martes, 11 de enero de 2011
Educación en lo afectivo-emocional
Las palabras de Matthieu Ricard son esclarecedoras. Existen al menos dos (o tres) formas de abordar la felicidad, la contemplación y la rama de las neurociencias. Me atrevería a incluir el psicoanálisis como una forma compleja y avanzada a lo largo de la evolución de esta ciencia que también puede realizar importantes aportes.
Pero me gustaría hablar de los vídeos del último post, allí se habla de una educación en valores para que las "herramientas" del colegio puedan ser manejadas con sentido. Ricard dice que un martillo puede ser usado para arreglar algo, para otros menesteres o simplemente guardarlo en el cajón. Muchos de los conocimientos aprendidos por los niños, jóvenes y adultos son almacenados temporalmente y después de un examen olvidados. Se estudia para aprobar. Tras el 11S observadores e investigadores se dieron cuenta que en los colegios de la periferia de la zona 0 había un vacío emocional, un problema afectivo que debía abordarse. Por ello hicieron estudios con alumnos y profesores, más de 800, con el famoso grupo control y un grupo aleatorio para convertir en científico el estudio.
Los resultados fueron que cuanto mayor fue la capacidad de autoconciencia, de autorreflexión y de aprendizaje afectivo y social mayor era el rendimiento de profesores y alumnos. Los profesores estaban más atentos y conectados con sus alumnos, menos estresados y se sentían dentro de un proyecto trascendente. Ahora, los padres y los educadores, los psicólogos y otros debemos incorporar estos avances que se han iniciado en complejos estudios en Washington donde se han reunido las dos ramas, los contemplativos, que llevan muchos años de investigación en este área y los neurocientíficos que tratan de cosificar los avances en moléculas, estructuras anatómicas y procesos fisiológicos en su mayoría.
Se trata entonces de hacer algo así como lo que escribe Claudio Naranjo en su libro "Cambiar la educación para cambiar el mundo". Un giro copernicano donde se ayude a los escolares a conectar con su interior, a concentrarse y a ser felices. Sin ser felices el rendimiento es menor y la aplicación práctica es peor.
Así pues, se trata de integrar en un corpus científico los aportes de quienes han trabajado con los niños en la escuela y en las consultas para ofrecer un cambio en cuanto a lo afectivo. Como diría Jose Antonio Marina, los módulos afectivos interfieren en los módulos cognitivos y por tanto, en la inteligencia ejecutiva. Savater diría que la libertad es respetarse y respetar a los otros, como regla de oro. Decía algo similar Stuart Mill. Por tanto trato de acercarles estas posiciones tan poco académicas, que no estudian nuestros candidatos a profesores, y que están muy lejos de saber qué es la inteligencia emocional. Desgraciadamente todavía se usan criterios médicos para los niños "hiperactivos", se les realizan pruebas neurológicas y se les prescriben psicoestimulantes como el metilfenidato que tiene un efecto paradójico. Estas personas, de mayores, tienen mayor riesgo de consumir drogas como la cocaína. Tener problemas de impulsividad, de suspicacia y de tendencia antisocial. Necesitan algo más que unos límites firmes y flexibles. Una cobertura emocional, con paciencia y reflexión por todas partes. Cuanto mayor es el individuo más se aferra a sus preceptos, a sus prejuicios y sus estructuras rígidas. La educación emocional ayuda a desarrollar la empatía, la simpatía, el altruismo y otra serie de valores para ser individuos sanos en sociedad.
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