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Paz y Ciencia

jueves, 21 de octubre de 2010

Un caso de Victor Frankl

Una madre que había tenido dos hijos ingresó en mi clínica tras un intento de suicidio. Uno de ellos sufría de parálisis infantil y sólo podía moverse en una silla de ruedas, y el otro había muerto a los once años. Mi socio, el doctor Kocourek, invitó a esta mujer a unirse al grupo de terapia. Mientras la mujer realizaba un psicodrama en este grupo, pasó que yo entré en la habitación justo en el momento en que esta madre estaba contando su historia. Se rebelaba contra su destino y no podía soportar la pérdida de su hijo, pero cuando intentó suicidarse junto con el hijo impedido que le quedaba, fue este último quien le impidió llevar a efecto el suicidio. Para éste la vida tenía todavía sentido, ¿Por qué no había de tenerlo para la madre? ¿Cómo podíamos ayudarla a encontrar un sentido?
Pregunté a otra mujer del grupo cuántos años tenía. Al decir que tenía treinta años, le repliqué: "No, usted no tiene treinta años, sino que ahora tiene ochenta y esta muriéndose, yaciente sobre la cama. Está recordando su vida, una vida sin hijos, pero llena de éxitos financieros y de prestigio social." Luego la invité a que imaginara qué sentiría en esa situación. "¿Qué pensaría de todo esto? ¿Qué se diría a sí misma?" Voy a citar su respuesta tal como consta en la cinta grabada de esta sesión: "Oh, ne casé con un millonario; tuve una vida llena de riquezas; ¡y la viví a fondo! Flirteé con hombres y les provoqué. Pero ahora tengo ochenta años, y no tengo hijos. Mirando hacia atrás como una mujer vieja, no sé decirme para qué sirvió todo esto; en realidad, debo decirlo, ¡mi vida ha sido un fracaso!"
Entonces invité enseguida a la madre del paralítico que se imaginara en esta situación. De nuevo cita la cinta: "Deseaba tener hijos y se me concedió este deseo; un hijo murió, pero el otro, paralítico, habría tenido que ingresar en una institución si yo no me hubiera ocupado de él. Aunque está impedido e inválido, es en definitiva mi hijo. Y así he procurado darle una vida lo más llena posible; me he preocupado de que tuviera mejor calidad humana". Entonces rompió a llorar, pero continuó: "En cuanto a mí, puedo mirar tranquilamente mi vida; pues puedo decir que mi vida estuvo llena de sentido y he procurado con todas mis fuerzas realizarlo; he hecho todo cuanto he podido: he hecho lo mejor por mi hijo. ¡Mi vida no ha sido ningún fracaso!" Anticipando una revisión de su vida como hecha en el lecho de muerte, descubrió de repente que era capaz de ver sentido en su vida, un sentido que incluía hasta todos sus sufrimientos. Por la misma razón, se le había hecho claro que incluso una vida de corta duración, como la de su hijo muerto, podía estar bien llena de gozo y amor, y contener más sentido que una vida que durase ochenta años.
"Psicoanálisis y Existencialismo" Escritos de logoterapia. Victor Frankl

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