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Paz y Ciencia

domingo, 24 de abril de 2011

Escuchar a un niño

Hacer lo que uno siente en cada momento es imposible, existe una represión impuesta por la sociedad que Freud dijo que era la cuna de la civilización. La represión parcial de los instintos.
Ahora bien, hemos llegado a un momento y un lugar donde se encierran en una cápsula los afectos porque tampoco son temas tratados en las familias desde que el niño empieza a hablar y entender el lenguaje adulto. Ese lenguaje se forma con retazos de lo que fue el sostén emocional de los padres durante el tiempo de maternaje y necesita un empuje dirigido para poder tener un diccionario de los sentimientos. No en el sentido literal de la expresión, ya existe un libro de Marina con ese título, me refiero a que la persona pueda designar lo que le sucede dentro de él con palabras, así como los esquimales tienen cientos de palabras para nombrar el hielo. Esta educación no se realiza en la escuela ni en las guarderías, es una educación en sentimientos que parte del cariño, no exige ninguna dificultad, solo la devoción común y corriente de unos padres que quieren inclulcar una serie de valores de humanidad a una personita que irá creciendo con un bagaje determinado.
En ese bagaje es interesante que puedan poner nombre a las cosas que le suceden, así como nombrar la estrella polar o los colores, de ese modo se podrá expresar y entenderse un poco más con el mero hecho de escucharse y ser escuchado.

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