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Paz y Ciencia

sábado, 5 de abril de 2014

Winnicott y el Juego



Espacio Potencial: Laura Larotonda

Hace varios años, un amigo que pasaba unos días con nosotros miró en torno de él, pensativo, y nos dijo: "Usted y Donald juegan". Desde luego, nunca habíamos decidido jugar; no había en nuestra conducta nada deliberado...Jugábamos con las cosas reordenándolas, tomándolas, apartándolas, según nuestro estado de ánimo. Jugábamos con las ideas haciendo con ellas malabarismos al azar, a sabiendas de que no teníamos la menos necesidad de estar de acuerdo...Ambos poseíamos la capacidad de extraer placer, lo cual podía intervenir en las circunstancias más inverosímiles y llevarnos a imprevisibles hazañas. Con posterioridad a la muerte de Donald, un amigo norteamericano escribió, a propósito de nosotros: "Dos seres locos que se encantaban uno al otro y encantaban a sus amigos..."
Esta capacidad de jugar juntos era lo que -como psicoanalista- Winnicott pretendía del vínculo con sus pacientes, en los tratamientos que llevaba adelante. Para él, un tratamiento psicoanalítico se daba en ese lugar donde se superponen dos areas de juego: la del paciente y la del psicoanalista. Y si esto no era posible, el trabajo de este último debía tender a llevar al paciente de aquel estado en el que no era capaz de jugar, a un estado en que sí fuera capaz de hacerlo...

I. Algunos desarrollos sobre el juego
Antes que Winnicott desarrollara su teoría sobre el jugar, muchos psicoanalistas habían ya investigado y trabajado acerca del juego de los niños. Solo que Winnicott extendió el concepto, de modo que abarcara una capacidad presente en niños y adultos, una cualidad del psiquismo sano.
En 1919, Sigmund Pfeifer, de Budapest, que se había dedicado a la observación psicoanalítica de chicos, llegó a la conclusión de que la sexualidad autoerótica del niño se manifestaba en sus juegos. Ya Freud, para esa época, había reparado en la sexualidad de los niños, y en su su carácter traumatizante, en tanto energía que no encontraba una descarga satisfactoria, debido a la inmadurez del organismo infantil. Planteaba entonces una experiencia reguladora y ordenadora -por la que atraviesa toda persona en la primera infancia- que denominó complejo de Edipo, en la que confluyen ciertas ideas, sentimientos, emociones e impulsos sexuales del niño en relación a sus padres. Bajo la amenaza de la castración de sus genitales, éste intenta borrar dicha economía afectiva de su conciencia mediante el mecanismo de la represión, mecanismo por el cual, dichas representaciones quedarían excluidas de la conciencia, a pesar de lo cual habrán de retornar en lo sucesivo mediante diversas formaciones psíquicas que tenderán a recuperar aquellos deseos e impulsos libidinales de la época infantil. A estas formaciones psíquicas, que se observan en la vida cotidiana de todo individuo, se las denominó formaciones del inconciente: los sueños, los síntomas, los actos fallidos, los olvidos...
Entonces Pfeifer, incluyó al juego en esta serie de formaciones del inconciente que Freud había revelado; en tanto goza -al igual que dichas series psíquicas- de un mecanismo por el cual se representa la sexualidad infantil y el atravesamiento por el complejo de Edipo, y se procura el cumplimiento de un deseo infantil.
Pfeifer anticipaba así algunas ideas de Melanie Klein, para quien las fantasias sexuales encontraban representación y abreacción en el juego. Melanie concebía al juego como una traducción deformada de las fantasías, (al igual que los pensamientos del sueño se expresan en imágenes). De este modo, cuando existía una represión exagerada de las fantasías sexuales, se producía una inhibición en el juego de los niños. Entonces, en los tratamientos de chicos, ella trataba a los juegos como equivalentes de las asociaciones de los adultos. Los niños jugaban, ese era el lenguaje que podían hablar, y ella, como adulta-analista, mantenía una neutralidad absoluta respecto del juego, aportando sólamente interpretaciones verbales, interpretando las fantasías que subyacían en dichos juegos.
Esto significa que, para la técnica kleiniana lo que tomaba relevancia era, en tanto producciones del inconciente de sus pequeños pacientes, los contenidos del juego que los mismos desarrollaban en las sesiones, su trama argumental; Melanie les agregó la interpretación, ubicándolos así dentro del campo estrictamente psicoanalítico.
Melanie Klein inventó, entonces, una técnica del juego, que describió en su texto de1953, "La técnica psicoanalítica del juego" (2). Empero se dice que dicha técnica fue de algún modo impuesta por una paciente de 3 años que se propuso espontáneamente jugar en las sesiones. Así fue que Melanie se limitó a aceptar los juegos de la niña y a interpretarlos y sólo en lo sucesivo utilizó este esquema en forma deliberada.
Más adelante veremos que Winnicott dirá que los bebés, incluso antes de su nacimiento, juegan espontáneamente...y esto será la base para pensar al juego de los niños como proceso que se desarrolla en condiciones normales y no como producto a interpretar...
Otro fue el caso de Von Hug-Hellmuth, una psicoterapeuta vienesa, antecesora y maestra de Anna Freud; para quienes los tratamientos analíticos de chicos, debían tener una finalidad educativa y curativa, ya que consideraban imposible la tarea de psicoanalizar a un niño (3)en el modo habitual y standard, tal como se pensaba al psicoanálisis para pacientes adultos. En ese sentido, el juego, dentro de los tratamientos, era considerado un medio para establecer contacto con el niño, para interesarlo en el tratamiento y para comunicarse con su inconciente. Así, a diferencia de Melanie, que aplicaba el método psicoanalítico a los niños, de acuerdo con su técnica, Hug Hellmuth introducía ella misma el juego en las sesiones con niños -dirigiéndolo y decidiendo su tema, personajes y desarrollo-, adoptando una perspectiva manipuladora: cierta vez, por ejemplo, le pidió a un chico, en la sesión, que le sacara una basurita que ella tenía en el ojo, como para "romper el hielo" y establecer un vínculo con él. O, en otras ocasiones fingía que un bichito sobrevolaba la habitación del consultorio, y pedía a sus pacientitos que la ayudaran a matarlo, con el mismo propósito. Estos trucos estaban justificados en tanto preparaban el terreno como para evadir la conciencia.
En definitiva, el juego era una actividad impuesta por el adulto, un recurso para vencer la resistencia de los niños.
II. El jugar según Winnicott
Como mencionamos más arriba, para Winnicott, un tratamiento psicoanalítico quedaba definido por la superposición de dos áreas de juego, la del paciente y la del analista, y si esto no era posible, no se ponía en marcha un proceso terapéutico. Es decir que -para Winnicott-entre analista y paciente, debe crearse un espacio virtual, psíquico, como resultado de la capacidad de jugar tanto de uno como de otro. (4)
Pero de qué se trata esta capacidad de jugar, qué es el jugar para Winnicott? En principio digamos que es una cualidad del aparato psíquico sano, cualidad que se construye a partir de la relación primordial del bebé con su madre. "Para asignar un lugar al juego postulé la existencia de un espacio potencial entre el bebé y la madre.."
Una de las funciones maternas, según Winnicott, es el sostén del bebé. La madre con un sostén adecuado, posibilita los pasajes desde estados de menor integración, a otros mas integrados, y viceversa: el tránsito de la vigilia al sueño, del sueño al despertar; o de un estado de excitación a otro de quietud, transiciones de lugares conocidos a desconocidos... Asimismo, la metaforización de los cuidados maternos dará sostén a la estructura psíquica de ese infans, y facilitará en lo sucesivo -entre otras cosas- , la transición por experiencias de no-integración, es decir, por estados de cierta dispersión y relajación, en los que las referencias narcisísticas se dejan en suspenso; momentos en los que no se persigue fin o propósito, sin premeditación, ni forma, o aún sentido...
Anticipamos también que -según este autor- los bebés, incluso antes de su nacimiento, juegan espontáneamente, con movimientos y gestos -dice- sensorio-motores puros. Será la madre, a través de sus cuidados, quien irá al encuentro de esos gestos, haciéndolo vivir una experiencia de omnipotencia en la que el bebé "crea lo dado". Dice D.W.W.: "En la primera lactación teórica el bebe está listo para crear, y la madre le posibilita tener la ilusión de que el pecho, y lo que éste significa, ha sido creado a partir del impulso derivado de su necesidad(...) Ahí el nuevo ser humano está en condiciones de crear al mundo..." El infans tomará una posición subjetiva en el mundo a partir de esta experiencia primordial con la madre, que deriva de otra funcion materna, que denominó "presentación objetal", por medio de la cual la madre introduce a su bebé en el campo de la cultura.
Winnicott establece que en tal caso, la madre construye un espacio entre ella y el infans, una zona de ilusión en la que se verifica una paradoja: que el infans crea un objeto que ya estaba en la realidad. (no hay un objeto-teta que el infans fantasea y otro objeto- teta real, que la madre le da). Se inscribe, entonces, un objeto que para el bebé no proviene ni de su interior (no es una alucinación), ni de su exterior (no es dado por la madre) sino que corresponde a su creación y que será el símbolo de la unión y separación de la madre. (será ese objeto el que acompañará al infans en ausencia de la madre, el mismo objeto que atenuará la presencia materna, simbolizando la separación por medio de su uso). Un objeto llamado transicional, en tanto soporta un movimiento que origina la simbolización: ausencia-presencia; mío, tuyo; integrado, no-integrado, adentro-afuera, etc.
Lo que suceda a partir de esa experiencia, entonces, será la matriz por la cual el sujeto irá construyendo una vida a partir tanto de sus deseos, como de la resignación que implica el compartir los deseos de los demás, ya que el bebé sólo podrá crear ese objeto (dijimos la teta), en la medida que la madre se lo presente oportunamente, y en ese proceso habrá siempre desfasajes que limitarán la ilusión del bebé en el sentido de que ese objeto no es sólo producto de su creación. En ese espacio transicional que la madre construye, entonces, se suscita el jugar; y, en tanto implica soportar la tensión entre lo subjetivo y lo objetivo, es un logro en el desarrollo emocional del bebé.
Del mismo modo, las intervenciones de un psicoanalista deberían poder ubicarse en ese punto en el que el paciente llega a ellas como resultado de su propio proceso de elaboración, recreando con ellas un "crear lo dado"
III. La creatividad como rasgo de vida, como propia del vivir
Sólo a partir del jugar -dice Winnicott- la persona puede ser creativa. Aclaremos que para este autor, la creatividad forma parte de la experiencia vital de una persona, es decir que cada uno, en el origen, es creativo; en el sentido del despliegue de lo más personal, de lo que es incuestionablemente uno mismo, lo más propio y oculto de cada persona. Dice "El juego es una experiencia siempre creadora y es una experiencia en el continuo espacio-tiempo, una forma básica de vida"
Es decir que vivir creativamente implicaría conservar ese núcleo intacto y no someterse a lo establecido por los demás. Y sin embargo dijimos más arriba que, para jugar, para poder comunicarnos y compartir con los demás, es preciso resignar una cuota de esa individualidad. Entonces lo creativo y lo lúdico están estrechamente ligados entre sí y enmarcados en esa tensión entre lo propio y lo ajeno; entre lo que he creado y lo que me fue dado; entre el sentimiento más real y verdadero de lo espontáneo y el sentimiento más futil que surge de la adaptación a los deseos ajenos. Por eso el jugar siempre es precario, frágil, efímero...
Entonces, en el origen mismo del ser en desarrollo (si los cuidados maternos han sido satisfactorios), se establece a partir del jugar -del infans- un vivir creador y una vida enriquecida "Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse es, más que ninguna otra cosa, la apercepción creadora"...Mas tarde, en los tratamientos psicoanalíticos, el jugar es esencial porque en el jugar el paciente es creativo; un tratamiento "debe ofrecer oportunidades para la experiencia informe y para los impulsos creadores, motores y sensoriales, que constituyen la materia del juego. Y sobre la base de este se construye toda la existencia experiencial del hombre"
IV. El jugar como proceso
Según lo ya planteado, a diferencia de los planteos de Melanie Klein sobre el juego como producto a ser interpretado, para Winnicott el jugar es un movimiento, un proceso que se esta realizando, y del cual no importa el contenido, sino que importa en tanto capacidad de jugar, como testimonio de la creatividad de esa persona. (del mismo modo Winnicott no se interesaba tanto por el contenido de los sueños -como lo hacían Freud y Melanie- sino por la capacidad de soñar). En Realidad y Juego señala que ..."el psicoanalista ha estado muy ocupado utilizando el contenido del juego y no ha observado al niño jugar". Para dar cuenta de ello estableció, en este texto, una diferencia entre el sustantivo juego y el verbo sustantivado "el jugar", así como prefería decir (el) soñar, (el) ser, etc; era su manera de transmitir una experiencia, un proceso, un "ir siendo", un sujeto en devenir...
Por otra parte, así como para Melanie el juego estaba al servicio de descargas masturbatorias, para Winnicott, el niño sano puede jugar hasta que el juego queda interrumpido justamente por la excitación, es decir que el jugar es siempre excitante, pero no -como pensaba Melanie- por la amenaza pulsional sino porque -como dijimos- el jugar es precario, en el sentido de que la paradoja que deriva de lo que es subjetivo y lo que se percibe de modo objetivo, se ve permanentemente amenazada por una drástica resolución, a consecuencia de lo cual el juego se termina.
Por otra parte, para la teoría kleiniana, el juego se desarrolla en un marco de absoluta desconfianza con los objetos: En el inicio, el bebé nace con una base constitucional, genética, que se complementa con un aparato psíquico rudimantario, que ordena el mundo exterior según experiencias de gratificación y de frustración, de las primeras se derivan los objetos buenos y de las segundas los malos. Así, el infans intentará desprenderse de los objetos malos e incorporar los buenos. Para Klein, entonces, el infans posee un yo integrado tempranamente, el cual le provee de capacidades como la atención, la discriminación, la precaución, etc.; (un yo que debe prevenir ataques de lo malo, discriminar lo bueno de lo malo, etc). Esto no supone nada parecido al entregarse a una experiencia de relajación, jugar o descanso, al cuidado de los demás.
Para Winnicott, en cambio, la integración del infans se suscita a partir de un estado de confianza que no supone meditación ni cálculo. Dice: "El juego implica confianza y pertenece al espacio potencial existente entre el bebe y la figura materna"...Esto significa que el infans no posee un aparato psíquico al nacer, y es la madre con sus cuidados, con su sostén, tal como mencionamos, la que posibilita el movimiento entre estados de no integración (estados de desorientación, de relajación, de falta de certezas) y estados de integración (en los que se recobra la atención, la vigilia, la certeza de sí mismo). Este movimiento luego se interioriza, posibilitando el funcionamiento de lo psíquico. Es decir que el aparato psíquico se construye a partir de un soporte de confianza, que permite la exploración, la expansión... y en ese estado no integrado, puede aparecer lo creativo.
V. El jugar de los grandes
Winnicott se pregunta: "¿Qué hacemos, por ejemplo, cuando escuchamos una sinfonía de Beethoven o realizamos una visita a una galería de arte o leemos Troilo y Cressida en la cama o jugamos tenis? ¿Qué hace un niño cuando está sentado en el suelo, jugando con juguetes, bajo la vigilancia de su madre? ¿Qué hace un grupo de jóvenes cuando participa en una sesión de música pop? ¿Donde estamos cuando hacemos lo que en verdad hacemos durante buena parte de nuestro tiempo, es decir, divertirnos?"
Para DWW toda la experiencia cultural es heredera del jugar. Y este tiene un tiempo y un lugar y -como el mismo dice: "El lugar de ubicación de la experiencia cultural es el espacio potencial que existe entre el individuo y el objeto. Lo mismo puede decirse del juego... La experiencia cultural comienza con el vivir creador, cuya primera manifestación es el juego".
Cito a continuación algunas notas de DWW acerca del jugar de los adolescentes:
"Lo característico del juego de la adolescencia es que los "juguetes" son los asuntos mundiales: (los adolescentes)
1) "juegan" con la política mundial, y se posesionan, o bien
2) "juegan" a que son padres o madres, en el sentido de mantener relaciones amorosas, etc.
3) "juegan" mediante construcciones imaginativas en las que se convierten, o aprenden lo necesario para convertirse en artistas, musicos, filosofos, etc,
4) "juegan" a juegos reglados, volviéndose profesionales o compitiendo por campeonatos mundiales
5) "juegan" a la guerra haciendo cosas que terminan envolviéndolos en verdaderos riesgos, si son delincuentes, "juegan" a los ladrones convirtiéndose en ladrones, o
6) No consiguen jugar por haber perdido la capacidad para ello y entonces recaen en:
i. la parálisis (introversión esquizoide), incluidos el permanecer en la cama, ingerir drogas, los estallidos maníacos o los impulsos suicidas
ii la explotación del instinto y una intensa vida de fantaseo"
Sin embargo, nos preguntamos, cómo se manifiesta el jugar de los adultos en los procesos terapéuticos? Dice Winnicott: "En mi opinión, debemos esperar que el jugar resulte tan evidente en los análisis de los adultos como en el caso de nuestro trabajo con chicos. Se manifiesta, por ejemplo, en la elección de las palabras, en las inflexiones de la voz, y por cierto que en el sentido del humor".
Así, entre el jugar de la infancia y el de los adultos no existiría ruptura, sino transición...
Epílogo
Cierta vez me consultó una seria muchacha de veinte años, estudiante de artes y expresión corporal, por una importante inhibición para desarrollar sus actividades, así como para desplegar su existencia en relación a sus pares...Sobre todo poseía una incapacidad manifiesta para dialogar y comunicarse en general...
Durante las sesiones caía repentinamente en silencios prolongadísimos, bajaba la cabeza y quedaba así largísimos momentos ensimismada en sus pensamientos. Cuando yo le preguntaba ¿en que se había quedado pensando?, ella respondía con un hilo de voz: -en nada...
Con el correr de las entrevistas ensayé diversas estrategias, hasta que introduje una variante por la cual, cuando ella caía en esos estados, le susurraba su nombre, como llamándola desde lejos, y le preguntaba donde estaba en ese momento, como gritándole a media voce...finalmente, le hablaba tan despacio que ella no entendía lo que le decía y me pedía que hablara más fuerte...Comenzó a reirse. De a poco, entonces, aprendimos ambas a habitar los silencios, de modo que ya no incomodaran, sino que eran sugerentes preámbulos de un juego.
Un día, en medio de uno de "nuestros" silencios, me preguntó: "En qué estas pensando?" Con sorpresa, reaccioné diciéndole lo que realmente pensaba, a pesar de que nada tenía que ver con el tratamiento. Desde allí, en un marco de intimidad y confianza mutua, conquistamos silencios y confesiones, y el juego se instaló, posibilitando que finalmente ella comenzara a poner sus pensamientos "afuera" y a tolerar que estos fueran diferentes de aquellos que poseía "adentro"...
Este fue un proceso de aproximadamente dos años de tratamiento. Fue el tiempo necesario para que esta paciente pudiera comenzar a jugar, esto es, aprender a tolerar que sus ideas como sus silencios era tanto suyas como de los otros, aceptando la pérdida de la omnipotencia propia y las fallas de los demás.

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