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Paz y Ciencia

miércoles, 16 de mayo de 2012

La báscula mental: Bipolaridad

"Quise viajar a todas las ciudades, divorciarme de todas las casadas, robarle al mar su agónico perfume. Y apuré, vanidad de vanidades, después de demasiadas madrugadas, el puré de cicuta que resume". Joaquín Sabina.



[...] la bipolaridad es semejante a la dislexia. En ambas configuraciones las personas carecen de un punto de orientación. No obstante, cuando pueden llegar a construir y manejar ese "punto de referencia" (giroscopio interior), lo que inicialmente aparecía como una dificultad comienza a desaparecer. En el disléxico se trata de la carencia ed un punto espacio-mental; en el bipolar, de una "coordenada vincular".
Esta carencia es la que hay que remediar en todo tratamiento terapéutico de la bipolaridad, para que su lugar lo ocupe una "relación guía", ya que la falta de eje provoca confusión, y ante la emergencia de tal estado psíquico, la inestabilidad aparece como una respuesta defensiva.
Al trabajar con esta mirada y aplicando una metodología destinada a que la persona cree un "vínculo interior referencial" (la báscula mental) que le sirva de timón para alejarlo de los cambios externos y de la confusión que le generan algunas situaciones cotidianas, los logros que se alcanzan son sorprendentes.
Hay cosas que la persona bipolar no puede representar, que le crean desorden, desorientación, caos y desconcierto, y entonces la oscilación es la respuesta para defenderse de esa circunstancia. Del mismo modo como su pensamiento es plástico (imágenes en movimiento), su ir y venir emocional refleja su discurrir mental. Cuando le dicen "tienes que ser estable", él escucha "oscila", y esta situación es decisiva, ya que desde la medicación y desde la palabra lo que se le está repitiendo al bipolar es algo que no puede comprender o que él traduce exactamente al revés.
La "estabilidad" que el bipolar tiene que lograr no debe provenir de afuera, sno surgir como una "referencia interior", y no puede equivaler a la detención o la quietud, sino a movimiento con sentido y proporción. No hay que pretender que deje de oscilar (su oscilación es su virtud), sino que sane la desproporción que lo "traga" en el remolino del eterno vaivén sin eje.
En el momento de nacer y luego del corte del cordón umbilical, el ser humano adviene al desvalimiento, es decir, no puede valerse por sí mismo para satisfacer sus necesidades básicas. Es el otro o son los otros, sus padres, quienes cumplen esta función, y si ese recién nacido no recibe protección, afecto, cobijo y nutrición, se hunde en el desamparo. Esta vivencia es muy radical, al punto de que el bebé va desarrollando, con el paso del tiempo, un complejo mecanismo de defensa consistente en transformar ese desamparo en una creencia: "Si no me dan lo que quiero, es porque no lo merezco, y si no lo merezco, es porque soy indigno". Tal sentimiento de indignidad luego es encubierto, en el futuro bipolar, tras una máscara de prodigalidad exagerada mediante la cual pretende comprar afectos y reconocimiento que sanen su autoestima dañada; cuando no los recibe, surge una profunda indignación por sentir que lo tratan injustamente, y la represión de esta indignación vuelve como el polo de exceso (maníaco) de la bipolaridad.
A esto se une la incapacidad para dar por terminado un vínculo, para decir "basta" o "no te quiero más", ya que tal condición forma parte de la vivencia bipolar según la cual una relación que acaba implica una muerte posible del Yo:en cada corte está en juego la aniquilación de su identidad, pero no como metáfora sino como una realidad feroz. En la biografía afectiva del bipolar pareciera encarnar este poema breve de Efraín Huerta titulado "Se sufre": "En cuestiones / de amor / siempre/ caminé / a paso / de / tortura". Estas circunstancias (la herida en la estima y el temor de aniquilación ante una pérdida de afecto) llevan a los bipolares, a establecer vínculos enmarañados, complejos y destructivos, que son la expresión de un profundo "barullo" afectivo, y reiteradas y frustrantes relaciones de pareja en las que -según palabras de Benedetti- "cada dolor flamante / tiene la marca de un dolor antiguo".
Ante esto, ¿qué hacen habitualmente los terapeutas? Recomiendan cautela, distancia, inacción, proporción y abstinencia, lo cual implica no haber asimilado lo que acontece en el mundo interior del paceitne, porque estas palabras encierran conceptos irrepresentables en el universo de la conciencia bipolar.
Lo que sí, en cambio, deberían impulsar, es que estos pacientes realizaran experiencias vinculares, porque nada es peor, para un bipolar, que la ausencia de vínculos. Los encuentros interpersonales son como columnas que -aun por más disfuncionales que sean- los sostienen.
[...] Podemos señalar que las relaciones humanas, las actividades de servicio, el desarrollo sensorial, la danza, el yoga y el tai chi son excelentes herramientas para construir y sostener el eje interior.

Eduardo H. Grecco: "Despertar el Don Bipolar". Kairós. 2012, Barcelona. Pp.: 47-49.

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