A los 65 años falleció en Las Palmas de Gran Canaria el poeta Leopoldo María Panero. Su espíritu rebelde lo llevo a entrar en el Partido Comunista cuando tenía 16 años, dos años después de la muerte de su padre, Leopoldo Panero, un poeta convertido al falangismo que trabajó a favor de la dictadura franquista. D.E.P.
Sus últimas décadas las pasó en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, primero estuvo ingresado en el hospital siquiátrico de el Sabinal y después en la unidad de salud mental del hospital Juan Carlos I, donde falleció la madrugada de este jueves. El periodista Federico Utrera, editor del libro "Después de tantos desencantos. Vida y obra poética de los Panero" contaba hoy en La Ventana de Canarias que conocer a Luis María Panero y a sus hermanos Michi y Juan Luis fue una de las experiencias más interesantes de su vida.
Federico Utrera no tiene ninguna duda "Leopoldo María Panero era el mejor poeta español con vida, no sólo lo digo yo, lo han reconocido el novelista Juan Goytisolo o el dramaturgo Fernando Arrabal, Leopoldo ha sido el más traducido fuera de España y el más leído de las últimas décadas". Utrera recuerda que a Leopoldo María Panero le gustaba pasear por la playa de Las Canteras y acostarse en los bancos de la calle Triana o el Parque San Telmo. "Espero que no se le ocurra ir al entierro a ningún concejal de la capital, porque lo echaban de los bancos y el mismo decía que lo único que pedía era que lo dejaran estar acostado en esos bancos, porque se sentía un poeta de la calle con espíritu libre".
Utrera recuerda que el propio Leopoldo María Panero vaticinó cómo lo iban a tratar los medios tras su muerte "escribirán ha muerto el último poeta maldito que ha sido tratado injustamente". Para el periodista y editor el último de la saga de los Panero fue "sobre todo un poeta auténtico, un hombre libre que no estaba sometido al reloj como el resto de los mortales".
Uno de los lugares que más frecuentó Leopoldo María Panero fue la librería y cafetería "Esdrújulo" en la capital grancanaria, que cerró sus puertas hace unos años. Allí entabló amistad con su dueño, Adolfo García, que cuando creó la editorial "El Ángel Caído" le ofreció a Panero publicar sus nuevos poetas. Bajo el sello de la editorial canaria se publicaron en 2008: "Tango", "Contra España y otros poemas no de amor" y "Esphera". En 2011 se publicaron "Piedra negra o del temblar", El último hombre", "Dioscuros" y "El que no ve". Adolfo García comentó en la SER que "Leopoldo era como un niño chico, a veces caprichoso, pero muy tierno, con un gran sentido del humor, le encantaba contar chistes de locos".
Poema "El Loco"
EL LOCO
He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.
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