más cerca de formar parte de la biología, para nada está más cerca de formar parte de las ciencias de la naturaleza. Déjenme afirmar que en los años cincuenta lo que Lacan hizo fue cambiar las referencias científicas del psicoanálisis, de la biología a las ciencias del lenguaje, a la lingüística y a la lógica, principalmente. Debemos tener en cuenta que en el espacio analítico no sucede nada más que el hecho que se habla, y que para quien hace un análisis se trata de una experiencia. Digamos como hipótesis que si el psicoanálisis tiene efectos en la gente ¿de dónde vendrían éstos, sino de hablar?
Como no quiero hacer un comentario de Popper, ya que estoy presentando a Lacan, me pregunto cómo puedo hacerlo de una manera popular. Considerando que la crítica de Popper es que el psicoanálisis es siempre erróneo porque no dice nada más que la verdad, mi intención es comentar solamente una frase de Lacan. Así no se van a perder más y pueden al menos tomar nota de una frase muy corta de Lacan sobre la que me voy a extender. Es la primera frase de la única charla que dio para la televisión francesa en el año 1973. No fue fácil aparecer en la televisión francesa. Una vez que ésta vio en qué consistía la charla, trató de suprimirla. No me extenderé en más detalles sobre esa lucha de la que fui parte. Al final la televisión francesa cedió y aceptó el programa. La primera frase de Lacan es una frase que todo el mundo puede entender: “Yo siempre digo la verdad”. De alguna manera, esta frase confirma el dictum de Popper. He aquí a un analista que presume de que siempre dice la verdad. Bien, esto es lo que tengo intención de comentar ante ustedes.
No sé si ustedes me harán muchas preguntas, no hay manera de saberlo de antemano. No tengo ni idea de cómo es el público israelí. ¿Es un público tímido? ¿Provocativo? ¿Desinteresado? ¿Hace mofa del conferenciante? Como no puedo saberlo de antemano he decidido inventarme un público, es decir, he creado una ficción y he preparado mi charla como si tuviera un adversario. Se trata de una persona que no entiende ni una palabra de lo que Lacan dijo, ni de lo que yo trato de explicar. Por lo tanto he preparado mi charla como un diálogo entre mí mismo y esta otra persona. Esta otra no me la puedo imaginar más que siendo una mujer diciendo que realmente no entiende lo que este hombre, o esos hombres, quieren decir sobre temas como el amor —porque la transferencia es amor, lo dijo Freud— y el deseo. Me inventé una mujer para hablar conmigo sobre la verdad porque las mujeres son más capaces de identificarse con la verdad que los hombres. Los hombres se identifican más fácilmente con el saber. De hecho hay hombres que se creen a las mujeres más de lo que se piensan.
Me inventé una mujer que lee esta frase, que es la primera frase de “Televisión”: “Yo siempre digo la verdad”. Me imagino que ella respondería: “Estaría bien si fuera verdad, pero parece que tenemos que creerle simplemente porque lo dice”. Y yo estaría de acuerdo y respondería: “Exactamente”. Y ella: “¿Él siempre dice la verdad? ¿Cómo podemos saberlo? Sólo tenemos su palabra”. Y yo: “Así es”. No podría decir nada más. Tenemos que aceptar su palabra a ciegas, lo que no encaja con el espíritu ilustrado. Si crees en alguien que dice: “Siempre digo la verdad” crees en el principio de autoridad que es contrario al requisito científico del libre examen. Cuando afirma: “siempre digo la verdad” no se trata de una palabra confirmada por la experiencia, es más como una chulería. En cualquier caso se puede entender sin demasiada exégesis, puesto que está dicho en lenguaje cotidiano.
Vayamos a la segunda frase del texto: “Yo digo siempre la verdad: no toda, porque de decirla toda, no somos capaces. Decirla toda es materialmente imposible: faltan las palabras. Precisamente por este imposible, la verdad aspira a lo real”[1]. La idea de que uno es incapaz de decir toda la verdad, de que el saber es siempre incompleto, parece ser perfectamente admisible. Además muestra una modestia prometedora que contrasta con la chulería previa de Lacan: afirma que no puede decir toda la verdad, que es imposible decir toda la verdad. Pienso que esta mujer preguntona diría: “No entiendo qué hace aquí este término materialmente y porque Lacan dice que faltan las palabras. ¿Por qué dice que faltan las palabras para decir toda la verdad? En un cierto sentido esto no es verdad: el trabajo inacabado es retomado por otros, en eso consiste el desarrollo de la ciencia”. Al final de este párrafo, Lacan añade algo bastante incompresible: “Es por esta imposibilidad que la verdad aspira a lo real”. Así pues, después de dos cortas líneas que empiezan con la frase: “Yo siempre digo la verdad”,  viene una frase bastante límpida para terminar otra vez de manera oscura. Uno ya no sabe qué es la verdad.
De alguna manera, todo Lacan está contenido en este párrafo. Uno podría decir, esta mujer diría: “Primero chulea, luego hace afirmaciones erróneas y finalmente desaparece entre las sombras después de encender fuegos artificiales. Empiezas entendiéndolo y tres frases más tarde ya no entiendes nada”. Estaría de acuerdo con todo ello. Estaría de acuerdo que cuando se lee a Lacan, éste desaparece rápidamente en un estallido de chispas, como si uno estuviera sosteniendo la mano del Comendador tal y como aparece en el final de la ópera de Mozart, Don Giovanni. Todo Lacan es así. Siempre termina tendiendo su mano a los poderes del horror y las sombras. Son esas mismas las palabras con que Freud da comienzo a su Interpretación de los sueños: “Acheronta Movebo” Moveré a los dioses del infierno.  Lacan es más simple que Freud, sólo afirma: “Yo siempre digo la verdad”. Pero esta frase también lo lleva a su Caronte y eso es lo que él denomina “lo real”.
Me imagino que esta introducción no satisfaría a esta mujer que me pediría que fuera más demostrativo en cuanto a estas tres frases de Lacan. Creo que yo asentiría porque estoy cansado de que se hable “en general”. Admitamos que, en lo que se refiere al psicoanálisis, uno debe tratar con detalles. En el psicoanálisis finalmente todo se reduce a los detalles, las formaciones del inconsciente: los lapsus lingue, los actos fallidos y los equívocos. Estas formaciones del inconsciente no existen fuera del detalle y es porque Freud confió en el detalle que fundó el psicoanálisis. ¿Qué valor tendría una interpretación psicoanalítica si se pudiera generalizar para todo el mundo? Una interpretación analítica tiene valor para el sujeto en tanto que tiene un valor particular. Digamos que el estilo de Lacan le lleva a uno a los detalles, no se puede leer deprisa. Uno está obligado a leerlo despacio, frase a frase, párrafo a párrafo. “Yo siempre digo la verdad”, volvamos en detalle a esta frase que siempre se te puede atribuir. Cuando la escribo, la escribo como una cita, es una frase de Lacan. Pero cuando la repites, se te puede atribuir. Porque la palabra “yo”, que salta de boca a boca, cuando hablamos, no tiene ninguna otra referencia que la de la persona que la dice en un determinado momento. Yo soy yo cuando hablo y tu cuando hablas tú. Es uno de los términos que el lingüista Roman Jakobson, siguiendo a Jespersen, denominó “shifters”, para indicar que solo tienen significado en el habla.  En realidad es un poco más complicado porque en una cita “yo” designa a la persona que lo dijo en un determinado momento. Nadie, yo diría, habla sin decir al mismo tiempo “yo digo la verdad”, es una frase que está implícita siempre que se habla.  Cuando dices algo del tipo: “No llevo nada peligroso en mi bolsa”, como afirmas por ejemplo cuando recorres Jerusalén, el “yo digo siempre la verdad” yace implícito. De la misma manera que lo está siempre a excepción de cuando usamos imperativos o preguntas. Solamente no lo está cuando se afirma “Yo miento”, aunque quizás conozcan ustedes la antigua paradoja rejuvenecida en la modernidad por Bertrand Russell y Gödel.  Es precisamente porque no hay habla que no esté situada en la dimensión de la verdad que “Yo miento” constituye una verdadera paradoja.
Cuando Lacan dice “Yo siempre digo la verdad” hace una pose con cierto aire teatral. Pero se trata de tomar una posición anti-Epiménides que resulta más verdadera que el “yo miento” de Epiménides, ya que la verdad y la mentida no son de ninguna manera simétricas. No hay ninguna duda en cuanto a la verdad que es opuesta a la mentida. Sobre lo que alguien afirma siempre se puede decir: “Es verdad” o “es falso”. Por tanto existe una verdad que se opone a la mentira, pero aún hay otra verdad que se apoya en ambas y que está en relación con el simple hecho de formular, puesto que no hay manera de decir nada sin postularlo como verdad. Incluso cuando digo “Miento” estoy afirmando “Es verdad que miento”. Por tanto, existe una verdad opuesta a la falsedad, pero en el acto mismo de hablar existe otra verdad disimétrica con la falsedad. Si no se tiene idea de esta verdad interna al decir, no se puede tener idea de lo que es el psicoanálisis. No se puede entender lo que Sigmund Freud le dijo a su paciente que habiendo visto a una mujer en sus sueños afirmaba: “no era mi madre”. La interpretación de Freud fue: “por eso es su madre”, porque la palabra madre ya estaba ahí. Es cierto que para un paciente no es lo mismo decir “es mi madre” que “no es mi madre”, y uno puede decir que ahí hay algo cierto y algo falso. Pero hay la verdad que se erige por encima de la distinción entre “era mi madre” o “no lo era”, y que consiste en que se dijo la palabra “madre”. Es en este hecho que se funda la interpretación de Freud.
Karl Popper podría decir: “efectivamente, Freud siempre tiene razón”, tanto si el paciente dice “es mi madre” como “no es mi madre”,  Freud sabe que se trata de la madre. De acuerdo, pero todo esto se basa en la verdad disimétrica de la falsedad. Esta es la verdad de la que hablo: la verdad interna al acto mismo de hablar. Hablando a través de lo que se dice, la verdad dirá “madre”, se trate o no de la madre. Esta verdad que habla a través de lo que se dice, dice algo diferente a lo que se quiere decir. Uno quiere decir “no es mi madre”, pero la verdad dice “madre”. Y en esto uno simplemente deja que la lengua, la boca, diga algo más que habla a través de uno a pesar de lo que se quiere decir. Esta es la verdad que ningún grado de poderío puede domesticar. Es la verdad que deambula, la verdad que cautiva, que despista y engaña, que hace tropezar, es la verdad freudiana. Es la verdad del lapsus, de los equívocos, la verdad que no se deja atrapar. “Estás perdido”, te dice, a lo que respondes:  “Retiro lo que he dicho. Te desafío. Me pongo a salvo. Me defiendo”.
Tras esta explicación mía a esta mujer de ficción, me imagino que ella diría: “Si eso es la verdad, no entiendo porque la falta de palabras nos impide decir toda la verdad. Justamente al contrario, si eso es la verdad, siempre se encuentran palabras para decirla”.  Aquí pararía a mi amiga y le diría: “la verdad y toda la verdad no son lo mismo. ¿Cómo se puede hacer un todo, cómo hacer una totalidad de una verdad vagabunda, de una verdad que deambula? Ella no se deja encerrar en un presente como tal. La verdad freudiana no es una totalidad, es fundamentalmente repelente a la totalidad. Hay siempre algo más para decir. La verdad esquiva tanto el todo como el uno. No hay una. No está ceñida en la teoría. La verdad es siempre otra”.
Si ustedes no están cansados de mi referencia a la lógica, me gustaría sugerir algo más en ese sentido también a mi amiga de ficción. Lo sugiero porque es una lectura recomendada por Popper. En sus memorias, que llevan el título deUnending Quest, habla del efecto esencial que su encuentro con Alfred Tarski en un parque vienés tuvo sobre su concepción de la ciencia. Les recomiendo también que lean a Tarski y su famoso texto “El concepto de verdad”. Ahí demuestra que la verdad es indefinible en el lenguaje que se habla. Para definirla se debe salir fuera del lenguaje, como ocurre en los lenguajes formales que son numerados y jerarquizados. Al nivel n+ se establece el nivel n- de verdad, este emparejamiento de niveles es lo que Carnap denomina “metalenguaje” y no se puede llevar a cabo en el caso del lenguaje que se habla, porque no es un lenguaje formal. Este es el sentido del aforismo de Lacan por el cual no hay metalenguaje. No hay otro lenguaje que el lenguaje, la lengua materna, que hablamos. Para referirse a éste lenguaje, Lacan acuñó el término lalangue, en un intento de expresarlo fuera de la gramática. Pero quizás mi amiga preferiría mantenerse en lo que cree que es la definición clásica de verdad, por la cual “se denomina verdadero a lo que expresa lo que es y falso a lo que no es ”. ¿Qué respondería yo a alguien que dijera esto? Le respondería del siguiente modo: “Lo que es” es una expresión que proviene directamente del Tractatus de Wittgenstein que quizás ustedes conocen, les supongo cultura epistemológica. Conocen pues la famosa conclusión de su Tractatus: “Lo que no se puede decir, debe quedar en silencio” . Bien, esta idea lógica es inaceptable en psicoanálisis. El psicoanálisis adopta un edicto verdaderamente antitético, porque en la experiencia analítica precisamente uno debe hablar de lo que no se puede decir, cosa que proporciona una ocasión para probar que las palabras no son suficientes para decirlo todo. En este punto debemos establecer algo sin lo cual no podríamos seguir adelante. Propongo que lo que se dice no se puede medir en relación a lo que es. Me imagino la sorpresa de mi amiga que diría: “¿Puedes repetir eso de nuevo? Porque me dio la impresión de que no aceptas ninguna realidad fuera del lenguaje. Y si éste es el caso, bien, buenas noches, te dejo con tus sueños”. A lo que yo  respondería: “Uno puede, sin embargo, a través de algo distinto a los sueños, por ejemplo el método, suspender la creencia en la realidad externa al lenguaje y prestar fe a una realidad completamente interior.” Eso es el cogito cartesiano, está en su base, es el resto del desastre producido por Descartes al suspender toda creencia. Saben su modo de proceder: suspende toda creencia en la realidad externa y se apoya en el cogito, en la subjetividad del cogito como residuo de esta suspensión en la creencia. Es precisamente en este cogito como residuo en el que Lacan fundamenta el sujeto al cual se dirige el psicoanálisis.
Es precisamente en este sujeto, en este cogito como residuo, que Lacan fundamentó lo que llamó el sujeto del inconsciente. Para aclarar esta cuestión de la realidad externa al lenguaje, me referiré primero a Freud y a su práctica. Se acordarán que cuando se enfrentó al Hombre de los lobos, Freud insistía obstinadamente en coordinar las afirmaciones con los hechos. En este caso, Freud trató de reconstruir con mucho cuidado, mes tras mes, los primeros años del Hombre de los lobos. Es decir, trató de reconstruir los hechos a partir de los dichos. Ciertamente, quería establecer lo que fue, los hechos. Vio en la realidad externa, en la escena primaria, lo que su paciente no podía decir. Había algo que no podía ser dicho por el paciente, pero que él, el analista podía reconstruir, eso era la escena primaria. Creo que saben que Freud abandonó este propósito y que ningún analista desde entonces ha recurrido a este método, el método de intentar establecer los hechos. De alguna manera, el psicoanálisis propiamente dicho empezó en cuanto Freud dejó de corroborar los dichos con hechos. Si hay algo que sea verificable en psicoanálisis tiene lugar dentro de los dichos mismos del paciente, y esto implica también que la clase de habla que surge de la experiencia freudiana no tiene, si puedo decirlo así, exterior. No podemos imaginar a un analista yendo a corroborar los dichos del paciente con la familia. Se hace en las terapias de familia, pero ese tipo de terapias no son psicoanálisis. En un cierto sentido, esto es así porque en psicoanálisis los hechos fuera de los dichos no tienen significado. Por esto mismo he podido venir a Israel con mi padre –“el psicoanalista y su padre”. He tenido la experiencia de venir a Israel por primera vez.
¿Cuál es la conclusión de todo esto? De hecho, uno puede decir lo que quiera, y éste es precisamente el principio de la experiencia analítica y es coherente con la regla analítica. La experiencia analítica no tiene otro principio que el que uno puede decir lo que quiera. Y esto es lo que Freud llama la asociación libre, decir cualquier cosa. Y lo que uno encuentra en su experiencia es que resulta imposible hacerlo. La lógica funciona en lo que se dice, la lógica te prohíbe decir cualquier cosa, aunque sea esa la invitación. Este es el verdadera sentido del inconsciente. Y esto es lo que lleva a Freud a hablar en su libro “Inhibición, síntoma y angustia” de la represión primaria que, como tal, es imposible eliminar. La represión primaria nunca puede ser suprimida. No es una cuestión de simple incapacidad, de lo que Freud habla. Es una cuestión de imposibilidad y eso es a lo que Lacan llamó la imposibilidad de decir toda la verdad. La incapacidad se puede notar, la imposibilidad, por otro lado, toma la forma de conclusión. Esta imposibilidad, si puedo decirlo así, deriva del mismo curso del análisis. Cuando encuentras la imposibilidad en un análisis, encuentras la realidad. No la realidad externa, sino la realidad dentro del curso mismo del análisis, la que resulta de sus impasses. Esto es lo que Lacan llamó lo real. Lo que llamó real es la realidad como experiencia en lo imposible de decir. Concedámosle esto: lo real es lo imposible, cuando el discurso tropieza, no puede ir más allá, se encuentra con un “no hay”. En la Antigüedad, la verdad estaba relacionada con lo real como “adequatio rei intellectus”, correspondencia entre la cosa y la mente. Pero si la verdad no es eso, ni tampoco es exactitud, o bien la verdad no está relacionada con ningún real, o lo está por lo imposible de decir. Ciertamente, este real de Lacan, que no se puede decir, pero del que se debe hablar, es lo que Freud llamó el “trauma”. Lo real de Lacan es siempre traumático, es un agujero en el discurso. Lacan creó el neologismo “troumatique”, es decir, agujeromático. La palabra “trou” en francés quiere decir agujero, por tanto construyó un neologismo basándose en la equivalencia entre trauma y agujero en el discurso.  En inglés se podría decir “no whole without a hole”, no totalidad sin agujero. Por tanto, el real psicoanalítico no es toda la realidad, como generalmente se entiende. Lo real en psicoanálisis, lo real traumático, depende de la lógica del discurso. Este último delimita, cierne, lo real con sus impasses. Lo real no es una cosa en sí mismo, ni constituye una totalidad. Hay solo pedazos de real a los que accedemos en un análisis.
Quisiera explicar también porqué Lacan habla de “materialmente imposible”. He aquí como yo lo entiendo. Como ustedes saben, a principios de siglo se descubrieron las paradojas en la teoría de conjuntos.  La primera fue descubierta por Russell, que se la escribió en una carta terrible a Gottlob Frege, una pequeña paradoja en una pequeña fórmula. Los efectos de esas paradojas hicieron temblar la creencia en los fundamentos de la matemática. Para tratarlas, Hilbert, el matemático más destacado de su tiempo, forjó el concepto de sistemas formales. Pensó que un sistema formal podía incluir todo lo necesario para llevar a cabo la demostración de consistencia o inconsistencia, así como la definición de verdad válida dentro de él.  Acabado de formular, este programa fue socavado por los teoremas de incompletud de Gödel, que proveen para cada sistema que intente formalizar la aritmética, una fórmula indemostrable. Ningún descubrimiento desde 1931 ha sido más importante en la lógica matemática que esta imposibilidad relacionada con el manejo de las ciencias que son enteramente materiales. Kurt Gödel adaptó, y lo dijo explícitamente, la antigua paradoja “Yo miento”. Esto es lo que está detrás de “materialmente” cuando Lacan afirma “materialmente imposible”.
Me parece que con estas tres frases Lacan dice mucho. Define el verdadero asunto del psicoanálisis. Implica una extraña, diferente y nueva teoría de la verdad y de lo real que no es la realidad externa. Concedo que todo esto es quizás difícil de entender. Creo, déjenme decirlo así, que hacerse entender no es lo mismo que enseñar. En algunos casos es lo contrario. Uno sólo comprende lo que uno ya cree saber. Más precisamente, uno nunca entiende nada más que un sentido cuya satisfacción o confort ya ha experimentado. Uno nunca comprende nada sino las propias fantasías. Y uno nunca es enseñado sino por lo que uno no entiende.  Uno nunca es enseñado sino por el sinsentido. Si el psicoanalista deja en suspenso su comprensión, su creencia en lo que usted dice, le da a usted la oportunidad de hacer lo mismo. Cuando uno habla quiere que el otro esté de acuerdo, que le comprenda. Cuando usted va a un psicoanalista, va a ver a alguien que profesionalmente no le va a entender. Es decir, que va a considerar que la manera que usted usa las palabras, las palabras comunes, es completamente particular. Si usted dice “estoy deprimido”, no hay manera de que el significado que usted da a la depresión sea el mismo que el de su vecino. Y si va a un analista va a ver a alguien que no entenderá lo que usted quiere decir cuando dice “estoy deprimido”. A veces se dice que el lema del analista es “¿Qué quiere decir cuando dice esto?”, se puede hacer broma, pero localiza la posición del analista, que no es la de comprender, sino la de poner en suspenso el significado de vuestras palabras, lo que les da la oportunidad de hacerlo a ustedes mismos, de manera que puedan aprender algo de lo que les sucede, y esto es sólo posible en la medida que tomen distancia de sus propios fantasmas. Para el psicoanálisis los actos fallidos lo son en lo que concierne al sentido, es decir en términos de su intención significativa. Sin embargo estos actos son exitosos en lo que concierne a la verdad que surge del malentendido.
Quizás para dejar espacio al debate, me detendré en este punto de mi diálogo ficticio, para tener uno real con ustedes. Ciertamente no di una respuesta directa sobre la cuestión del lugar del psicoanálisis entre las ciencias. Quizás podría decir que el psicoanálisis no es uno entre las ciencias. No veo de qué manera podríamos confundir la teoría y la práctica del analista con la del científico, en cuanto a los criterios fundamentales de la ciencia. Lo que pienso es otra cosa: que el psicoanálisis sería imposible si no fuera por la existencia de la ciencia, si no fuera por lo que la ciencia, la mente científica, ha destruido en nuestro mundo. Y quizás la mejor manera de entender esto es a través de Descartes, para quien la posición científica se obtiene a través de la evacuación de toda creencia previa para dejar paso sólo a la demostración y a la verificación. Es este movimiento, este movimiento cartesiano, que destruyó los mitos en nuestro mundo y que entró en un conflicto duradero con la religión. Es en este mundo científico que empezó el psicoanálisis. Empezó en la ciencia misma, porque pedirle a alguien que hable al azar, de cualquier cosa y suponer que hay una ley en lo que dice, esto es el espíritu científico reducido, diría, a la pura creencia, como Hume indicó con precisión en su demostración sobre la causalidad.
Me gustaría simplemente señalar que si bien el psicoanálisis no es una ciencia está, sin embargo, condicionado por la ciencia. El psicoanálisis es una manera de tomar el lenguaje materialmente, es decir como hechos. Añadiría que la ley que opera en el psicoanálisis no es pensable fuera de la emergencia del espíritu científico en el mundo. Por tanto, esto iniciaría una dialéctica entre ciencia y psicoanálisis, lo que podría desarrollar, aunque no necesariamente a través de los científicos que entran en análisis aunque no crean que el psicoanálisis sea una ciencia. Pero detendré mi charla en este punto y espero que después de  mi protagonista de ficción, encontraré a uno concreto en esta audiencia. Gracias.
Traducción del inglés: Neus Carbonell
*Conferencia en Jerusalén en 1988. Agradecemos a nuestro colega Marco Mauas, de Jerusalén, habernos hecho conocer esta intervención en lengua inglesa de JAM.

[1] Lacan Jacques. Psicoanálisis radiofonía & televisión, Barcelona, Anagrama, 1977, p. 83. (NT)

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