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Paz y Ciencia

sábado, 15 de enero de 2011

Karl Jaspers: Filosofía de la Existencia

Karl Theodor Jaspers (Oldenburg,23 de febrero de 1883 –Basilea, 26 de febrero de 1969), psiquiatra alemán y filósofo, tuvo una fuerte influencia en la teología, en la psiquiatría y en la filosofía modernas.



Biografía


Jaspers nació en Oldenburgo, Alemania en 1883, de padre jurista y madre perteneciente a una comunidad agrícola local. Mostró un temprano interés en la filosofía, pero la experiencia de su padre en el sistema legal indudablemente influyó su decisión de estudiar leyes en la Universidad. No fue necesario que transcurriera mucho tiempo antes de que Jaspers se diera cuenta de que no disfrutaba del estudio de leyes, y es así como en 1902 decidió estudiar medicina.

Jaspers se graduó de la escuela de medicina en 1909, y comenzó a trabajar en el hospital psiquiátrico de Heidelberg donde Emil Kraepelin había trabajado años antes. Jaspers se mostró insatisfecho con la forma en que la comunidad médica de la época abordaba el tema del estudio de las enfermedades mentales, y se propuso la meta de mejorar este aspecto. En 1913 Jaspers ocupó un puesto temporal como profesor de psicología en la Universidad de Heidelberg. El puesto luego se hizo permanente, y Jaspers nunca regresó a la práctica clínica.

A la edad de 40, Jaspers regresó de la psicología a la filosofía, profundizando en temas que había desarrollado en sus trabajos psiquiátricos. Llegó a convertirse en un reconocido filósofo, tanto en Alemania como en el resto de Europa. En 1948 se mudó a la Universidad de Basilea en Suiza, donde mantuvo su puesto de prominencia en la filosofía hasta su muerte, ocurrida en Basilea en 1969.




Contribuciones a la Psiquiatría


La insatisfacción de Jaspers con el entendimiento popular de las enfermedades mentales lo llevó a cuestionar tanto el criterio de diagnóstico como los métodos clínicos de la psiquiatría. Publicó un tratado revolucionario en 1910, el que versaba sobre si la paranoia era una faceta de la personalidad o el resultado de cambios biológicos. Si bien no aportó muchas ideas nuevas, sí introdujo un nuevo método de estudio. Jaspers estudió varios pacientes en detalle, registrando información biográfica respecto de ellos y notas de cómo se sentían los propios pacientes acerca de sus síntomas. Esto llegó a ser conocido como el método biográfico, y hoy forma parte de la práctica de la psiquiatría moderna.

Jaspers desarrolló por escrito sus perspectivas de las enfermedades mentales en un libro llamado Psicopatología General. Los dos volúmenes que conforman esta obra se han transformado en clásicos de la literatura psiquiátrica, y muchos criterios modernos de diagnóstico nacen de ideas contenidas en sus páginas. Resulta de particular importancia el modo en que Jaspers encaró el diagnóstico psiquiátrico de síntomas; según él, el criterio de diagnóstico debía tomar en cuenta principalmente la forma ante el contenido. Por ejemplo, al diagnosticar una alucinación, el hecho que una persona experimente fenómenos visuales sin mediar estimulo sensorial para ello (la forma), es más importante que lo que el paciente ve (el contenido).

Jaspers sentía que la psiquiatría debía diagnosticar los delirios (o delusiones) de la misma forma. Argumentó que los clínicos no deberían considerar una creencia de delirio basado en el contenido de la creencia, sino sólo basado en la manera en que el paciente defiende esa creencia. Jaspers además distingió entre los delirios primarios y secundarios. Definió los primarios como autóctonos, es decir, que aparecen sin una causa aparente, siendo incomprensibles en términos de un proceso mental normal (este es un uso distinto que se le da al concepto autóctono en medicina y en sociología, que hace referencia a poblaciones indígenas). Los delirios secundarios, por otra parte, son clasificados como influenciados por los antecedentes de la persona, situación actual o estado mental.

Jaspers consideraba los delirios primarios como 'in-entendibles', ya que creía que no existía razonamiento coherente detrás de su formación. Esta apreciación ha causado bastante controversia, y ha sido criticada por Ronald D. Laing y Richard Bentall, haciendo énfasis en que al tomar esa posición se puede hacer que los terapeutas caigan en la complacencia de suponer que, ya que no serán capaces de entender al paciente, el paciente está delirante y cualquier investigación posterior que se haga no tendrá ningún efecto.


Fragmento de un escrito filosófico existencialista.
 

[...] Pues la libertad de la existencia se da sólo como identidad con el surgimiento originario en el que encalla el pensar. Esta libertad desaparece en el momento en que yo, anulando el salto, resbalo de nuevo, al otro lado, en la inmanencia: aproximadamente, en los ilusorios pensamientos de un proceso total necesario y cognoscible (del mundo, de lo existente, del espíritu) ante en el abandono mi libertad.

Aquí, en este salto a la trascendencia se capatan en pensamientos, por tanto, las decisiones fundamentales de mi esencia misma, las decisiones fundamentales de su realidad.

El filosofar en los modos de lo abarcador depende de una resolución. Es la resolución de la voluntad del ser para liberarse de todo saber determinado del ser, después que me he apropiado de su significado; por eso en la verdad puede venir a mí el ser mismo.

Es la resolución de escuchar, en vez de aquietarme en una satisfacción del saber del ser, lo que me habla en un espacio ilimitado, infinito, que abarca todos los horizontes, de percibir las luces anunciadoras que muestran, advierten y quizá proclaman lo que existe.

Es la resolución de cerciorarme de mí en los reflejos del ser que aparecen como mutaciones del ser, y no evitar este camino de la inmanencia, único accesible para mí, ya que sin ella no puedo penetrar en el fundamento de la existencia posible que soy, la base segura para la trascendencia que me soporta.

Es la resolución de, en vez de obtener un límite engañoso en una doctrina del ser, llegar a ser yo mismo, como fenómeno histórico, junto con el otro "mismo", en lo siempre abierto abarcador.

Los modos de lo abarcador esclarecen un rasgo esencial en la posibilidad del hombre.

Desearíamos ver el ideal del hombre. Desearíamos reconocer en el pensamiento lo que debemos ser y podemos ser en nuestro oscuro fondo. Es como si halláramos representada en una imagen una certidumbre de nuestra esencia mediante la claridad de la idea del ser humano en el ideal.

Pero toda forma pensada y visible del ser humano carece de validez universal. La forma es sólo un aspecto de la existencia histórica, no esta misma. Y cada forma de una posible perfección humana se manifiesta para nuestro pensamiento como frágil en sí y como insuscriptible de consumación en la realidad.

Por tanto, es cierto que nos conducimos por ideales. Son como boyas en nuestra marcha; pero no nos permiten ninguna detención, como si en ellos estuvieran la meta y la paz.

Los ideales, como todo lo objetivamente cognoscible, están encarnados en lo abarcador. Más allá de todos los ideales -aunque en su camino y siempre apoyado en ellos- el filosofar muestra en lo abarcador el espacio que queda.  Es propio del ser humano el poder adquirir conciencia de esa inmensidad, porque lo abarcador nos conserva la propia posibilidad. Existimos, en verdad, sólo porque continuamente comprendemos lo que nos es cercano, a la luz de los ideales que nos son accesibles. Pero el pensar lo abarcador, abre el alma a la percepción del surgimiento originario.

Pues la esencia del hombre no reside ya en un ideal fijo, sino, en primer lugar, en sus complejas tareas mediante cuya realización penetra él en el surgimiento originario de donde procede y al que vuelve.

Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo. Karl Jaspers. Filosofía de la Existencia. Planeta-Agostini.

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