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Paz y Ciencia

domingo, 6 de abril de 2014

Winnicott y Lacan

 
 
Entorno al rol del "espejo" (I)
Winnicott, Lacan, dos perspectivas.
Myrta Casas de Pereda. (II)

"¿Qué es un espejo? Es el único objeto inventado que es natural".
Los espejos.
Clarice Lispector


En el año 1967 Winnicott publica "El papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño". La tesis central señala que "en el desarrollo emocional individual el precursor del espejo es el rostro de la madre". "Precursor del espejo..."es un modo de expresar la influencia, por él reconocida, del texto de Lacan primero oral de 1936 (Mariembad XIV Congreso IPA) y luego escrito en 1949 (XVI Congreso IPA Zurich), "El estadio del espejo como formador de la función del yo, tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica".De este modo Winnicott asume el espejo como un elemento significativo en la estructuración subjetiva; es decir hace suyo el espejo como concepto, para el desarrollo de sus ideas.

Ambos textos muestran sin duda puntos de convergencia, que cada autor organiza en marcos teóricos divergentes.
Se trata de la utilización de una idea conceptual, virtual (en cierto modo una metáfora) en dos perspectivas, que difieren desde el comienzo mismo en sus objetivos: en Winnicott se trata de pensar el desarrollo emocional, en Lacan es una reflexión acerca de la constitución de una función, la función del yo.

Winnicott lo toma para enriquecer sus aportes sobre la Transicionalidad y en particular en la configuración del objeto subjetivo.
Lacan ubica en esa virtualidad, siempre presente en la experiencia analítica, el interjuego del yo y los ideales, la identificación narcisista que comprende la agresividad. Y donde el yo no resulta ser un sujeto de conocimiento objetivo, sino un objeto libidinal narcisista, que implica a la pulsion y sus destinos.
En ambos está implícita la relevancia e ineludibilidad del otro que constituye en Winnicott la madre medioambiente como concepto, y en Lacan, la mirada y el compromiso libidinal del otro inauguran un derrotero estructural sostenido por lo simbólico

Voy a puntuar solamente, priorizando lo nodal de cada autor, desde mi propia decantación constituida a lo largo de muchos años de lectura de estos dos autores señeros en la historia del psicoanálisis.


EL ESTADIO DEL ESPEJO EN LACAN


Con este texto Lacan realiza un verdadero punto de inflexión en la conceptualización psicoanalítica del momento (Psicología del Yo), pues promueve el descentramiento del yo y la salida del lugar de privilegio de una supuesta autonomía del sujeto.
Lector riguroso de Freud, intenta con este texto, devolver al psicoanálisis el radical descentramiento freudiano de la división conciente-inconsciente y perfila el anudamiento real, simbólico e imaginario, que realizará años después. El yo para Freud (1914) se forma por identificación y su constitución implica "un nuevo acto psíquico"(2). Lacan retoma especialmente este aporte freudiano y hace de dicha frase la metáfora de un común denominador en la estructuración subjetiva, tomando lo que denominó en ese momento, el estadio del espejo(III).Nos muestra la constitución del yo a través de la imagen, propia y ajena, en una relación especular y a diferencia de Freud, donde el yo surgía de dentro hacia fuera, Lacan invierte el sentido causal para ubicarlo de fuera hacia adentro.
El reconocimiento que realiza el niño en el espejo, señala la radical exterioridad de la imagen en la configuración de un yo que de entrada es exteroceptivo y donde el Otro funciona como espejo. La prematurez empuja de entrada al ser humano a la disyuntiva entre la socialización o la muerte (Narciso). Hay una fuerte diacronía en juego, pues la anticipación está presente en la fascinación por la imagen del otro, donde lo que "no puedo realizar ahora", "lo veo realizar en el otro". El bebé sonríe a la sonrisa de la madre, contemplada y reperada en la mirada, donde anida un elemento esencial de este punto de inflexión teórica: la evidencia del investimento libidinal, del que lo mira mirarse, que conduce al júbilo del niño ante el espejo "La libido es la condición misma de la identificación simbólica" señala Lacan en 1936, en uno de los textos contemporáneos al Looking glass phase (5).
El niño a través de la mirada está "todo entero, allí afuera"(Philippe Julien)(4), donde la imagen, formando parte de la causalidad psíquica, forma e informa, pues comienza el proceso identificatorio en la alienación originante.
En esta alienación del sujeto en el otro, el infans se identifica y se experimenta y comienza entonces la circulación del deseo (6): hacerse reconocer, hacerse desear, y desear el deseo del Otro. Imagen, palabra, alimento y cuidados, no expresan sino, el derrotero de la pulsion, en sus distintas modalidades, oral, anal, mirada y voz, a lo que agregamos el contacto, que va dando cuenta de la inscripción representacional inconciente de ese sujeto sostenido en el deseo del Otro. Recordemos con Freud 1915 que solo sabremos de la pulsión por su representación Vorstellungrepresentantz.
He señalado antes (1 pág. 238), que "la imagen unida a la experiencia con el objeto anuda la materialidad de lo sensorial al efecto de escritura inconciente". Se trata de la historización subjetiva en proceso de estructuración psíquica.

En este contexto altamente libidinal, es donde acontece un gesto fuertemente significado: el niño vuelve su rostro hacia la mirada de la madre que lo mira mirarse en el espejo. Allí radica la posibilidad de la matriz simbólica del yo: " lo que se manipula en el triunfo del hecho de asumir la imagen del cuerpo en el espejo, es ese objeto evanescente entre todos por no aparecer sino al margen: el intercambio de las miradas, manifiesto en el hecho de que el niño se vuelva hacia aquel que lo asiste, aunque solo fuese por asistir a su juego"(7). Gesto significado y significante, que da cuenta de esa experiencia con el otro y el Otro. "Metáfora viva"(IV) de un intercambio simbólico que se escribe con el cuerpo y se inscribe al mismo tiempo como significante.

Lacan enfatiza la importancia de la captura especular, imaginaria, donde se produce la unificación de un yo primordial, un yo ideal, que tiene en contracara el reconocimiento de ser precedido por la imagen del otro. El yo es sólo articulado en tanto la discriminación "no yo" cobra consistencia en lo que Lacan denomina una "dialéctica temporal...drama interno que se precipita de la insuficiencia a la anticipación", y donde solo a posteriori de la ilusión de identificación emerge la fantasía de cuerpo fragmentado. Punto nodal de articulación que emerge a través del "jubiloso ajetreo" del niño ante el espejo, siempre y cuando haya mediado la mirada de ese Otro que lo desea vivo. Se plasma así la matriz simbólica, el ideal del yo, que en un juego eterno de alternancia con el yo ideal impregnan el avatar identificatorio donde la imagen siempre es relevante.

El espejo es una metáfora, una suerte de virtualidad permanente que se revela en la transferencia analítica, donde no es imprescindible la lámina de cristal azogado, sino donde cuenta la imagen del otro visto como semejante con la mirada de reconocimiento que emerge sin saberlo desde su deseo inconsciente (Otro). El espejo imaginariza bien esta peripecia estructural, "de la insuficiencia a la anticipación" y señala la impronta del a posteriori para toda operación psíquica (con lo cual se produce el consecuente estallido del tiempo cronológico).

Lacan otorga un lugar importante a ese imaginario engrosado donde acontece la especularidad sostenida por el investimento libidinal del Otro que lo asiste en su mirar. Allí está en juego el deseo de la madre, es decir, la castración materna, su estructura inconsciente, presente en su modo de amar al hijo.

Freud también se ocupa del Otro sin sistematizarlo, pues describe con elocuencia el deseo de los padres en torno a "his majesty the baby".En esta encrucijada que rearma Lacan desde el "nuevo acto psíquico" y el narcisismo primario del investimento yoico, puntúa la radical importancia de la agresividad: "la relación evidente de la libido narcisista con la función enajenadora del yo, con la agresividad que se desprende de ella en toda relación con el otro, aunque fuese la de la ayuda mas samaritana"(Lacan)(8). La tensión entre la imagen que se le presenta y su insuficiencia motora (solo puede patalear un poco), instala la rivalidad con la imagen, la tensión agresiva con el semejante.
En esta primacía del yo ideal, el yo nace a una modalidad paranoica de conocimiento: "la relación de exclusión que estructura desde ese momento en el sujeto, la relación dual de yo a yo" (Lacan) (9).Situación intrínseca al transitivismo que forma parte de la ya señalada matriz del yo. El yo no puede no ser sino especular, narcisista y paranoico, lo cual no implica desde luego que el sujeto lo sea. Se trata de la tensión agresiva natural que instaura la agresividad como parte estructural del psiquismo. Lo comprobamos en esa manifiesta tendencia a eliminar el rival especular, propia de todo vínculo "fratis": competencia, hostilidad, deseo del deseo del otro solo para si, en el entronizamiento narcisista del yo. La imagen es pues, encrucijada tanto del poder de fascinación como de amenaza de fragmentación. El yo nace a una agresividad ambivalente que Lacan ejemplifica, tomando el relato de San Agustín. El niño, aun antes de hablar, es absorbido por el espectáculo de su hermano mamando del seno de su madre, imagen de una frustración primordial que desencadena una mirada envenenada, constituyendo "las coordenadas de la agresividad original"(10).

El transitivismo y la alienación, son referidos a los hallazgos de Charlotte Bühler acerca del transitivismo normal, donde el niño que pega, dice haber sido pegado y el que ve caer, llora. Identificación con el otro que vive con toda la gama de prestancias y de ostentación que derivarán de allí en más, ya sea en el esclavo identificado con el déspota, o el actor con el espectador, o el seducido con el seductor. (Lacan )(10)

Verdadera encrucijada estructural, donde la relación erótica libidinal, se plasma en una imagen que lo enajena de si mismo, dando origen a esa suerte de organización pasional que se llama yo.
Y cada vez en la experiencia analítica, se recrea, se renueva, se resignifica, la dialéctica entre yo ideal e ideal del yo, lo cual implica siempre una pérdida (que Lacan nombra destete) (11). En la infancia la experiencia de la pérdida atraviesa la cotidianeidad y se objetiva en interminables actos lúdicos de juegos de presencia-ausencia.



PAPEL DE ESPEJO DE LA MADRE – Winnicott
(V)

En la perspectiva del desarrollo emocional, Winnicott otorga un rol primordial al ambiente o madre medioambiente del que el niño aún no ha sido separado. El procesamiento de la separación, yo - no yo, constituye un "momento" esencial para la vida psíquica del niño y es precisamente en la medida que comienza a responder a los ofrecimientos ambientales, que se cumplen los distintos significados de la palabra integración; de ello también depende la constitución del objeto, objetivamente percibido.

En una de las diversas formulaciones realizadas al respecto por Winnicott entre los años 60´ y 70´ señala que "el primer espejo es el rostro de la madre, y que una de las funciones de la madre, de ambos padres y de la familia es proporcionar un espejo, figurativamente hablando, en el cual el niño pueda verse. El niño no puede usar a los padres y a la familia como espejo, a menos que rija este principio de permisividad para que él o ella sean ellos mismos, aceptados totalmente sin evaluación ni presión para que cambien"(13) (subrayado personal). Lo constitutivo para el niño que configura la respuesta parental, sería entonces el modo de hacer presente el deseo inconciente sobre el hijo para "que él o ella sean ellos mismos" es decir sin intrusiones, capturas apropiadoras o indiferencia.
Pero sabemos que Winnicott no nombra el deseo inconciente, solo sus efectos.
El término "figurativamente" nos habilita a pensar en una suerte de metáfora donde se requiere ser mirado con una mirada de aceptación. Eso no se da sin mediación de una estructura aceptablemente saludable, donde no tercien grandiosidades narcisistas propias (maternas) y al mismo tiempo (porque le es consustancial) ser amado sin restricciones en el contexto simbólico marcado por la prohibición.
No se trata entonces de una devolución linear especular sino de una función que realiza el otro.

En esta trama de alienación, Winnicott(12) va a describir la primera de sus paradojas fundamentales que consiste, pues es verdaderamente consistente, en la posibilidad de que el niño pueda "crear el objeto cuando le es presentado". En esta frase de apariencia sencilla hay ideas implícitas tratadas de modo aseverativo que plantean una suerte de puesta en escena de la experiencia con el objeto. Pienso que allí está en juego la creación del fantasma.

Creo que la posibilidad de crear, imaginar, fantasear, alucinar un objeto, es ya un acontecimiento psíquico complejo, que reclama en la perspectiva metapsicológica, una representación psíquica. Inscripciones, escrituras que pueden emerger como Representaciones meta que conllevan la realización del deseo (Freud 1895-1900).
Entiendo pertinente no quedar atrapados en el fuerte imaginario del término crear, que en general y de modos no siempre directos concierne a un acto ex-nihilo, creación de la vida ...
He propuesto antes que "Crear un objeto que ya está allí sería un instante de unión, fusión con el otro, (el semejante, el pecho), una experiencia placentera que implica la vida misma (yo-no-yo).Esa afirmación es el si pero es al mismo tiempo ilusión de unidad, de no separación, de no discriminación, de no pérdida, de no símbolo. Es una señal de experiencia."(1 pág. 240)
Se trata de un acto sujeto a un condicional "cuando le es presentado", lo que señala fuertemente una presencia que comprende una amplia gama de elementos. Desde el lado del sujeto pensamos que "si necesita crear el objeto, es porque ya no lo tiene (el encuentro del objeto es siempre un re-encuentro) como señala Freud, lo crea o en todo caso lo recrea como expresión de deseo, que es demanda y que implica pregunta acerca de lo enigmático de la respuesta del otro" (1 pág. 246). Demanda, deseos, muy próximos de la pulsion que partiendo del cuerpo propio se dirige al otro y desde allí retorna según sus cuatro elementos constitutivos, fuerza, objeto, fin y meta. En este tránsito pulsional entre lo propio y lo ajeno acontece el área transicional winnicottiana, con el carácter peculiar de espacio paradojal al estilo de una cinta de moebius (1 pág. 261), donde lo interno y lo externo se transitan sin anoticiarse de ello; pero es precisamente en el reflexivo del movimiento pulsional, que vuelve con la impronta del deseo del otro que posibilitó dicha circulación.
Es pertinente evocar aquí la propuesta freudiana acerca de la contingencia del objeto para la pulsion, reuniéndolo con la idea de Winnicott acerca de "no importan tanto el objeto utilizado sino su utilización" Winnicott (12). Entiendo que aquí residen las raíces conceptuales del desarrollo ulterior sobre el "uso" del objeto.

También considero necesario desde estos aportes reunirnos nuevamente con el espacio tiempo de la metáfora viva como un espacio de simbolización aconteciendo. Es un modo de subrayar que en la paradoja winnicottiana toma cuerpo la espiral topológica de un espacio y un tiempo de signos en acto de una presentación (Darstellung) que pauta una escritura.
También el infinitivo y el participio ("crear" y "presentado") hablan de un tiempo especial que evoca la espiral del a posteriori.

Por todo lo expuesto, entiendo fundamentado proponer que cuando Winnicott dice crear el objeto está muy próximo de la formulación freudiana acerca de fantasear el objeto tal como lo describe en relación a la acción específica y la gratificación alucinatoria.

Winnicott reconoce la importancia de utilizar la fantasía como una señal del tránsito saludable por el espacio transicional: "se requiere cierto tiempo en un "ambiente previsible normal", para que el niño pueda recibir ayuda de alguien capaz de adaptarse de un modo extremadamente sensible, mientras él va adquiriendo la capacidad de utilizar la fantasía, de valerse de la realidad interior y los sueños y de manipular juguetes."(14).

Mucho del transitivismo ya anotado desde Lacan se halla renovado, ahora en Winnicott, a lo largo de experiencias "donde el bebé usa el objeto y siente que se trata de un objeto subjetivo creado por él "(22 pág. 148). En realidad el uso del objeto y la creación del objeto constituyen dos conceptos diferentes que Winnicott va modelando a lo largo de sus reflexiones. En un momento dado reúne en secuencia la idea de crear el objeto (objeto subjetivo), usar el objeto (el objeto ha dejado de ser subjetivo) y destruir el objeto (15). Aparecen los tres elementos como tres fases (que las entiendo en un orden lógico mas que cronológico): en la primera "el sujeto conserva el objeto y constituye la idealización", en la segunda "el sujeto usa el objeto" y en la tercera "destruye el objeto". Pero Winnicott también señala que "denigrar, ensuciar y destruir está en la raíz de la relación de objeto". Por lo tanto la segunda y tercera fase son consustanciales y no podríamos ubicar una antes que la otra "antes bien podríamos proponer que la primera y la segunda son, en realidad, subsidiarias de la tercera"(1 pag. 276).
Cuando Winnicott afirma que "crear el pecho una y otra vez constituye las primeras etapas del uso de la ilusión imprescindible en la constitución de esa experiencia" (12 pág. 58) se aproxima a la intelección de la emergencia del fantasma, que convoca la dupla ilusión-desilusión, en un imprescindible juego dialéctico, verdadera zona de experiencia, puesto que es esencial el deseo del otro para habilitar la ilusión y la desilusión.
Por todo ello, me parece necesario ubicar estas ideas en un contexto dinámico, donde pensamos la creación del objeto junto a la emergencia del objeto percibido objetivamente, como par que se dialectíza en la experiencia: fusión, unión y separación, con un perfil de reiteración imprescindible que reclama el movimiento de la pérdida de objeto.
El yo es correlativo al no yo lo cual alude a la posibilidad del uso del objeto y allí el no muestra la negatividad de la separación que vuelve consistente la discriminación fantasía realidad.
Winnicott es elocuente al otorgar a la función materna un rol esencial en esta peripecia; así cuando "el niño al mirar la cara de la madre se ve a si mismo..." "la madre lo mira y lo que ella parece se relaciona con lo que ve en él..." (22).

Rol contenido en la idea de una "madre suficientemente buena" que, emergiendo de su "enfermedad maternal primaria", mira a su niño con una mirada de reconocimiento y amor. No alcanza el amor, se precisa el reconocimiento (que implica separación), y éste emerge en la mirada, en su tono de voz, o en el calor de los brazos que lo acunan, pero especialmente en la mirada y la voz donde aparece sin saberlo, a mi modo de ver, su deseo inconsciente.
Para ello se requiere la estructuración psíquica mas o menos saludable de la madre que le permita, no reflejar "su propio estado de ánimo", como señala Winnicott, o "peor aún, la rigidez de sus propias defensas" (22) . En este caso el niño mira y no se ve a si mismo, con lo cual de allí en más se atrofia su capacidad creadora y buscará, denodadamente, conseguir que el ambiente le devuelva algo de sí. Cuando en su mirar, ve el rostro de la madre, es que se ha perdido su rol de espejo; va a percibir la depresión de la madre, su distancia o su indiferencia. Expresa así predominios libidinales u hostiles que aparecen en el rostro de la madre y que no son voluntariamente controlables.
Se produce un cortocircuito que saltea la alienación imprescindible, la constitución del yo en la separación no yo y solo se asiste a la imagen de otro ajeno que se cristaliza como hostil y persecutorio. Winnicott insiste en que para que acontezca la deseada separación no yo, "los principales cambios se producen en la separación de la madre, como rasgo ambiental percibido de manera objetiva" (22).

La constitución del objeto subjetivo y su transitoriedad, depende del ejercicio de esta función simbólica, madre suficientemente buena, capaz de continuar el despegue paulatino de su bebé, ya iniciado en el reconocimiento de su total indefensión.
Sin el reconocimiento simbólico no hay vida posible y ello debe estar presente en lo especular. La díada madre bebé, que Winnicott plantea como unidad, es sin duda un tiempo lógico de la estructuración psíquica que se precisa investir, tolerar y acompañar, reconociéndolo en su transitoriedad. Si una madre asiste a su bebé con un fantasma de posesión y pertenencia absoluta, no habrá lugar para el desarrollo de la enfermedad maternal primaria, transitoria por definición.

Winnicott enriquece la conceptualización del objeto subjetivo en diversos textos, a través de sus experiencias clínicas al tiempo que pormenoriza la función del espacio transicional, tanto en su perfil normal de desarrollo, como en el abanico de trastornos donde el niño establecerá diversas estrategias para predecir estados de ánimo maternos. En el perfil psicopatológico, describe las vivencias de amenaza, de caos, de retiradas hacia adentro, y la emergencia defensas autistas.

Extiende el papel de la madre a la familia toda y señala el acontecer identificatorio, a lo largo del desarrollo, que le permitirá depender cada vez menos de esa devolución. El rol de la familia es contexto esencial para el desarrollo del individuo.

El hecho de que el sujeto se relaciona con objetos subjetivos, forma parte para Winnicott de la transicionalidad que es en realidad una situación esencialmente plástica, en movimientos, anterógrados y retrógrados, de ida y vuelta, donde es esencial un Otro, que esté allí (su deseo inconciente) en el momento en que es creado por el niño.
El objeto subjetivo entonces es propio y ajeno a la vez; Es la imagen que aparece en el rostro de la madre, que lo mira mirar, es su imagen la que la madre le da, con esa impronta de la singularidad que la habita y que le permite al sujeto inconciente "disponer" del objeto subjetivo.
No podría constituirse en objeto subjetivo sino fuera porque el otro esta allí y le ofrece su deseo inconsciente sin saberlo. Es la función simbólica materna, la de M.S.B., que habilita la presencia y la ausencia, sin una y la otra no hay objeto ni pérdida que permita nombrar al objeto como tal, es decir, iniciar el juego representacional y el despliegue del fantasma.
Señala Winnicott, "..el niño no podría inventar el aspecto preciso de la oreja izquierda de su madre. Y sin embargo, debemos decir que la oreja izquierda de su madre con la que está jugando el niño es un objeto subjetivo; el niño tendió su mano y creó esa oreja particular que estaba allí para ser descubierta."(16)
La posibilidad de pasar ese estado inicial, donde el bebé "aún no ha separado lo DISTINTO DE MÍ de lo que es PARTE DE MÍ " a poder percibir un objeto objetivamente "no puede ser atribuido a tendencias heredadas"sino solamente"a la experiencia del bebé con respecto a la conducta adaptativa de la madre"(17)

También subraya un elemento muy freudiano en sus reflexiones: "No sabría cómo proseguir sin afirmar que hay aquí, en algún punto, un elemento de engaño que es inherente al desarrollo de la capacidad de relacionarse con objetos".(16)
También en Lacan como en Freud, el engaño es ineludible. La madre al ubicar al niño como falo (transitoriamente, lo que equivale a mi modo de ver, a la enfermedad maternal primaria), engaña su deseo y al mismo tiempo, engaña al niño. Engaño destinado a redundar en cualquier formación del inconsciente. El sujeto cuando habla, no sabe lo que expresa.

Lo especular que concierne a lo dual y narcisista (objeto subjetivo) es también matriz de anticipación simbólica porque instaura el ideal. Yo-ideal-yo se suceden y se imbrican y nunca mas abandonan el yo en su funcionamiento.
Aunque todos deseamos que prevalezca el ideal del yo sobre el yo ideal, este último se actualiza en la sesión analítica todo el tiempo al lo largo del análisis. El paciente crea un analista según sus ideales e ilusiones, que tiene mucho del yo ideal, y que implica ese supuesto saber que va a develar una verdad escondida y traumática.
Verdadera trama dinámica de fantasmas binarios y triádicos que transcurren en esas habituales resignificaciones entre objetos subjetivos y objetos percibidos objetivamente. Winnicott afirma que es necesario pensar que "en un bebé coexisten alguna capacidad de objetividad con la incapacidad general de objetivar, según un movimiento de avance y retroceso en esta área del desarrollo".(18)

En el acontecer transferencial, importa la imagen del paciente que habita en el analista, y que el paciente puede paulatinamente ir reconociendo como propia para poderla modificar. André Green (3) nos habla acerca de que "la creación de un campo transicional, exige que el analista pueda ser tocado por la mirada del paciente para que este pueda investir aquello que , en él , puede ser tocado por el analista".

La transicionalidad, reúne el tiempo mítico de un soy eso con el no soy ahí, es solo mi imagen que me constituye. Transitivismo que abarca también para Winnicott un espacio tiempo de engaño y alucinación: "otra clase de transición tiene que ver con el pasaje de un objeto subjetivo a otro que es objetivamente percibido o externo. Al principio, cualquier objeto que entabla relación con el bebé es creado por éste - Es como una alucinación. Se da cierto engaño y un objeto que está a mano se superpone con una alucinación. Como es obvio, aquí tiene suprema importancia la forma en que se conduce la madre o su sustituto".(19)

Reitero aquí lo ya subrayado antes en torno al "figurativamente" y al "uso" del objeto, porque entiendo, nos ayuda a pensar esta experiencia que en Winnicott aparece en una dimensión diacrónica y progresiva mientras que en mi perspectiva planteo la concatenación de diacronía y sincronía. Winnicott reconoce la importancia de lo anterógrado y lo retrógrado.
Pensemos en la importancia de la resignificación del a posteriori donde cuenta de modo radical los límites que la función materna imprime a través de frustraciones tolerables y que suelen ser referentes directos o indirectos de la función paterna, que incluye la presencia del padre en la madre.

Adueñarse de ese otro, cuyo Otro, habilita a vivir, tenerlo y perderlo, dejarlo, usarlo, experimentarlo, en esos juegos diversos y reiterados de Fort-Da, constituye una experiencia objetal inherente a un sujeto de pleno derecho, deseante y dividido ,que puede por ello mismo, fantasear. El fantasma requiere un espacio tiempo de experiencias y juego que habilita cada vez la discriminación fantasía-realidad, del objeto subjetivo al objeto percibido objetivamente.
El uso del objeto (20), trabajo esencial a mi modo de ver en la teorización winnicottiana, señala claramente la necesidad de la agresividad que una y otra vez reitera el ataque y destrucción del objeto que debe sobrevivir para constituir sujeto (self verdadero).
Cuando Winnicott(21) afirma que el paciente necesita encontrar su persona y así poder existir y sentirse real, insiste en una formulación, que da trabajo: "sentirse real es encontrar una forma de existir como uno mismo y de relacionarse con los objetos como uno mismo y de tener una persona dentro de la cual poder retirarse para el relajamiento"(subrayado personal).
Yo sé que esto concita una adhesión muy fuerte en el lector, entiendo también que Winnicott propone un deseo de autenticidad, desde luego ampliamente compartible, pero al que tal vez solo se puede acceder luego de un esforzado y doloroso periplo de renuncias narcisistas y de elaboración de límites. No sé si podremos ser nunca "uno mismo", pues se trata se una ilusión de cierta unificación imposible, dada nuestra radical división, conciente-inconciente. Lo verdadero, muchas veces, es precisamente lo reprimido, lo que constituye la estructura del sujeto, también lo que lo aqueja y lo enferma y es ese núcleo de verdad inconsciente el que debemos escuchar para ofrecer una sustitución, transformación posible.

Winnicott privilegia el devolver lo que es del otro , en la mirada, o en la gestualidad del rostro, porque también forma parte del posicionamiento analítico, donde confía trabajar "lo bastante bien" para que "el paciente (encuentre) encontrará su persona y (pueda) podrá existir y sentirse real"(21). O también "La psicoterapia en general es un devolver al paciente a largo plazo, lo que éste trae"(21 pág 154). El paciente trae lo que puede porque lo no sabido de su inconsciente no puede venir mas que como formaciones del inconsciente, sueños, lapsus, actos fallidos o síntoma. Y su vivir sintomático que trae al vínculo analítico, le es ajeno a su yo. Devolver lo que trae sería actuar verdaderamente como un espejo, y si bien es necesario apropiarse de la propia imagen que implica su perspectiva sintomática, la posibilidad de cambio psíquico, pasa por caminos bastante mas complejos.

Si "el analista es un fenómeno subjetivo del paciente"(20) es indudable que Winnicott apela a la construcción–deconstrucción de los enclaves y posicionamientos narcisistas que señalan un perfil dinámico en sus ideas con un profundo grado de abstracción. Por ello pienso que el uso y la destrucción del objeto forman parte consustancial del proceso de simbolización que implica la disponibilidad representacional inconciente

Lacan trabaja el entretejido de la vivencia con la metapsicología, Winnicott se detiene en la transicionalidad donde describe la experiencia con el objeto. Pero ambos señalan que este espacio tiempo de lo especular y lo transicional se recrea cada vez que acontece el acto psicoanalítico centrado en la transferencia. Y allí ambos autores coinciden.


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