martes, 22 de mayo de 2012
Indefensión Aprendida: Depresión. Martin Seligman
[...] Uno de los cuatro criterios que se siguen para definir la depresión es un cambio negativo en el modo de pensar. Esto quiere decir que se piensa de una forma cuando se está deprimido y otra cuando no lo está. Cuando uno se encuentra deprimido se traza un cuadro hostil de sí, del mundo y del futuro. Cuando uno se halla deprimido, hasta el obstáculo más pequeño se presenta como una cumbre insuperable. Se piensa que cualquier cosa que se toque se vendrá abajo. Se cuenta con una infinita cantidad de razones para explicarse que los propios éxitos no son sino otros tantos fracasos.
Aaron Beck, uno de los más prominentes terapeutas del mundo, tenía un paciente que, en medio de una profunda depresión, se las había arreglado para empapelar la cocina. Pues bien, aquel paciente consideró su éxito un fracaso:
Terapeuta: ¿Por qué no considera qeu haber empapelado la cocina es un logro?
Paciente: Porque las flores no están bien alienadas.
Terapeuta: ¿Terminó usted el trabajo?
Paciente: Sí.
Terapeuta: ¿Su cocina?
Paciente: No, le ayudé a un vecino a empapelar su cocina.
Terapeuta: ¿Él hizo la mayor parte del trabajo y usted colaboró?
Paciente: No, en realidad yo, lo hice casi todo. Él no sabía.
Terapeuta: ¿Hizo algo mal? ¿Volcó el cubo de la cola? ¿Éstropeó algunos rollos? ¿Lo dejó todo peor que antes?
Paciente: No, el único problema era que las flores no estaban bien alineadas.
Terapeuta: ¿En qué medida podría decir que no estaban alineadas?
Paciente: (mientras separa casi imperceptiblemente los dedos): Más o menos así.
Terapeuta: ¿Le pasó con todos los rollos?
Paciente: No..., en dos o tres.
Terapeuta: ¿Sobre un total de cuántos?
Paciente: Fueron veinte o veinticinco tiras.
Terapeuta: ¿Alguien más se dio cuenta?
Paciente: No. Mi vecino dijo que estaba encantado.
Terapeuta: ¿Advirtió el defecto cuando dio unos pasos atrás y lo observó todo terminado?
Paciente: Bueno, en realidad no fue así.
El paciente consideraba que un trabajo muy bien hecho era un fiasco porque, según su opinión, sencillamente nada que hiciera estaba bien.
En el fondo de todo modo de pensar deprimido hay una pauta explicativa pesimista. El concepto negativo del futuro, de uno mismo y del mundo es algo que surge de considerar permanentes, ingobernables, las causas de las adversidades, y de considerar desde la perspectiva opuesta las causas de lo bueno. Aquel empapelador aficionado consideró un pequeñísimo detalle en la alineación de las flores como símbolo de la visión negativa que tenía de sí mismo.
La segunda indicación para reconocer tanto la depresión bipolar como la normal es un cambio negativo en el humor. Cuando uno se deprime, se siente terriblemente mal: triste, desazonado, sumido en un pozo de desesperación. Puede llorar hasta agotar las lágrimas; en sus peores momentos. Las actividades que antes fueron muy agradables, placenteras, se convirtieron en inutilidades desprovistas de toda atracción. Los chistes y las bromas dejan de ser cosas divertidas para convertirse en insoportables ironías.
Por lo general, un humor deprimido no es continuo, sino que cambia durante el día. Lo típico es que ese humor se encuentre en los niveles más bajos al despertar. Se imponen en ese pensamiento todos los recuerdos de contratiempos pasados y se considera que seguramente el nuevo día habrá de traer más desdichas. Ese es el humor del deprimido en los primeros momentos del día. Si esa persona se queda en la cama, lo más probable es que ese humor no la abandone. El hecho de levantarse y afrontar una nueva jornada mejora las cosas, y el humor habitualmente mejora con las horas, aunque volverá a empeorar un poco en los niveles bajos del descanso básico y el ciclo activo, un lapso que generalmente media entre las tres y las seis de la tarde. Cuando cae la noche quizá sea el momento menos deprimido de todo el día. Lo peor viene después, entre las tres y las cinco de la madrugada.
No es precisamente la tristeza la única modalidad de humor propia de la depresión; también suele presentarse con frecuencia la ansiedad y la irritabilidad. Pero, cuando la depresión se torna muy intensa, parecen esfumarse tanto la ansiedad como la hostilidad para que el sufriente se vuelva torpe y vacío.
El tercer síntoma de la depresión es el referido al comportamiento. Tres son los síntomas de comportamiento de un depresivo: pasividad, indecisión y tendencias suicidas.
Muchas veces los depresivos ni siquiera pueden iniciar una tarea, por rutinaria que sea, y al primer obstáculo prefieren darse por vencidos. Un novelista, por ejemplo, se detiene en el primer párrafo de la obra que piensa escribir. Y, si finalmente empieza a escribir, abandona tan pronto comete un error, por pequeño que sea. Después de eso, suele ocurrir que se levante de su silla y abandone el libro durante un mes.
Cuando se presentan alternativas, el deprimido no puede decidir. Por ejemplo, alguien que esté padeciendo un acceso de depresión podrá levantar el teléfono para pedir que le manden una pizza. Si del otro lado de la línea le preguntan si la quiere sencilla o con algún aditamento, se quedará sin saber qué decir, paralizado, mirando al receptor. Pasarán unos segundos de indecisión y quizá termine colgando el teléfono. ´
Muchos depresivos piensan en el suicidio. Por lo general, ello se debe a uno de estos motivos, cuando no a ambos; el primero es la renuncia a reaccionar, y entonces quieren ponerle un punto final. El otro es el deseo de manipular a los otros: quieren que se los vuelva a amar, o vengarse, o tener la última palabra en una discusión.
La depresión se acompaña a menudo de síntomas físicos: cuanto más grave la depresión, más son los síntomas. Disminuye el apetito. No se puede ingerir alimento. Y también cesa el deseo sexual: no puede hacerse el amor. Hasta el sueño se altera: el despertar llega muy temprano, y comienzan las vueltas y más vueltas en la cama, tratando sin éxito de volver a conciliar el sueño. Hasta que suena el despertador y no hay otro remedio que empezar la nueva jornada, no solamente con la misma depresión, sino también exhausto.
Estos cuatro síntomas, cambios negativos en el pensamiento, el humor, el comportamiento y la respuesta física, permiten diagnosticar la depresión, unipolar o normal. Para que alguien pueda considerarse un deprimido no es indispensable contar con los cuatro síntomas, y tampoco hace falta que uno en particular se halle presente. Sin embargo, cuanto mayor sea el número de síntomas, más certeza se tendrá de que nos hallamos frente a una depresión.
Texto inspirado en la obra de Martin Seligman: "Aprenda Optimismo". Debolsillo. 2011, Barcelona. Pp.: 80-101
En mi opinión, Seligman, gran estudioso de la depresión y pionero del modelo etiologico de la depresión: "La Indefensión/Impotencia Aprendida", describe los cuatro síntomas básicos de la depresión: "cambios negativos en el pensamiento, el humor, el comportamiento y la respuesta física". Quisiera decir algo sumamente importante. Muchos de estas personas que tienen una depresión, no son "depresivas", en el sentido de que ese síndrome sea el nuclear de su patología, de las características para entender lo que le está pasando. En muchos casos, la depresión es un síndrome que opera a modo de síntoma de una patología supraordenada. Si nos ceñinos a lo que dice Seligman: el afecto negativo, en el comportamiento, el humor y la respuesta física; es algo que sucede en trastornos de personalidad. En este tipo de patologías, la depresión es una patología comórbida con el TP. Es decir, no tiene entidad propia, al margen de lo nosológico, sino que deriva de una forma de ser que tiene que ver con la Identidad, las Relaciones Interpersonales, el control de los Impulsos, el área fundamental de la Afectividad, entre otros factores. Yo destacaría el papel de la Identidad para este tipo de patologías, siguiendo las ideas de Otto Kernberg. También podemos mencionar un tema interesante, los Trastornos Psicosomáticos o en la "jerga" del DSM: El Trastorno Somatoforme, esto significa que la persona desarrolla síntomas físicos, que son símbolos de problemas emocionales. Existen otros muchos, pero tal vez, estos casos son los más paradigmáticos. Seligman, como toda persona que se especializa mucho en algo, como en mi caso los trastornos de personalidad, detecta esa patología con mucha frecuencia.
Una última cuestión, pensar en el suicidio es algo característico de la depresión entre otras patologías que tienen como "síntoma", la depresión. Las personas con ciertos trastornos de personalidad, por ejemplo, el trastorno borderline o trastorno límite, así como la(s) esquizofrenia(s), la bipolaridad, el trastorno esquizoafectivo tienen una alta relación con la afectividad negativa. Esto se explica desde el enfoque psicodinámico desde una perspectiva de la etiología del desarrollo de la Identidad: en aquellas personas cuya madre no ha convertido los elementos beta en alfa (Bion), esto es, ayudar a la criatura a metabolizar los afectos o, según Fonagy: la capacidad de mentalización. Fonagy escribió junto a Bateman: "Psicoterapia para los Trastornos de Personalidad Límite". Este se vio muy influenciado por lo que aportó Winnicott. Este autor hablaba de que el infans necesita del otro, una madre "suficientemente buena" que cree un ambiente que le permita desarrollarse.
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