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Paz y Ciencia

lunes, 11 de octubre de 2010

La actitud terapéutica

Estas son las cosas que las personas hacen a medida que avanzan hacia la autorrealización. ¿Quién, entonces, es un consejero? ¿Cómo puede ayudar a la gente que acude a él para emprender el camino hacia el desarrollo?
En busca del modelo. He utilizado los términos "terapia", "psicoterapia" y "paciente". En realidad, no me gustan estos términos ni el modelo médico que entrañan porque sugieren que la persona que acude al consejero está enferma y que, abrumada por la enfermedad, busca curarse. De hecho, confiamos en que el consejero sea el que contribuya a promover la autorrealización de las personas en lugar de ser quien ayude a curar una enfermedad.
El modelo de asistencia también tiene que adaptarse; simplemente, no es adecuado. Nos hace ver al consejero como la persona o el profesional que sabe y desciende de su pedestal privilegiado hacia los pobres infelices que no saben nada y tienen que ser ayudados de algún modo. Tampoco debe ser el consejero un maestro en el sentido usual, porque la especialidad de los maestros, su competencia es el "aprendizaje extrínseco". El proceso de crecimiento hacia lo mejor que uno mismo pueda llegar a ser es, por el contrario un "aprendizaje intrínseco".
Los terapeutas existenciales han debatido esta cuestión de los modelos, y recomiendo el libro de Bugental, The Search for Authenticity para la discusión de este tema. Bugental sugiere que llamemos "ontogogía" al asesoramiento o la terapia, que significa ayudar a la gente a desarrollarse el máximo posible. Quizás este término sea mejor que "psicogogía" que una vez propuse (en el Hombre Autorrealizado), término que proviene de un autor alemán y que significa la educación de la psique. Sea cual sea el término que utilicemos, pienso que el concepto al que finalmente recurriremos es el que Alfred Adler sugirió hace mucho, mucho tiempo cuando habló del "hermano mayor". El hermano mayor es la persona que ama y se responsabiliza, tal como hacemos con un hermano menor. El hermano mayor, por supuesto, sabe más; ha vivido más tiempo, pero, cualitativamente, no es diferente y no está en otra esfera discursiva. El sabio y el afectuoso hermano mayor trata de perfeccionar al menor, hacer que sea mejor de lo que es, respetando el propio estilo del joven. ¡Ved qué diferente es este modelo del de "enseñar-a-alguien-que-no-sabe-nada"!
Aconsejar o asesorar no se refiere a adiestrar, modelar o enseñar en el sentido ordinario de decir a alguien qué hacer y cómo hacerlo. No se refiere a hacer propaganda. Es, en el sentido taoísta, descubrir y después ayudar. El taoísmo significa no interferir, "dejar estar". El taoísmo no es una filosofía del "laissez-faire", de la desatención, de la negativa a ayudar o cuidar. Como modelo de este proceso podemos imaginarnos a un terapeuta o quien, si es decente como tal y como ser humano, jamás se le ocurriría imponerse a sus pacientes, ni hacer ninguna clase de propaganda ni tratar de convertir a su paciente en una réplica de sí mismo.
Lo que hace el buen terapeuta clínico es ayudar a su paciente a manifestarse, a superar las defensas erigidas contra su autoconocimiento, a rescatarse y llegar a conocerse a sí mismo. Idealmente, el marco de referencia más bien abstracto del terapeuta, los libros que ha leído, las escuelas a que ha asistido, sus creencias acerca del mundo, jamás deberían traslucirse ante el paciente. Respetuoso con la naturaleza interna, el ser, la esencia de su "hermano menor", reconocería que la mejor manera de que éste lleve una buena vida es que sea más plenamente él mismo. Las personas que calificamos de "enfermas" son las que no son ellas mismas, las que se han creado toda clase de defensas neuróticas contra el hecho de ser hermanos. Del mismo modo que al rosal no le importa que su jardinero sea italiano, francés o sueco, tampoco al hermano menor debería importarle cómo su consejero aprendió a serlo. Lo que quien ayuda tiene que ofrecer o depende de si es sueco, católico, mahometano, freudiano o cualquier otra cosa.
Estos conceptos básicos incluyen, implican y están completamente de acuerdo con los conceptos básicos freudianos y los de otros sistemas psicodinámicos. Es un principio freudiano que los aspectos inconscientes del sí mismo están reprimidos y que el descubrimiento del verdadero sí mismo requiere el desenmascaramiento de estos aspectos inconscientes. La creencia implícita es que la verdad cura. Los requisitos son: aprender a abrirse camino a través de las propias represiones, a conocerse a uno mismo, a escuchar las voces del impulso, a manifestar la naturaleza triunfante, a alcanzar el conocimiento, la comprensión y la verdad.
Lawrence Kubie, en "The Forgotten Man in Education", señaló hace algún tiempo que el único y esencial objetivo de la educación consiste en ayudar a la persona a convertirse en un ser humano tan plenamente humano como pueda ser.
En el caso de las personas adultas, no partimos de cero. Disponemos ya de un comienzo. Disponemos de capacidades, talentos, direcciones, misiones, llamadas. La tarea consiste, si nos tomamos este modelo en serio, en ayudarles a ser más perfectamente lo que ya son, a actualizar y realizar más plenamente lo que son en potencia.

Abraham M. Maslow. La personalidad Creadora. Kairós. Págs. 78-80

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