Entender la vida como una oportunidad para crecer constantemente es clave para el desarrollo de una buena salud. La vida tiene apasionantes alicientes que nos ayudan a sentirnos vivos. El crear un escrito, un poema, el moldear con plastilina una figura descrita en un libro, el jugar con unos compañeros en internet al que acabas dando rostro en una cervecería. El crear un modo de vivir que merezca la pena de ser vivido. El inventar, el imaginar, son recursos que se tienen que potenciar para huir de esos estados tan molestos y dolorosos como son la melancolía y la ansiedad, dos caras de una misma moneda. El aparato psíquico se agota de soportar la ansiedad y cae en depresión. La melancolía puede devenir por componentes del temperamento, esto es herencia y el carácter, el componente psicosocial. Los psicólogos han situado en un 60% el componente ambiental y en un 40% el factor genético pero considerando todas las especialidades científicas sería más prudente situarlo en un 50%.
La vida puede ser una fuente de placer, de bienestar y para ello probablemente necesitamos amor, trabajo y una red de soporte social. Además de eso, que ya citaba en parte Freud, el ser humano necesita realizarse, sentir que lo que está haciendo es trascendente, que es importante. Necesita un proyecto vital, un organigrama de vida, una forma de estructurar y proyectar su vida en el futuro.
Cuando Victor Frankl en el clásico y hermoso libro: "El hombre en busca de sentido" escribe que tras su experiencia en el campo de concentración logró desarrollar una estructura de psicoterapia que él denominó "logoterapia", la tercera escuela vienesa de Psicoterapia tras Freud y Alfred Adler. Victor Frankl, como Boris Cyrulnik sufrió un pasaje traumático en su vida que le marcó y para dar sentido a su experiencia se dedicó a escribir y trabajar en psicoterapia desarrollando un nuevo modelo en el que lo importante es encontrar significado a la existencia. Boris Cyrulnik estuvo en Auschwitz con 6 años y logró escaparse, pero sus familiares murieron. Tras deambular por centros de acogida, albergues y otros lugares llegó a una familia que le brindó cariño y recursos para estudiar. Su proyecto se centró en dar sentido a la experiencia vivida, a trabajar en el concepto de resiliencia, estudió psicoanálisis, psiquiatría y neurología. Desde allí pudo comprender mejor la naturaleza humana.
Estas vidas paralelas nos enseñan que es vital construir un proyecto de vida que de forma y sentido a la biografía, a la trayectoria vital. Estas personas y científicos resilientes pudieron vivir de una manera creativa y trascendente por su talento y las facilidades que les propuso el medio ambiente. La gran acogida de los textos de Frankl, así como la familia de acogida de Cyrulnik y sus obras dedicadas a ayudar a aquellos que han vivido situaciones trágicas es una forma de dar sentido a su experiencia y ponerla al servicio de los demás. Es un acto humano hermoso.
Otras personas quizás no tan célebres en el campo de la salud mental pero sí en otros, han sufrido igualmente y han tenido menos facilidades para desarrollar un proyecto resiliente, superar la adversidad y aceptar lo vivido desde un punto de vista emocional, ya que el intelecto suele ir por delante de la emoción en cuanto a la comprensión. Hay que prestar ayuda y cuidado a estas personas porque a través del contacto humano y la comprensión, así como la elaboración en dosis aceptables para su angustia son recursos que permitirán acceder a la resiliencia de una manera eficaz y construir un proyecto de vida que les haga sentir la vida plena y rica.
Cierto es que para ello, a veces tenemos que resolver lo que Winnicott llamaba falso self, una estructura defensiva y simulatoria que sirve para mostrar una cara a modo de antifaz, otros autores hablan de disociación estructural con una parte emocional y una parte aparentemente normal. Existen personas muy populares que han sufrido esta forma de disociación o vista desde otro ángulo escisión del ego.
La vida puede ser construida de un modo halagüeño y el afecto es una resultante de gran valor para el desarrollo mental y emocional de personas que se han visto privadas en épocas sensibles de sus vidas.
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