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Paz y Ciencia

jueves, 21 de octubre de 2010

Karl Abraham se dirige al Maestro




Carta de Karl Abraham a Sigmund Freud Del 31-3-1915 

Deutsch Eylau, 31-3-15
Querido profesor:
He demorado mucho tiempo en hacerle mi comentario sobre la teoría de la melancolía y no sólo porque careciera de la tranquilidad adecuada para el trabajo. Como yo mismo hace muchos años hice un intento en esa misma dirección, cuya insuficiencia siempre tuve clara, temía que mi actitud frente a su nueva teoría resultara demasiado subjetiva. Creo haber superado esa dificultad, acepto todo lo esencial de lo expuesto por usted, pero pienso que un solo elemento de mis anteriores concepciones tendría que estar más acentuado de lo que lo hace usted, y, por último, quiero someter a su consideración una propuesta para resolver la cuestión que usted ha dejado abierta. Por supuesto, quedan sin resolver aún cuestiones importantes, para las cuales por el momento no tengo explicación.
Si me permito recordarle que también partí otrora de la comparación de la depresión melancólica con el duelo, no es para reivindicar una prioridad sino sólo para subrayar nuestra coincidencia, Me apoyé entonces en su trabajo, publicado poco antes, sobre neurosis obsesiva (el Hombre de las Ratas) (2), recalqué la importancia del sadismo, cuya intensidad impedía desarrollar la capacidad de amar, y derivé la depresión de esa incapacidad. Tuve que dejar enteramente sin respuesta la cuestión de por qué en unos casos surge la melancolía y en otros la obsesión. En esa época carecíamos aún de dos importantes trabajos de usted, el del narcisismo y el de la organización pregenital. Hace poco le escribí que esta nueva concepción de la neurosis obsesiva me resultaba enteramente convincente. Si, por lo tanto, como usted seguramente acepta, existe una afinidad entre la obsesión y la melancolía, las nuevas aclaraciones de la neurosis obsesiva arrojarán necesariamente luz sobre la melancolía De los dos factores importantes para el surgimiento de la neurosis obsesiva, es decir, el sadismo y el erotismo anal, en mi trabajo de 1911 (3) puse especialmente de relieve el primero. Creo que todavía hoy no puedo renunciar a este punto de vista. En el análisis de mis pacientes melancólicos he encontrado demasiada violencia y criminalidad. Los autorreproches están indicando emociones hostiles reprimidas. La inhibición motora total permite sospechar también que ha sido necesario convertir en inocuos fuertes impulsos motores. La manera cómo el melancólico atormenta a los que le rodean es resultado de esta misma tendencia. A ello se suma una renovada irrupción del más franco sadismo durante la fase maníaca. Estas son sólo algunas de las razones por las cuales sigo asignando a este factor un valor tan elevado como antes.
Por el contrario, al reflexionar a posteriori sobre mis casos, me persuado de que no debe atribuirse al erotismo anal una significación sobresaliente en la melancolía. Si estoy acertado en esta suposición (cosa que aún está por confirmar, ya que al analizar los casos de 1911 yo no conocía aun el significado M erotismo anal en las neurosis obsesivas y puedo haberlo pasado por alto en la melancolía) tal vez estuviera aquí el punto de separación de estos estados, tan afines en todo lo demás.
Para ir más allá de esto tengo que volver a lo que usted escribe en el apartado 3) de su trabajo, Si bien no veo todavía que el melancólico transfiera sobre si mismo los reproches que están referidos al objeto de su amor y que sirven para desvalorizarlo, me resulta plenamente plausible todo lo que usted dice sobre la identificación con el objeto amoroso. Es probable que la concisión de sus argumentos sea la única causa de que yo no me haya adentrado más profundamente aquí, En mis pacientes me pareció como si el melancólico, incapaz de amar como es, quisiera a toda costa apoderarse de su objeto amoroso. De acuerdo con mi experiencia, él se identifica efectivamente con su objeto amoroso, no puede soportar su pérdida, es hipersensible a la más mínima actitud no amistosa. No pocas veces se deja atormentar por la persona amada en una autopunición masoquista. Los reproches que por ese motivo quisiera hacerle a ella, los pone en su propia cuenta, porque inconscientemente le ha causado un daño mucho mayor. (Omnipotencia del pensamiento). Esto es lo que yo había deducido de mis análisis. Pero como usted sabe, querido profesor, estoy dispuesto a cambiar mi punto de vista. Lo único que lamento es que nuestro diálogo tenga que ser por escrito.
¿Pero cuál es el delito que el melancólico ha causado realmente al objeto con el cual se identifica?
La respuesta a esto la encontré en uno de sus últimos trabajos, me parece que es el del narcisismo (?). En él se habla de la identificación, y usted se remite al fundamento infantil de este proceso: el niño quisiera incorporarse su objeto amoroso; para decirlo con más brevedad, devorárselo. Tengo, pues, fuertes razones para hablar de una tendencia canibalística semejante en la identificación melancólica. Y puede considerase como algo seguro que esta identificación tiene un significado ambivalente: muestra de amor y destrucción.
Como primer argumento aduciré el temor del melancólico a morir de hambre. El comer ha ocupado aquí el lugar del amar. Me atrevería a suponer que el papel que en la neurosis obsesiva le corresponde a la zona anal lo ocupa en la melancolía la zona oral. Sobre todo en las depresiones climatéricas, el miedo a morir de hambre desempeña un papel fundamental. Otro síntoma principal es el rechazo del alimento, en otros casos, más tranquilos y con un curso más crónico, el comer en sentido positivo adquiere una significación excesiva.
También es interesante la forma clásica del delirio depresivo conocida desde hace siglos y a la que se dio el nombre de licantropía. Es el delirio que consiste en ser un hombre-lobo y en haber devorado seres humanos. Tales ideas delirantes no son hoy mismo demasiado raras. Como característica y curiosa quisiera recordar aquí una frase que algunos psiquiatras un poco rudos solían emplear como pregunta dirigida a los pacientes que se hacían autorreproches delirantes pero no querían manifestarlos: "Bueno, ¿qué es lo que puede haber hecho usted? ¿Acaso se ha comido algunos niños pequeños?" Tales "chistes" tienen de alguna manera sus raíces en la experiencia real.
Me parece que desde este punto de vista resulta más comprensible el "empobrecimiento del yo" El yo no recibe, por decirlo así, para comérselo, lo que desearía. Ha perdido su contenido, es decir, lo que quería incorporar.
Me parece que podemos coincidir perfectamente, si es que las ideas que acabo de exponer no están demasiado enmarañadas, Los puntos fundamentales de su exposición: el melancólico ha perdido algo, pero no sabe qué, el empobrecimiento del yo y sus consecuencias; la identificación con el objeto amoroso; la localización del proceso del duelo en las catexias del yo; la anulación de las catexias objetales en la identificación narcisística; todo esto tiene que mantenerse de manera absoluta. Creo, por mi parte, que hay que sumar a todo ello el sadismo y el erotismo oral.
Le ruego, querido profesor, que me haga una crítica sin miramientos, y también que me explique con más detalle aquello que en sus muy condensados argumentos pueda yo haber entendido mal.
Permaneceré aquí en Deutsch Eylau hasta el 5 de abril; luego estaré de nuevo en Allenstein. Le doy, pues, mi dirección de allí, y le pido que no me escriba antes, para que su carta me llegue con seguridad.
Por lo demás, estoy bien. Tanto Allenstein como Deutsch Eylau están situados en comarcas hermosas, que disfruto mucho. El trabajo no es excesivamente grande.
Con la esperanza de recibir buenas noticias de usted y de su familia -así son las que he recibido de la mía- quedo suyo.
Karl Abraham

Notas:

(1) Precursora o antecedente de las precisiones sobre la identificación oral-canibalística que Freud Incluirá en DUELO Y MELANCOLÍA (1917). Agradecemos muy especialmente al Sr. Ricardo Nudelman, Gerente en la República Argentina de la Editorial Gedisa S.A., habernos autorizado a publicar este valioso documento incluido en "Correspondencia Sigmund Freud-Karl Abraham", Gedisa 1979.
(2) «Bemerkungen über einen Fall von Zwangsneurose" [un caso de neurosis obsesiva], G.W., VII 379-463 [S.E.X]
(3) "Notas sobre la investigación y tratamiento psicoanalíticos de la demencia maníaco-depresiva y estados afines", op. cit., nota 3, página 134.


http://www.herreros.com.ar/melanco/cartakarl.htm

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