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Paz y Ciencia

miércoles, 27 de abril de 2011

Causalidad y Sobredeterminación



Causalidad y sobredeterminación


"Llegamos de este modo a la conclusión de que la múltiple determinación, decisiva para la selección onírica, no es un factor primario de la elaboración del sueño, sino con frecuencia un resultado secundario de un poder psíquico que aún desconocemos. Un poder psíquico que despoja de su intensidad a los elementos de elevado valor psíquico y crea, por la sobredeterminación de otros elementos menos valiosos, nuevos valores, que pasan entonces al contenido manifiesto. Cuando así sucede, habrán tenido efecto, en la formación del sueño, una transferencia y un desplazamiento de las intensidades psíquicas. Así, entre el material onírico y el sueño tiene, efectivamente, lugar una completa transmutación de todos los valores psíquicos".Sigmund Freud. LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS

Texto de Emilio González
En un comienzo y como todo comienzo, complejo y diferencial, tendríamos que despejar la posibilidad de pensar los procesos psíquicos, exclusivamente, en términos de causalidad afirmando que en el caso de que la causalidad pudiera explicar estos procesos, la causa no se agotaría en los efectos ni la lectura de los efectos bastaría para identificar una causa, esto sin contar con el poder de efectuación que pueden tener unos efectos sobre otros, ni mucho menos, con que hay efectos sin causa.



Si la causa fuera el continente y el efecto estuviese contenido en la causa podría ser deducido, habría una premisa en el punto de partida y desde allí las demás se deducirían por haber sido puesta la primera. Así están planteados los tests de inteligencia, dentro de esquemas deductivos, donde hay que llegar a la solución del problema que es un resultado ya previsto. En esta línea, el conocimiento está siempre concebido como solución de problemas por vías causales deductivas.



Ya Bertrand Rusell con perspicacia nos advertía que “La ley de causalidad es una reliquia de tiempos pasados, que al igual que la monarquía, sobrevive por la errónea suposición de que no hace daño”.



La noción de causalidad lleva sin transición a la de culpabilidad, buscar al causante está fuertemente soldado a buscar al culpable. Por otra parte, si atendemos a los innumerables enunciados de creencia o sintagmas cristalizados como: “esto sucede por tal causa” o “si uno supiera la causa de las cosas, sabría hacia donde va”, podríamos llegar a una convicción tan errónea como prejuiciosa del tipo de: “Explicar es explicar por las causas”, cuando bien podríamos decir que la interpretación psicoanalítica es una explicación no causal. Y no es la única.



Los términos de causa - efecto naturalizan la historia que deja de ser producción de aconteceres y de complejas relaciones subjetivas y pasa a ser una objetividad en la que se estudia el pasado suponiendo que los hechos ya son objetivos, cuando lo objetivo es el dato histórico del archivo, es decir, aquello pasible de una explicación no causal, de una interpretación histórico social.



Se hace casi inevitable frente a un efecto, buscar su causa, sin embargo, si hablamos de efectuación, en ella confluyen los procesos significantes y el trabajo de construcción. Precisamente lo que se nos muestra en las formaciones del inconciente es una capacidad de efectuación que se realiza por fuera del par causa – efecto, que siempre supone una motivación que nos coloca de lleno en el campo del preconsciente, par donde la causa precede al efecto, lo genera y establece la universalidad de esta relación en medio de la tiránica vigencia del tiempo cronológico y, además, indica con toda solemnidad que la novedad o cierta independencia productiva del efecto son imposibles. Sin embargo, frente a los efectos especiales en el cine, no nos planteamos cual es su causa, nos quedamos en esa superficie de efectuación, en esa ligazón compleja y articulada de puros efectos.



Lo que determina está sobredeterminado y ahí está el trabajo de interpretación que no busca ningún contenido en ninguna profundidad, sino la producción del inconciente en su despliegue; lo pensado, lo impensado y lo impensable en la misma frase. No hay nada detrás de la frase, todo está, como dice Freud “en la superficie del idioma”, tramado en el “equívoco predestinado de la palabra”. Si busco detrás de la frase del analizante, persiguiendo una causa y la encuentro, debo saber que la causa de su frase es mi ideología.



Si en psicoanálisis hablamos de efecto, éste lo será sólo de una causa perdida, jamás de una motivación, por lo tanto mal se puede atribuir a un efecto, una causa. La causalidad es una noción que vuelve a meter por la ventana lo que habíamos sacado por la puerta: la sustancia, el reinado unificante del tiempo cronológico, el trauma, el motivo. La causalidad vuelve a sumergir al hombre en un estado de naturaleza, de ingenuidad, de transparencia, que hace innecesario el trabajo de interpretación, porque las cosas son como las vemos. En cambio, la determinación debe ser trabajada en el acontecimiento de su formación, de su aparición, no preexiste.



Tanto Freud como Marx transforman la causalidad en una cuestión casuística. Para Marx vale para el caso de las crisis, mientras que Freud toma las relaciones causales como un caso particular de la “máquina lógica” que implica el trabajo del sueño; no las privilegia, sino que opera sobre las propias conexiones, en cuanto a la presentación formal del relato onírico.



Con la sobredeterminación ocurre, cuando trabajamos La Interpretación de los Sueños, como con la teoría del significante: ninguna de las dos se halla formulada en esas escrituras. Sin embargo, podemos encontrar en esas páginas fundantes del concepto de inconciente la producción tanto de la sobredeterminación como de la teoría del significante en el campo específico que delimita el concepto.



Freud sospecha la sobredeterminación en los Historiales de la histeria, no tanto cuando usa esa palabra, sino más bien cuando dice que todos los síntomas tienen algo parecido, como si en algún lugar todos se tejieran en el mismo telar. Ya en La interpretación de los sueños dirá: “Nos hallamos aquí en medio de una fábrica de pensamientos en la que, como en una obra maestra de hilandería y según los famosos versos del Fausto de Goethe: se entrecruzan mil y mil hilos, van y vienen las lanzaderas, -manan invisiblemente las hebras - y un único movimiento establece mil enlaces”. Es decir que los enlaces no están establecidos.



Apenas comenzado el capítulo de El trabajo del sueño, Freud descarta que se pueda achacar la producción de un sueño al “libre albedrío”. Dice: “Es, desde luego, cierto que durante el análisis surgen por primera vez algunas asociaciones, pero siempre nos es dado comprobar que tales nuevas conexiones sólo se establecen entre ideas que se hallaban ya enlazadas de otra manera en el contenido latente. Las nuevas conexiones no son sino contactos o cortocircuitos facilitados por la existencia de otros caminos de enlace más profundos. Con respecto a la mayor parte de las masas de ideas descubiertas en el análisis, nos vemos obligados a reconocer que han actuado ya en la elaboración del sueño, pues cuando hemos seguido una cadena de tales pensamientos, que parecen exentos de todo nexo con dicha elaboración, tropezamos bruscamente con una idea que se halla representada en el sueño, es indispensable para la elaboración del mismo y no resulta accesible sino por la persecución de dicha serie de pensamientos, ajenos en apariencia a la formación del producto onírico”.



Y un poco más adelante: “...cada uno de los elementos del contenido manifiesto demuestra hallarse sobredeterminado y múltiplemente representado en las ideas latentes”. Vemos aquí como Freud señala claramente que en la transformación de las ideas latentes en contenido manifiesto tiene su lugar la representación, cosa que no ocurre cuando lo que está en juego es la sobredeterminación.



Dice Freud: “Hay modificaciones en la producción de un sueño que nos muestran claramente la amplitud que la determinación alcanza en lo psíquico. No hay en tales modificaciones arbitrariedad alguna. En general puede mostrarse que cuando una serie de ideas ha dejado indeterminado un elemento, hay siempre otra que toma a su cargo tal determinación”. La amoralidad con que el trabajo del sueño realiza sus operaciones pone en juego, sin embargo, una ética de la enunciación, una ética de vencedores ni de vencidos, una ética de vencedores, vencidos por la alegría cruel de ser mortales.



Quiere decir que múltiple determinación y sobredeterminación no son pasos de un mismo proceso, sino dos procesos distintos que debemos discriminar para no caer en el error de confiar en que el analizante asociando libremente nos va a entregar su inconciente, no teniendo en cuenta que se trata de la asociación libre, pero en el campo que genera la transferencia; o en el error de creer que el inconciente ya existe y no solamente esto, sino que hablando se lo puede hacer conciente al poderlo decir.



Que el sujeto sea en esa secuencia de deslizamiento entre significantes habla de que no hay verdad para el sujeto, sino en su transformación. La sobredeterminación no tiene que ver con cualquier verdad, sino siempre con la verdad de castración. Es de orden temporal, económico, pulsional y produce los lugares de constitución del sujeto; luego, la posición en esos lugares ya es un hecho político, de dominancias, no estructural, es decir, que el sujeto puede elegir. Esto nos permite distinguir la sobredeterminación -que se lee en un proceso de construcción- de todo determinismo que es una ideología cuyo enunciado capital sería: “Todo está determinado” que caería más bien del lado de la causalidad en su sentido más fuerte: “Todo tiene una causa” donde todo estaría ya escrito en la línea de un fatalismo sin salida.



Cuando hablamos de “lugares de constitución del sujeto”, queda claro que el sujeto se hace, mientras que el hombre nace. El sujeto no es el hombre, sino lo que del hombre pueda determinarse teóricamente como singularidad de una ciencia particular, esa relatividad, teniendo en cuenta que el sujeto psíquico es sujeto de la ciencia, en tanto es una articulación teórica producida como deseo inconciente la que sobredetermina sus formaciones. Quiere decir que no sobredetermina el desarrollo de ningún deseo sobre ningún objeto, sino sólo el desarrollo del deseo.



Cuando las ciencias transmitidas en estos sistemas nos resultan una contundente y totalizadora visión del mundo, quiere decir que la ciencia se ha transformado en ideología. La ciencia nace mutilada y ese recorte dentro de todo lo posible, le permite un cierto dogmatismo que ejerce sobredeterminando aquello producido dentro del campo que fue capaz de generar como concepto. No haber comprendido el concepto de sobredeterminación nos puede llevar a ser unos amantes de lo profundo que creyendo estar en psicoanálisis no han salido jamás de lo latente, es decir, de lo preconciente.



Freud plantea que de las dos tareas que distingue en la producción de los sueños, una de las cuales es la transformación de las ideas latentes en contenido manifiesto y la otra es el establecimiento de las ideas latentes, ésta última sería aquella que, sin descuidar la primera, definiría el trabajo psicoanalítico con relación a la sobredeterminación, mientras que en la otra se muestra el ejercicio de la múltiple determinación.



Ahí donde se confunde –como ocurre en el Vocabulaire- la efectuación de las determinaciones inconcientes con los datos de las significaciones preconcientes, se produce un borramiento de los procesos inconcientes que se ven sustituidos por una concepción sintactista y preconciente de los mismos, lo que llevó a un relativo vaciamiento de la interpretación psicoanalítica, hasta llegar al tristemente célebre “nada que interpretar”. La eficaz virtualidad del inconciente desaparece en la transparencia significativa del preconciente y entonces ¿para qué la interpretación?



Un efecto está sobredeterminado cuando es producto de una estructura compleja, en cuya articulación un concepto mantiene relaciones invariables con los otros conceptos y da nombre al campo que inaugura, por ejemplo: la teoría del inconciente.



La lógica del inconciente no puede ser trabajada por vía de la causalidad, ni de la deducción, ni afirmando el continente como causa y el efecto como contenido. Se trataría más bien de pensar la sobredeterminación a partir de la efectuación que se realiza en el deslizamiento significante activado desde la memoria que no es algo que se tiene, sino algo que falla, tanto en el recuerdo como en el olvido.



Lo único que el sujeto tiene es la marca de dos derrotas, una frente a su propia imagen y otra frente a la palabra. A partir de ahí, el inconciente lo tiene, el otro lo tiene, la transferencia lo tiene, la angustia lo tiene, el lenguaje lo tiene. No se trata de la memoria como retención, ni como archivo, ni como recuerdo sensible, ni como huella psicofísica, ni como propiedad de un sujeto, sino de memoria pulsional, tramada al pensamiento (Denken), al trabajo del pensamiento, como producida – productora, como aquello capaz de ser transferido, como transmisión de huellas y jamás de significados.



La palabra que utiliza Freud para nombrar la memoria es Andenken que remite a aquello que es transmitido, relato, trama, producción, envío. Mientras la concepción de huella psicofísica implica una memoria como sede y un sujeto pasivo, la huella mnémica freudiana lo es de un trabajo, trabajo sutil que coloca la huella fuera del régimen de la causalidad y al margen de toda respuesta en términos de localización. Sólo el trabajo de interpretación va a otorgar el rango a la marca y no como en la teoría del trauma, donde la huella localizable impone una explicación causal.



La determinación es un modo de afección que implica el azar, el caos y todo lo que signifique producción de órdenes no previstos. El caos está ordenado sólo que, como en los procesos inconcientes, la cantidad de órdenes no es representable, es inaprensible porque está excedido de órdenes. Podríamos decir, como metáfora, que Freud fue un estudioso del caos trabajando en los regímenes ordenados y, a la vez caóticos de la asociación libre siempre, paradójicamente, de(s)terminada, o sea, llevando implícito un régimen de afección y lo definitivamente inacabado.



El psicoanálisis siempre está por advenir si no dejamos de trabajar en salir de lo que se nos impone como dado: la comprensión en las ciencias del espíritu y la causalidad en las ciencias de la naturaleza. Y que no cesa de intentar asfixiar la novedad del inconciente.


Emilio González

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