Rodrigo Córdoba Sanz: me ha parecido un texto bien fundamentado en las ideas de un sociólogo-filósofo que transmite una idea de la educación en "Emilio o de la educación", un texto que les recomiendo lean poco a poco. Existen dos partes en este libro. Primero, los postulados básicos y ejemplos donde parte el autor. Después un ejemplo a través de la educación imaginaria con "Emilio". Todos sabemos el contexto en el que se desenvuelve el texto que si lo reducimos mucho sería así: "Los niños nacen buenos por naturaleza y la sociedad les corrompe". En verdad, qué curioso, vengo de leer sobre un caso de psicopatía y después Internet me ha llevado a artículos y libros que me producen cierto dolor: "Niños y adolescentes antisociales". Existen y la educación es vital. Creo que no hay que confundir los primeros cuidados con los cuidados cuando el bebé pasa a ser niño. Algo fundamental sería estimular la responsabilidad. Lo que recalcan poco según que tendencias es que un sostén emocional suficientemente bueno es más importante que la ley rígida. También hay que decir que cada padre y madre tiene su personalidad y estilo de crianza. Por tanto, existe un claro vínculo entre educación y conducta antisocial.
LA IDEA DE EDUCACIÓN EN DURKHEIM

En el libro
Educación y Sociología[1], se describe la
doctrina de la educación de Émile Durkheim, que
posee las siguientes ideas capitales:
El hombre, como ser
social, está conformado por su ser individual que se refiere a sus estados
mentales y a su experiencia personal, y también por un sistema de ideas,
sentimientos y hábitos del grupo al que pertenece, tales como ideas religiosas,
creencias, prácticas morales, tradiciones, que se traducen en la forma de
voluntad del sujeto, y en las nociones de las que se conforma la inteligencia.
La constitución de este ser social es la finalidad de la educación, sin soslayar
al hombre como individuo, pues los atributos del hombre se transmiten por vía
social y se configuran históricamente por los avatares de la
civilización.
Se entiende a la educación
como un hecho eminentemente social:
La educación es la acción
ejercida por las generaciones adultas sobre las que todavía no están maduras
para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño cierto
número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él la sociedad
política en su conjunto y el medio especial, al que está particularmente
destinado.[2]
La educación es un hecho
que dirige la pedagogía, y es estudiado por la ciencia de la educación. La
psicología y la sociología colaboran para estudiar científicamente la educación.
La psicología aborda el hecho asumiendo la psicología del niño frente a la del
adulto; la sociología, desde los elementos de la civilización y los elementos en
que éstos se transmiten. La pedagogía resulta entonces una obra de reflexión que
busca resultados de ambos órdenes para establecer principios de conducta o para
reformar la educación. Hace falta conocer plenamente las condiciones del hecho
educativo, para que haya más probabilidades de utilizarlo eficazmente. Parea
ello, es menester entender las instituciones de acuerdo a su función, dirigida
hacia una pedagogía racional y eficaz dentro de los límites sociales, analizando
sus componentes, sus necesidades y las génesis de sus causas.
Para Durkheim, haciendo
sociológico el análisis moral, es posible otorgarle un fundamento racional, ni
religioso ni metafísico, recuperando sus verdades al proyectarlas en el plan del
pensamiento laico. La educación moral tiene como función inicial al niño en los
deberes, suscitarle ciertas virtudes, “desarrollar en él la aptitud general para
la moralidad, las disposiciones fundamentales que están en la raíz de la vida
moral, constituir en él el agente moral, dispuesto a las iniciativas que son
condición general del progreso.”[3] Hay que entender como
elementos de moralidad el espíritu de disciplina, el espíritu de abnegación y el
espíritu de autonomía, orientados hacia el deber y el bien. La paulatina
asimilación del sentido del gusto de la regularidad, la limitación de deseos y
el respeto por la regla al reconocerla racionalmente fundada, supone su
aplicación metódica de la inteligencia.
Aunque el ideal
intelectual está menos definido que el moral, está claro que es necesario
constituir en el espíritu cierto número de aptitudes fundamentales que Durkheim
llama categorías:
nociones-madres, centros
de inteligibilidad, que son los marcos y los útiles del pensamiento lógico.
Entended por categorías, no sólo las formas más abstractas del pensamiento, la
noción de causa, o la de sustancia; sino las ideas, más ricas de contenido, que
presiden a nuestra interpretación actual: nuestra idea del mundo físico, nuestra
idea de la vida, nuestra idea del hombre.[4]
Estas categorías, lejos de
ser innatas, son constituidas a través de la evolución de la civilización
mediante el desarrollo de las ciencias físicas y morales, y son las responsables
del espíritu, puesto que un buen espíritu es aquel cuyas ideas regulan el
ejercicio del pensamiento y, para conformarlo, hace falta que el profesor
transmita al estudiante un saber positivo. Durkheim piensa como Comte, que se
deben aprender cosas, adquirir sabiduría, aunque se prescinda del valor de los
propios conocimientos, porque las disciplinas a enseñar asumen una filosofía, un
sistema de nociones cardinales que resumen los caracteres más generales de las
cosas como las concebimos. Tal filosofía es el fruto de la generación y
constituye la estructura de la inteligencia.
Frente a las diversas
doctrinas acerca de la educación, Durkheim pide que revelen sus fuerzas sociales
que animan un determinado sistema de educación o trabajan por modificarlo,
porque las ideas son también hechos y si éstos tienen resonancia, entonces
también son sociales; si no muestran sus relaciones entre el individuo y la
sociedad, entre la ciencia y la práctica, la naturaleza de la moralidad y la del
entendimiento, entonces no tienen validez.
Lo que debe ser la
educación, responde a la contribución que las generaciones pasadas han hecho, es
decir que es imposible separar las causas históricas para poder comprenderla. Es
una realidad existente, sobre la cual sólo es posible actuar conociéndola, saber
cuál es su naturaleza y las condiciones de que dependen.
Toda educación trata de
formar al hombre de acuerdo al tipo ideal de hombre que sobreentiende la
civilización, lo que éste debe ser desde el punto de vista intelectual, como
físico y moral. Este tipo se fija en las conciencias, y aunque la educación
asegura la diversidad, también se ocupa de perpetuar la homogeneidad de sus
discípulos.
Al ser naciente (niño) se
le agrega otro (educador) para llevarlo a la vida moral y social para hacer de
él un ser nuevo, que responderá antes que nada, a necesidades sociales. La
educación desenvolverá sus cualidades de la inteligencia y las físicas, para ir
al encuentro de un estado de perfección gracias al concurso de la sociedad,
porque “El hombre, en efecto, no es hombre más que porque vive en Sociedad.”[5] La sociedad es quien nos insta a pensar en los intereses
de los demás, a dominar las pasiones y los instintos, a subordinar los propios
fines a otros más altos: “Todo el sistema de representación que mantiene en
nosotros la idea u el sentimiento de la regla, de la disciplina, lo mismo
interna que externa, es la sociedad quien lo instituyó en nuestras
conciencias.”[6] La sociedad domina todas nuestras
nociones, puesto que si el hombre fuese despojado de todo lo que le viene de la
sociedad quedaría en el rango del animal, la sociedad es la personalidad moral
que perdura más allá de las generaciones y las une, sin disociar al individuo de
ésta, pues se implican mutuamente: “La acción que ésta [la sociedad] ejerce
sobre él, señaladamente por medio de la educación, no tiene, de ningún modo,
como objeto y como efecto, comprimirle, disminuirle, desnaturalizarle; sino, por
el contrario, engrandecerle y hacer de él un ser verdaderamente humano.”[7]
La educación es una
función social, y por esto el Estado no puede desinteresarse de ésta. La
educación debe estar sometida en su totalidad a los intereses del Estado, porque
es éste quien abre paso a los principios esenciales: respeto a la razón, a la
ciencia, a las ideas y a los sentimientos que están en la base de la moral
democrática.
La educación no hace al
hombre de la nada sino que trabaja sobre disposiciones que ya están hechas, y
que son muy difíciles de transformar radicalmente porque dominan el espíritu y
el carácter hacia determinadas maneras de obrar y de pensar. El maestro con su
experiencia y su cultura tiene la fuerza para trabajar sobre la voluntad del
niño. La educación debe ser paciente y continua en busca de un sentido bien
determinado, sin desviarse por las circunstancias externas, y de esta manera
tiene los medios necesarios para impresionar a las almas.
La educación debe ser cosa
de autoridad: “Para aprender a reprimir su egoísmo natural a subordinarse a
fines más altos, a someter sus deseos al imperio de su voluntad, a encerrarlos
en los debidos límites, es preciso que el niño ejerza sobre sí mismo una fuerte
represión.”[8] Esto provoca el sentimiento del deber, el
estímulo del esfuerzo. Los padres y los maestros son de quienes el niño aprende
el deber, por lo que éstos tienen la responsabilidad de encarnar y
personificarlo como autoridades morales, porque la autoridad consiste
enteramente en un cierto ascendiente moral, y supone que el maestro tiene
voluntad, porque la autoridad implica confianza, y ante todo que debe dar la
sensación de que la autoridad la siente en su propia persona, una especie de fe
interior en la grandeza de su misión. Para que sea posible, el maestro debe ser
laico porque representa a la sociedad, como personalidad moral y como intérprete
de las grandes ideas morales de su tiempo y de su país. Todo este respeto es lo
que, mediante la palabra y el gesto, pasa de su conciencia a la del niño. La
autoridad no se contrapone a la libertad, sino que ser libre es saber proceder
con la razón y cumplir con el deber: la libertad consiste “precisamente en dotar
al niño de este dominio de sí mismo, es en lo que debe emplearse la autoridad
del maestro. La autoridad del maestro no es otra cosa que un aspecto de
autoridad del deber y de la razón[9].
Educación es la acción
ejercida sobre los niños por los padres y los maestros. La pedagogía consiste,
no en acciones, sino en teorías —que son maneras de concebir la educación, no
maneras de practicarla—. De esta manera la educación es la materia de la
pedagogía, y ésta consiste en una cierta manera de considerar las cosas de la
educación.
Las reglas del medio
social en el que vivimos impone las costumbres, ideas y sentimientos colectivos
imposibles de modificar como queremos, y de ahí las prácticas educativas ejercen
sus acciones por generaciones que se adaptan a vivir en dichos
medios:
“La educación usada en una
determinada sociedad y considerada en un momento determinado de su evolución, es
un conjunto de prácticas, de maneras de hacer, de costumbres, que constituyen
hechos perfectamente definidos y que tienen la misma realidad que los otros
hechos sociales. No son, como se ha creído durante mucho tiempo, combinaciones
más o menos arbitrarias y artificiales, que no deben su existencia sino al
influjo caprichoso, de voluntades siempre contingentes. Constituyen, por el
contrario, verdaderas instituciones sociales. No existe ningún hombre que pueda
hacer que una sociedad tenga, en un momento dado, un sistema de educación
diferente de aquel que su estructura supone.”[10]
Para analizar los
principales problemas de la ciencia educativa, hay que tomar en cuenta el
sistema propio de educación de su país y de su tiempo, su organización general,
y entonces mediante la comparación, y distinguiendo diferencias y semejanzas,
constituir tipos genéricos de educación que correspondan a distintas sociedades.
Ya establecidos los tipos, hay que explicarlos de acuerdo a las condiciones de
que dependen sus características de cada uno y el modo en que derivaron unos de
otros. De esta manera se obtienen las leyes que dominan la evolución de los
sistemas de educación. Así, puede verse además de su desarrollo, las causas que
lo explican. Con este quehacer se puede llegar a la comprensión de cómo se
constituyen nuestras instituciones pedagógicas, cómo funcionan, derivando de
esto valiosas estadísticas.
[7] Íbid. p.
81.
[10] Íbid., p.
103.
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