En el modelo cognitivo, los esquemas se utilizan para explicar por qué mantiene el paciente depresivo actitudes que le hacen sufrir y son contraproducentes, incluso en contra de la evidencia objetiva de que existen factores positivos en su vida.
Cualquier situación está compuesta por un amplio conjunto de estímulos. El individuo atiende selectivamente a estímulos específicos, los combina y conceptualiza la situación. Aunque personas diferentes pueden conceptualizar la misma situación de maneras diferentes, una determinada persona tiende a ser consistente en sus respuestas a tipos de fenómenos similares. Ciertos patrones cognitivos relativamente estables constituyen la base de la regularidad de las interpretaciones acerca de un determinado conjunto de situaciones. El término "esquema" designa esos patrones cognitivos estables.
Cuando una persona se enfrenta a una circunstancia. El esquema es la base para transformar los datos en cogniciones (definidas como cualquier idea con un contenido verbal o gráfico). Así, un esquema constituye la base para localizar, diferenciar y codificar el estímulo con que se enfrenta el individuo. Este categoriza y evalúa sus experiencias por medio de una matriz de esquemas.
Los tipos de esquemas empleados determinan el modo como un individuo estructurará distintas experiencias. Un esquema puede permanecer inactivo durante largos períodos de tiempo y ser activado por inputs ambientales específicos (por ejemplo, situaciones generadoras de ansiedad). Estos esquemas activados en una situación específica determinan directamente la manera de responder de la persona. En los estados psicopatológicos tales como la depresión, las conceptualizaciones de los pacientes acerca de determinadas situaciones se distorsionan de tal modo que se ajustan a esquemas inadecuados prepotentes. El emparejamiento ordenado de un esquema adecuado con un estímulo concreto se ve alterado por la intrusión de los esquemas idiosincráticos activos. A medida que estos esquemas idiosincráticos se van haciendo más activos, son evocados por un conjunto de estímulos cada vez mayor que mantiene una escasa relación lógica con ellos. El paciente pierde gran parte del control voluntario sobre sus de pensamiento y es incapaz de acudir a otros esquemas más adecuados.
En las depresiones más leves, el paciente generalmente es
capaz de contemplar sus pensamientos negativos con una cierta objetividad. A
medida que la depresión se agrava, su pensamiento está cada vez más dominado
por ideas negativas aunque pueda no existir conexión lógica entre las
situaciones reales y sus interpretaciones negativas. Cuando los esquemas
idiosincráticos prepotentes producen distorsiones de la realidad y,
consecuentemente, errores sistemáticos en el pensamiento depresivo, ése se ve
cada vez más incapacitado para considerar la idea de que sus interpretaciones
negativas son erróneas. En los estados depresivos más graves, el pensamiento
del paciente puede llegar a estar completamente dominado por los esquemas
idiosincráticos: está totalmente absorto en pensamientos negativos, repetitivos,
perseverantes y puede encontrar extremadamente difícil concentrarse en
estímulos externos (por ejemplo, leer o responder preguntas) o emprender
actividades mentales voluntarias (solución de problemas, recuerdos). En tales
casos, inferimos que la organización cognitiva del depresivo puede llegar a ser
tan independiente de la estimulación externa que el individuo no responda a los
cambios que se producen en su entorno inmediato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario