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Paz y Ciencia

sábado, 12 de mayo de 2012

Psicología sin corazón: behaviorismo o conductismo

"Si supones que no existe esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si supones que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas". Noam Chomsky.
[...] desde que termino la Primera Guerra Mundial, la psicología norteamericana ha estado regida por los dogmas del behaviorismo. El atractivo de esta noción, tan poco plausible en apariencia, es algo básicamente ideológico. El behaviorismo adopta un punto de vista desmesuradamente optimista respecto del organismo humano, un punto de vista que hace del progreso algo llamativamente sencillo: todo cuanto tiene que hacer para cambiar a la persona es cambiarle el entorno. Las personas delinquen porque son pobres, de modo que eliminando la pobreza desaparecerá el delito. Si uno pilla a un ladrón podrá rehabilitarlo cambiando las contingencias de su vida: castigándolo por robar y premiándolo por cualquier comportamiento constructivo. El prejuicio es resultado de la ignorancia de las personas contra las que alentamos prejuicios y puede superarse conociendo más a dichas personas. La estupidez se debe a la falta de educación y puede superarse merced a la enseñanza. Mientras los europeos encaraban un enfoque genético del comportamiento: hablando en términos de rasgos del carácter, genes, instinto, etcétera, los norteamericanos adoptaban la noción de que el comportamiento está determinado absolutamente por el medio. Es algo más que mera causalidad el hecho de que los dos países en los que ha florecido el behaviorismo -Estados Unidos y la antigua Unión Soviética- sean, por lo menos en teoría, otras tantas cunas del igualitarismo. "Todos los hombres nacen iguales" y "A cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades" fueron los cimientos del behaviorismo, tanto en el sistema político norteamericano como en el soviético. Así estaban las cosas en 1965, cuando nos preparamos a lanzar nuestro contraataque. Entendíamos que la noción behaviorista de que todo se reduce a premios y castigos que fortalecen las asociaciones era pura tontería. Consideremos la explicación de los behavioristas cuando se trata de la ratita que aprieta una varilla para obtener alimento: cuando una rata ha conseguido alimento apretando una varilla, sigue haciéndolo porque la asociación entre apretar la varilla y tener alimento se ha reforzado con el premio. O la explicación behaviorista del trabajo humano: un ser humano va a trabajar por la sencilla razón de que la respuesta ya ha sido reforzada por el premio, no porque tenga ninguna expectativa de premio. La vida mental, sea de la ratita o del ser humano, no existe, o desempeña un papel circunstancial en la consideración behaviorista. En contraste con ese punto de vista, creíamos que los acontecimientos mentales eran causales: la ratita espera que la presión sobre la varilla le traerá alimento; el ser humano espera que ir al trabajo redudará en la obtención de un sueldo. Entendíamos que casi todo el comportamiento voluntario está motivado por lo que uno espera de su comportamiento. Con respecto al sentimiento de impotencia aprendido (idenfensión aprendida), Steve y yo creíamos que los perros del experimento simplemente se dejaban caer porque habían aprendido que nada de lo que hicieran importaba... y, por lo tanto, que ninguna de sus decisiones era capaz de influir en el futuro. Una vez formada tal expectativa, ya no volverían a entrar en acción. "El hecho de ser pasivo puede tener dos causas", afirmó Steve con su característico acento del Bronx cuando habló ante el grupo cada vez más crítico de los integrantes de nuestro seminario semanal: "Al igual que los ancianos de instituciones geriátricas, se puede aprender a ser pasivo si la cosa rinde. El personal se muestra más cortés con uno cuando se muestra más dócil. O también uno puede convertirse en pasivo si se rinde por completo, si cree que nada que pueda hacer -ser dócil o ser exigente- vale la pena. Los perros no son pasivos porque hayan aprendido que con la pasividad suprimen el electroshock; al contrario, los perros se dan por vencidos porque esperan que nada de lo que puedan hacer cambiará las cosas". Los behavioristas no podrían decir, tal vez, que los perros desvalidos habían aprendido que nada de lo hicieran importaría: el behaviorismo, después de todo, sostiene que lo único que un animal -o un ser humano- podría aprender es una acción (o en la jerga de la profesión, una respuesta motriz); nunca podría aprender una idea o una expectativa. Por lo tanto los behavioristas querían forzar una explicación, arguyendo que algo había pasado para que los perros esperasen un premio por permanecer echados; esos perros, de algún modo, tendrían que haber sido premiados por quedarse quietos. Los perros recibían electroshocks de los que no podían huir. Solía ocurrir, sostenían los behavioristas, cuando los perros se hallaban echados en el momento en que cesaba la corriente. Decían los behavioristas que la cesación del dolor en esos momentos se convertía en reforzador y fortalecedor del acto de echarse. Proseguían diciendo que entonces los perros descansarían todavía más y el electroshock volvería a interrumpirse, con lo que fortalecería aún más el estar echados. Este argumento era el último refugio de un punto de vista seriamente considerado (aunque según mi parecer mal orientado). Con la misma facilidad podría haberse sostenido que los perros no habían recibido premio alguno por el hecho de permanecer sentados, sino que habían obtenido un castigo: porque en algunos momentos, el electroshock seguía a pesar de que los animalitos estuvieran echados; eso era un castigo en cierto modo. Los behavioristas ignoraron ese punto débil en sus argumentos e insistieron en que lo único aprendido por los perros era una respuesta al acto de seguir echados... Nuestros descubrimientos, junto con los de pensadores tales como Noam Chomsky, Jean Piaget y los psicólogos que sostienen el procesamiento de la información, sirvieron para ampliar el terreno de la exploración de la mente y llevaron a los behavioristas a emprender la retirada. Hacia 1975, los estudios científicos de los procesos mentales en animales y en seres humanos se desplazaron al comportamiento de los ratones como tema favorito de las disertaciones académicas. Martin Seligman: "Aprenda Optimismo". Debolsillo. 2011, Barcelona. Pp.: 39-47. De acuerdo a lo que han leído se explica cómo Seligman tuvo una primera etapa de experimentación en un ámbito donde predominaba el pensamiento de Skinner con su principio de "solo hay conducta". Sus compañeros y supervisores eran escépticos a pensar que además de aprender el modelo heredado de Pavlov, existía, también en los perros, algo más que reacciones a estímulos. Esa "caja negra" que negaba Skinner y los conductistas se demostró que existía. Es decir, en términos de la psicología académica, existen "variables intermedias" entre los estímulos y las respuestas. Estas variables son las del corazón del hombre, también de los perros, aunque, evidentemente existan diferencias importantes. Los perros que eran sometidos a descargas incontrolables no saltaban a la parte de la caja que no tenía electricidad. Eso no podía ser comprendido desde el marco del "behaviorismo", así pues, Seligman revolucionó el modelo imperante y descubrió el paradigma de la indefension aprendida. O, como lo traducen en el libro antes señalado, la "Impotencia Aprendida". Se trata por tanto de un modelo explicativo de la desesperanza, esto es, los seres humanos que "aprenden" que nada pueden hacer para cambiar su situación, se rinden, como esos perros del experimento "triádico" de Seligman y se quedan en esa parte de la caja donde siguen recibiendo "descargas". Dicho en términos del ser humano, permanecen paralizados por sus pensamientos, emociones, actitudes y conductas en un estado de inmovilismo que acentúa la desesperanza, esto es, la base de la Depresión. Fue una manera de sacar a la luz que el hombre tiene un componente que trasciende al mero "aprendizaje de contingencias, de estímulo-respuesta", un modelo mecánico de entender la naturaleza humana, como si el hombre no tuviera corazón, sentimientos, deseos, aspiraciones, fantasías, etcétera. Quizá sin quererlo, puesto que Seligman es crítico con el psicoanálisis porque no se puede someter a estudios experimentales, se acercó a Freud, tal y como lo hiciera siendo joven y leyendo la forma que tenía Freud de interpretar los sueños. Seligman, como buen empirista, critica no solo el behaviorismo sino el psicoanálisis, aunque le agrade el propósito del psicoanálisis, esto es, curar. La ciencia "dura" solo acepta modelos que se pueden someter a examen, a metaanálisis y este tipo de cosas. No obstante, esas variables internas son, precisamente con las que se trabajan en psicoterapia. Las decisivas y "determinantes" de la comprensión del ser humano. Rodrigo Córdoba Sanz.
"Los derechos no se conceden, se conquistan". Noam Chomsky.

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