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Paz y Ciencia

domingo, 10 de octubre de 2010

El guardián entre el centeno. Salinger.

[...] El señor Antolini se quedó un rato callado. Luego se levantó, cogió otro cubito de hielo, lo echó en el vaso y volvió a sentarse. Se le notaba que estaba pensando. Yo estaba deseando que continuara la conversación por la mañana en vez de ahora, pero él estaba empeñado. La gente casi siempre se empeña en hablar cuando el otro no tiene ninguna gana.
- Está bien. Ahora escúchame un momento... Puede que no me exprese tan memorablemente como quisiera, pero dentro de un par de días te escribiré una carta. Entonces podrás entenderlo todo. Pero ahora escúchame de todos modos.- Volvió a concentrarse. Luego continuó-: Esta caída a la que creo que te diriges es de un tipo muy especial, terrible. Al que cae no se le permite ni oír ni sentir que ha llegado al fondo. Sólo sigue cayendo y cayendo. Es el tipo de caída destinada a los hombres que en algún momento de su vida buscaron en su entorno algo que éste no podía proporcionárselo. Así que dejaron de buscar. Abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera. ¿Me sigues?
- Si señor.
- ¿Seguro?
- Sí.

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